Cuando la vida está en
juego
Las
negociaciones internacionales de la UITA
van
más allá de un acuerdo |
Carta de Guatemala*
Una soleada
tarde en la Ciudad de Guatemala hace algunas semanas hombres armados
irrumpieron en la casa de José Armando Palacios. Al enterarse de que no
estaba en su casa, ataron a la hija, que tiene nueve años, y al hijo de 17
años.
Apuntándoles
con un arma en la cabeza les exigían que dijeran dónde estaba el padre. Los
hijos no sabían.
Ni siquiera
sabían qué delito había cometido el padre hasta que los hombres les dijeron:
“Vamos a encontrar a ese hijo de puta y va a morir, por sindicalista".
José Armando
es afiliado a SITINCA,
sindicato que agrupa a trabajadores de
Incasa, de una planta
embotelladora de Guatemala y de una productora de café del sur de ese país.
Desde que se afilió al sindicato se convirtió en activista, convenciendo a
otros trabajadores de afiliarse y, a veces, parando la línea de producción
en una fábrica cuando se violaban los derechos de los trabajadores. Por eso
ha padecido amenazas, un atentado contra su vida y la visita de hombres
armados a su casa.
Como esta
estrategia de intimidación no lo convenció de abandonar su actividad
sindical, la compañía sencillamente lo despidió. Cuando pidió una
explicación, la empresa le dijo que no les caía bien. Ahora, junto a otros
trabajadores e integrantes del sindicato está luchando por su restitución.
En Guatemala
sólo el 1,7% de los trabajadores está afiliado a un sindicato. Quienes lo
están, como José Armando, se encuentran con que en su lucha por defender los
derechos de los trabajadores, arriesgan no solamente su trabajo, sino
también sus vidas y las de sus familias.
No fueron
muchos los cambios para el movimiento sindical desde la firma de los
acuerdos de paz de 1996 que pusieron fin a 36 años de guerra civil, en la
cual muchos activistas sociales “desaparecieron” y muchos otros tuvieron que
exiliarse. Algunas personas creen que las cosas están igual o peor.
“Las amenazas
y la persecución contra nosotros continúan. Durante la guerra civil, cuando
caía un sindicalista se podía responsabilizar al ejército y al Estado,
ahora, cuando matan a un sindicalista, el gobierno lo considera un delito
común, permitiendo la total impunidad de las compañías", explica Juan
Francisco Orellana, secretario general de SITINCA. “Por otra parte está la
nueva estrategia antisindical con el uso que hacen las compañías del
solidarismo, que es sumamente perjudicial para el movimiento sindical".
El solidarismo
es una estrategia empleada por las empresas en toda América Central para
debilitar al movimiento sindical. Los empleados son invitados por la
compañía a adherir a una nueva forma de asociación de trabajadores que
ofrece una cantidad de servicios, entre ellos acceso al crédito y fiestas
periódicas. Pero no les permite cuestionar a la compañía en temas como
salarios o condiciones laborales o negociación colectiva.
La
Organización Internacional del Trabajo (OIT) demuestra que este tipo de
organización no cumple con los requisitos de la libertad de asociación.
La planta
embotelladora de Coca Cola
aquí ha sido muy eficaz. El sindicato que llegó a tener 500 afiliados,
perdió 398 que se pasaron al movimiento solidarista. Se dice que algunos lo
hicieron bajo amenaza de perder el empleo o de que se cerraría la planta si
continuaban con sus actividades sindicales.
Pese a las
dificultades, José Armando y Juan Francisco continúan decididos: "Seguimos
luchando porque sabemos que sin una organización sindical perderíamos todo
lo que se ha ganado en la lucha hasta ahora. Si bien nuestras conquistas son
pequeñas, para nosotros representan 33 años de lucha por los derechos y la
dignidad de los trabajadores, y no podemos permitir que todo se pierda ahora
por un poco de miedo”, dice Juan Francisco.
Y todavía hay
esperanza. Este año Coca Cola
emitió una declaración tras una reunión con la Unión Internacional de
Trabajadores de la Alimentación, Agrícolas y Afines (UITA) en la cual
reconoció que todos los trabajadores de
Coca Cola tienen derecho a
ejercer sus derechos a integrar un sindicato sin presión o interferencia. En
este momento la UITA está en conversaciones con la compañía para que esta
declaración llegue a convertirse en un acuerdo internacional. Si bien la
sede central de Coca Cola
en Atlanta puede parecer muy alejada de este pequeño sindicato de una
embotelladora en el sur de Guatemala, ese acuerdo internacional podría
cambiar la vida de los integrantes de este sindicato.
Y tal vez José
Armando logre salvar su vida.
Fionuala
Cregan
1 de
noviembre de 2005