¿La próxima guerra

 olerá a tabaco?

Que la guerra en Irak tiene un fuerte olor a petróleo no es novedad. Pero cuando el cruzado Bush, junto a su escudero Blair y al palafrenero Aznar, terminen con la actual guerra, si son coherentes con su prédica (y dicen que sólo los imbéciles tienen una idea fija) inmediatamente comenzarán otra que tendrá olor a tabaco.

Con música de misiles y bombas madres, el trío que encabeza Bush entona salmos e himnos asegurando que el único motivo que los impulsa es devolver la democracia al pueblo iraquí. Logrado este objetivo, aunque para ello hayan matado a la mayoría de aquellos que pretendían salvar, quedan otras dictaduras para derrotar o democracias por restablecer.

Si tomamos en cuenta que el pasado enero el gobierno de Bush consideró que Birmania, Guatemala y Haití “fallaron en forma demostrable, durante los 12 meses previos, en cumplir sus obligaciones bajo los acuerdos internacionales antinarcóticos en forma adecuada”. Si a esto le sumamos el anuncio del Departamento de Estado de que Guatemala y Haití no serán sometidos a sanciones “por motivos de seguridad nacional” y que la brutal dictadura birmana es tan antigua como la de Saddam, todo indica que Birmania será el escenario de la próxima guerra democratizadora. Parece lógico, ya que los portaviones y las tropas de la coalición están relativamente cerca y los tiempos no están para andar gastando petróleo en desplazamientos inútiles. Además, las molestas Naciones Unidas, teniendo en cuenta sus numerosas resoluciones condenando a la dictadura birmana, esta vez darían el visto bueno a la invasión.

Luego de su independencia de Inglaterra en 1948, la mayoría de los casi 50 millones de birmanos no ha dejado de luchar por su libertad. En 1962, un golpe militar derrocó al gobierno y desde entonces el partido único de los militares -ahora denominado Consejo de Restauración de la Ley y el Orden (SLORC)- estableció un régimen caracterizado por el trabajo esclavo, un permanente estado de guerra, la prohibición de toda actividad política y sindical y el reclutamiento de 70 mil niños como soldados.

Los militares tratan de atraer dólares al país y de paso asegurar su futuro personal. Para ello apuestan al turismo y miles de personas trabajan como esclavos en obras de infraestructura, otras han sido expulsadas de las zonas turísticas y numerosas propiedades pertenecientes a las minorías étnicas han sido expropiadas. Otra fuente de ingreso es la instalación de fábricas y numerosas empresas occidentales, que canalizan sus inversiones a través de China, Tailandia e Indonesia para eludir el embargo, no dejan de aprovechar las extraordinarias y favorables condiciones laborales impuestas por la dictadura.

Una de esas empresas es la Britihs American Tobacco (BAT). BAT desembarcó en Birmania en 1993, cuando la subsidiaria de Rothmans International con sede en Singapur (que BAT adquirió en 1999) estableció un joint-venture con la Unión of Myanmar(1) Economic Holding Co. Ltd. (UMEH). La UMEH es una compañía de inversiones y su accionista mayoritario es la Dirección de Compras del Ministerio de Defensa. Además, la fábrica de cigarrillos de la BAT (que comenzó a producir en 1995) está ubicada en la Zona Industrial de Pyinmapin, propiedad de los militares y su producción es comercializada por Myawaddy Trading Co., subsidiaria de la UMEH y, por lo tanto, también con capital de los militares. De manera que BAT aparece tres veces asociada con la tiranía militar birmana.

Si la guerra contra este eje del mal estalla, es lógico pronosticar que los militares birmanos serán derrotados, que se llamará a elecciones libres y que Mr. Martín Broughton (presidente de BAT) así como los principales accionistas de la compañía, serán juzgados por comerciar con el enemigo. ¿Usted qué opina?

 

Enildo Iglesias

© Rel-UITA

31 de marzo de 2003

 

Nota: 


(1)  Myanmar es el actual nombre de Birmania.  

 

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