Uruguay
Con
Felipe Carballo, diputado del Frente Amplio
Por la dignificación del asalariado rural |
Aunque
transita ahora por las mullidas alfombras de color carmesí
del parlamento, su andar, su forma de hablar y su prédica
delatan a las claras el pasado de asalariado rural y
sindicalista de este muy joven legislador de izquierda
uruguayo.
-Felipe, ¿qué edad tenés?
-31 años.
-Cuándo comenzaste a trabajar en los naranjales, ¿tenías...?
-Fue en 1994, tenía 21 años.
-¿Ya existía el Sindicato Único de Obreros Rurales y
Agroindustriales (SUDORA)?
-SUDORA se constituyó en 1992 en el establecimiento El
Espinillar. Al principio nucleaba a los trabajadores del
corte de la caña de azúcar, y luego se extendió a los
trabajadores del ingenio. Con el cierre de El Espinillar, el
sindicato se desarticuló. En mi bautismo como cosechador de
naranja, SUDORA se encontraba en un proceso de
reorganización en el cual participé, lo que significó
también mi bautismo sindical.
-En 1996 el sindicato –armadito– sale de las plantaciones en
su lucha por el convenio colectivo.
-Tras todo un trabajo de organización de muy bajo
perfil, porque se corría el riesgo de que nos despidieran a
todos, llegamos a la ciudad en el marco de un plan de lucha
por el convenio colectivo, que se firmó ese mismo año.
-Dos años más tarde vuelven a Montevideo para denunciar las
pésimas condiciones de trabajo.
-Sobre todo la situación originada por el uso
indiscriminado de agrotóxicos y las fumigaciones aéreas, una
práctica que no era utilizada desde la década del sesenta.
En ese año conocimos al brasileño Sebastião Pinheiro, que
llegó a Salto con la UITA preguntando a las autoridades, a
los empresarios y a la población: "si fumigan con aviones
mientras los trabajadores están en las plantaciones, y la
deriva con su veneno llega hasta la misma ciudad, ¿cuál es
la plaga que se combate?"
Luego de escuchar a Sebastián en el Ateneo atiborrado
de trabajadores y confirmar todo lo malo que sospechábamos,
nos fuimos a Montevideo.
Hace unos días recordé todo aquello, cuando en la
Cámara de Diputados justificaba por qué Uruguay debía
ratificar el Convenio 184 de la OIT sobre Salud y Seguridad
en la Agricultura.
-Convenio que fuera aprobado por unanimidad en la noche de
ayer miércoles en esa cámara.
-Efectivamente. El 2 de junio se habían obtenido 36
votos a favor en 38 representantes presentes, pero el quórum
necesario para sesionar es de 50 diputados. Anoche la
ratificación del convenio fue aprobada por los 80 diputados
presentes en la sesión.
-¿Fue una larga lucha?
-Desde 2002, junto a la Rel-UITA y una serie de
organizaciones sindicales y ambientalistas del país,
estábamos abocados a una campaña para la ratificación.
Además de las movilizaciones de los asalariados rurales,
contamos con la valiosa contribución de los diputados del
Encuentro Progresista-Frente Amplio José Mello, Raúl Sendic,
Gustavo Guarino y Margarita Percovich.
-El convenio ha quitado el manto de olvido que cubrió la
problemática de los asalariados rurales por décadas.
-Los sucesivos gobiernos uruguayos no le han dado
importancia a esta temática. La legislación vigente para el
sector data de 1948, y fue modificada por la dictadura
militar en 1978.
El convenio 184 (que por primera vez en el derecho
internacional garantiza a los trabajadores y trabajadoras
agrícolas los mismos derechos y niveles de protección que
ostentan otras categorías de trabajadores) es un instrumento
que permitirá dignificar el trabajo de los asalariados
rurales. El sector agropecuario, que es el que genera más
divisas al país, tiene a sus trabajadores padeciendo
denigrantes condiciones de trabajo y de calidad de vida.
Desde el punto de vista político, la ratificación
constituye un importante logro, porque el gobierno estará
obligado a convocar a los sindicatos y a los representantes
de los empleadores para instrumentar el convenio. Allí
discutiremos, además de un modelo agrícola que devora
petróleo, suelos y hombres, la sistemática persecución
antisindical y las listas negras.
-Cuando cosechabas naranjas en tu Salto natal, ¿pensaste
alguna vez que serías diputado?
-Cuando uno trabaja en la cosecha y la camisa
naranjera suele pesar 50, 60 kilos, uno piensa...
-En cómo diablos te sacas esa camisa de una buena vez.
-(Risas) Es un trabajo terrible, subiendo y bajando
por unos palos que mal pueden llamarse escaleras. Duelen la
espalda, las rodillas, los pies, el alma. Pero lo cierto es
que cuando uno toma conciencia de que hay una "camisa" del
gobierno que protege toda esa injusticia y explotación, la
militancia política viene solita.
Gerardo Iglesias
© Rel-UITA
17 de junio de 2004
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