Cada
vez producimos más pero utilizando menos mano de obra. Además se observa un
proceso muy fuerte de concentración de la propiedad.
En el año 1990, teníamos la misma estructura agraria que en 1908.
Los
organizadores de este encuentro, a quienes agradezco mucho la invitación, me
pidieron que intentara trazar cual es la situación general del sector
agropecuario, a fin de que estas exposiciones que se han realizado y que han
versado sobre el tema del azúcar específicamente, pudiesen ser enmarcadas en
un contexto más general en relación a lo que está sucediendo en el sector
agropecuario.
Como
todos ustedes saben, la situación del sector agropecuario es sumamente difícil,
especialmente a partir de los últimos dos años. Hace unos quince días
estuvimos reunidos en este mismo lugar, con directivos de la mesa coordinadora
agropecuaria –cuyo presidente hoy está acá– y ellos trazaron un panorama
sobre su situación y de alguna manera yo quiero conectar aquella charla, con lo
más específico que hoy estamos tratando referido al tema del azúcar.
Sabemos
que todos los rubros de producción están con tremendas dificultades, tal vez
el único rubro que nos dicen que se salva -este año particularmente- es la
producción vitivinícola. Pero lo que sabemos es, que ya sea por la baja de los
precios en los mercados internacionales -que es la excusa que generalmente se
argumenta- o ya sea por las condiciones de sequía que han imperado en el pasado
año, en general la situación de todo el sector es muy crítica. Sabemos también
que el nivel de endeudamiento del sector agropecuario es muy alto, es tan alto
como el registrado en el año 1982, cuando se produjo el famoso quiebre de la
tablita cambiaria. O sea que estamos en una situación muy parecida, a aquella
catástrofe que se produjo a final del período de la dictadura.
En
un trabajo que nosotros hicimos en el año 1993, es decir a pocos meses de
iniciado el Mercosur, señalábamos que los productos del sector agropecuario
uruguayo podrían dividirse en tres categorías básicas:
-
Productos que tenían condiciones de competitividad en el mercado
internacional, como lo han sido tradicionalmente la carne, la lana y los cueros.
-
Productos que tenían una competitividad adquirida, como ser los
productos lácteos; la cebada; citrus o el arroz; que habían adquirido
competitividad a través de un proceso forzado y largo, llevado a cabo con el
esfuerzo de todos los productores y de todos los que trabajan en el agro.
-
y luego había una serie de productos que tenían su competitividad
cuestionada, como consecuencia de la apertura de mercados. Dentro de esos
productos, que decíamos que tenían una competitividad cuestionada, estaba el
azúcar.
Es
decir que, ya desde un principio cuando se instrumenta y se pone en
funcionamiento el Mercosur, se veía con claridad que el tema del azúcar iba a
ser un problema complejo, y que necesitaba de la protección por un tiempo
suficientemente largo para producir la reconversión o para producir los cambios
tecnológicos que serían necesarios para poder competir en el Mercosur.
Hoy,
algunos de los que me antecedieron, hicieron referencia que desde muchos
sectores se habla que los subsidios y la protección son malas palabras. Bueno,
sabemos que ello no es nada más que un argumento, un recurso, porque hoy en
nuestro propio sector agropecuario hay rubros que si están protegidos, que si
están subsidiados como lo es la actividad forestal, que recibe una enorme
transferencia de dinero de toda la sociedad. Allí no está mal hablar de
subsidios, no es incorrecto hablar de subsidios, la decisión de subsidiar, de
proteger o no proteger, son decisiones de carácter político. Y hay subsidios
directos como es el caso de la forestación, pero también hay subsidios de carácter
indirecto, vinculados a programas de inversión, a la granja y a la
vitivinicultura. Es decir, que los subsidios y la protección son instrumentos
que se han manejado siempre desde nuestro gobierno. La decisión de qué se
protege o no se protege insisto, es una decisión puramente de carácter político.
Quisiera
hacer referencia, a que si bien en este momento el sector agropecuario está
inmerso en una situación muy crítica, la tendencia en los últimos 15 años
indica un crecimiento pequeño (entre el 2 - 3%), pero sostenido del sector. Por
otro lado, también hemos crecido en la capacidad de transformación de nuestros
productos. Nuestras agroindustrias han crecido y en consecuencia la proporción
de los productos agroindustrializados también han crecido en los últimos años.
También hemos crecido en las
exportaciones, en especial en aquellas dirigidas al propio Mercosur. Eso como
tendencia, siendo excepción lo que ha pasado en los últimos años.
Yo
quiero llamar la atención, en el sentido que a pesar de que el sector
agropecuario ha crecido, ha venido perdiendo consistentemente su capacidad de
dar empleo. Esto quiere decir, que cada vez producimos más pero utilizando
menos mano de obra, menos trabajadores en el campo. Esto se debe a dos procesos
que están muy relacionados entre sí: por un lado, se observa un proceso muy
fuerte de concentración de la propiedad. En el año 1990, teníamos la misma
estructura agraria que teníamos en 1908. O sea, la cantidad de explotaciones
agropecuarias y la forma como esas explotaciones se subdividen por tamaño, en
el año 1990, es la misma que teníamos en el año 1908. En ese año teníamos
55 mil explotaciones en el país, ese número crece en la década del 50 hasta a
un límite máximo de 85 mil explotaciones y a partir de ahí comienza a
decrecer. Se estima que las cifras que arrojará el censo agropecuario realizado
este año, van a mostrar una pérdida aún mayor de explotaciones agropecuarias,
especulándose que habrán unas 40, 45 mil explotaciones. Por lo tanto, acá hay
un proceso muy importante de concentración de la propiedad y concentración de
los recursos productivos en menos gente, lo cual ha anulado todo el proceso de
colonización y de subdivisión de la tierra y del reparto de la tierra.
Por
otro lado, la segunda razón por la cual cada vez tenemos menos trabajadores en
el campo, es el cambio tecnológico. Un cambio tecnológico que ha sido
acelerado hacía la búsqueda de modificaciones, que utilicen cada vez menos
mano de obra. En la última década la cantidad de trabajadores totales
empleados en el agro, ha disminuido en un 13%, mientras que la cantidad de
asalariados rurales ha disminuido en un 22%.
En
síntesis, a mí me parece que lo que está ocurriendo hoy en Bella Unión, es
el agravamiento de una situación -ya muy complicada- por la disminución de la
protección arancelaria que tenía la producción de azúcar. Esto está
enmarcado en un proceso que afecta además, a todos los sectores no competitivos
del agro. Por otro lado, ha habido una destrucción creciente de la agricultura
familiar, junto a un proceso de precarización del trabajo como consecuencia de
las políticas económicas que se están implementando.
Como
lo han señalado las gremiales de productores familiares, es necesario un
programa de políticas diferenciadas para la agricultura familiar. No es posible
tratar igual a lo que es diferente. La producción familiar no es lo mismo que
la producción empresarial en el agro y la agricultura familiar necesita políticas
diferenciadas específicas y las gremiales de la agricultura familiar tienen un
programa muy detallado acerca de que consisten estas políticas diferenciadas.
Por
otro lado, creo que son necesarias políticas de recapacitación de los
trabajadores asalariados rurales, y de generación de empleo en áreas rurales,
porque por el camino que vamos –insisto– cada vez habrá más problemas de
empleo.
Finalmente
creo que son necesarias políticas de protección, que pueden ser graduales, que
pueden ser medidas, para aquellos productos no competitivos como es el caso del
azúcar, a fin de dar tiempo a la reconversión o a la adaptación a las
condiciones de apertura que hoy sabemos que es la política predominante en el
país.
Diego
Piñeiro
Ingeniero Agrónomo
Conferencia
brindada en el Paraninfo de la Universidad
Montevideo, 19 de diciembre 2000