Luego de releer la noticia para convencerme, vinieron a mi
memoria los primeros círculos de estudio que
organizábamos en Porto Alegre, en la sede de la
Federación de la Alimentación de Rio Grande do Sul,
a principios de los años 80 con el país todavía
bajo dictadura militar. Recordé que en alguna
oportunidad la policía se interesó por aquellas
reuniones inquiriendo sobre su finalidad.
Respondimos que pretendíamos que los trabajadores
conocieran sus derechos y obligaciones. “Está bien
que aprendan sus obligaciones” respondieron, y se
retiraron.
En uno de aquellos círculos pregunté si alguien conocía la
razón por la cual el 1 de mayo era feriado y
solamente dos respondieron que se festejaba el día
de San José Carpintero. Confeccionamos un manual
con la historia del 1 de Mayo y todavía recuerdo
el recogimiento y emoción que embargaba a los
compañeros y compañeras cuando leían y comentaban
su contenido. Se abría ante sus ojos un ejemplo de
rebeldía y de lucha por la justicia, que en
aquellos años de terror adquirían un significado
especial.
Por eso me entristece comprobar que retrocedimos, y que 20
años después, el 1 de Mayo se “festeje” con un
recital de cantantes famosos que durará todo el
día. Me entristece saber que el “gancho” para
atraer a la gente a los actos consista, además del
carnaval, en la rifa de apartamentos, automóviles
y electrodomésticos. Me entristece el chantaje:
Paulo Pereira da Silva, dirigente de FS, anunció
que quien resulte sorteado y no se encuentre
presente, pierde. Me entristece saber que en un
país que todavía no ha logrado el despegue del
plan “Fome Cero” del presidente Lula, estas
centrales sindicales gasten casi dos millones de
dólares en un absurdo circo sin pan.
Además de tristeza experimento una mezcla de preocupación,
alarma y vergüenza ajena. Los casi dos millones de
dólares que se gastarán en los festejos son
aportes de algunas empresas que, para decir lo
mínimo, luego los descontarán de sus pagos de
impuestos bajo el rubro “apoyo a fines
culturales”. Entre otras de estas “bondadosas”
empresas contabilizamos a Telefónica (España),
Nestlé, la compañía aérea TAM, la antisindical
AmBev, el banco Santander, la fábrica de aviones
Embraer y la petrolera Petrobras.
Estos aportes llevaron a que André Gimarões -un
especialista en marketing contratado por la CUT-
explicara satisfecho que “la CUT no gastará nada
en el acto”. Evidentemente se refería a dinero,
porque la credibilidad no se mide en unidades
monetarias. Más pragmático fue Carlos Alberto
Grana (en el lenguaje popular brasileño “grana”
equivale a dinero) directivo de la CUT, al afirmar
que “la CUT necesita aproximarse a la población,
a los jóvenes, y no hablar únicamente para sus
militantes”.
Al mismo tiempo que se templan los tambores para el
carnaval del 1 de Mayo porque las centrales no
encuentran mejor cosa que hacer para acercarse a
la población, el Instituto Brasileño de Geografía
y Estadística (IBGE) anunció un nuevo aumento en
el desempleo, que pasó del 12 por ciento en
febrero al 12,8 en marzo. Y en lo que tiene que
ver con el poder adquisitivo del salario, el IBGE
registró en marzo una pérdida del 2,4 por ciento.
Para completar el marco que tendrán los festejos,
el gobierno acaba de anunciar que el aumento del
salario mínimo será de 20 reales, aproximadamente
seis dólares. De manera que el salario mínimo, que
la Constitución brasileña define como “capaz de
atender las necesidades básicas del trabajador y
su familia con vivienda, alimentación, educación,
salud, descanso, vestuario, higiene, transporte y
previsión social”, pasará de los actuales 240
reales a 260 (aproximadamente 79 dólares).
Pero no hay que perder la esperanza. CUT y FS estiman que
en ambos festejos se reunirán dos millones de
personas. Lo cual me recuerda que, casualmente en
un círculo de estudios en Brasil, un compañero
aseveró: “Si el elefante tuviera conciencia de la
fuerza que tiene, no andaría haciendo payasadas en
el circo”. Confiemos en que algún día dos millones
de personas reunidas tomen conciencia de su fuerza
para ver que pasa.
El segundo motivo para ser optimista es típico de este
país de insólitos contrastes que es Brasil. ¡Desde
principios del pasado marzo la policía federal
está en huelga! Agentes, escribientes y
dactiloscopistas que reclaman un ajuste en sus
salarios acatan el paro, lo que entre otras cosas
significa que la medida de Lula de registrar las
huellas digitales de los estadounidenses que
ingresan al país -en merecida respuesta a una
similar adoptada por el presidente Bush- es pura
fantasía. La Federación Nacional de los Policías
Federales ya manifestó que “el gobierno no negocia
y se está endureciendo, y sólo nos queda
endurecernos también”. ¡Cómo estarán las cosas que
la policía nos muestra el camino!
Enildo Iglesias
© Rel-UITA
30 de abril de 2004
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