El pasado 26
de marzo se firmó un nuevo Convenio Colectivo entre
SINTRAINAGRO y AUGURA, el gremio de la patronal bananera. A
diferencia de otros procesos de negociación, esta vez el
Sindicato no tuvo necesidad de instrumentar fuertes medidas
de presión. Entre lo conquistado se acordó incrementar la
cantidad de mujeres trabajadoras, ya que desde hace muchos
años prácticamente se las ha marginado de la plantilla
laboral. Pero además, SINTRAINAGRO se ha convertido en un
punto de encuentro de bravas mujeres que, en un contexto de
exclusión, intentan dar a su vida un mejor presente.
Adela
Torres Tovar,
47 años, divorciada, es madre de Mayleth (25) y
Aidés (23). En 1993 fue contratada en la finca “El
Tato”, donde desempeñó labores de desflore y empaque.
En aquellos años, cuando la pólvora era el incienso en
Urabá, ella supo abrirse camino en un mundo y un sindicato
dominado por hombres, y nadie le regaló nada para llegar a
la secretaría general del Sindicato Nacional de Trabajadores
de la Industria Agropecuaria (SINTRAINAGRO): una
organización donde hay cuotas de poder pero no hay cuotas de
género.
Un dato relevante a tener en cuenta: en las últimas
elecciones ella obtuvo el mayor número de votos, quiere
decir que muchos compañeros reconocen en Adela a
una dirigenta que tiene capacidad para representar los
intereses de todos los trabajadores. Esto habla bien de
Adela y, al mismo tiempo, da pie para entender que tanto
en el comportamiento de los compañeros, como en la dinámica
de la propia organización, algo se mueve en dirección a
disminuir los niveles de discriminación femenina en el
ámbito sindical y laboral.
“En Urabá nada es sencillo -dice Adela- en algunas
circunstancias se afirma que es la mejor esquina de
Colombia, y en otras se convierte en un callejón sin
salida. Aquí se está lejos de los centros de estudio; mata
más la distancia que hay a un hospital decente que la propia
enfermedad o la herida. En Urabá las mujeres parimos más
hijos e hijas que en cualquier otra región del país y lo
hacemos muy jovencitas”, sentencia Adela, y su
ronca voz nos introduce a ese escenario complicado que ella
conoce muy bien.
Hoy representamos apenas el 6 por ciento de la
fuerza laboral bananera en Urabá. Da la
impresión de que la paz también nos discrimina |
“Bueno, pero también pasan cosas positivas como la última
negociación del Convenio Colectivo. Cuando todo el mundo se
preparaba para la huelga, el Sindicato y el gremio bananero
dieron la sorpresa firmando la nueva Convención en tiempo
récord.
Ahora muchos hablan de un ‘milagro’, pero no es así
-enfatiza-. Desde hace años venimos profundizando el
proceso de diálogo social en la región, fortaleciendo el
Sindicato y su capacidad negociadora. Asimismo, tenemos que
reconocer la intervención positiva del vicepresidente de la
República, Angelino Garzón, un profundo conocedor de
esta región, su historia y padecimientos”.
La trabajadora bananera
Entre la violencia y la
violencia
“La suerte de
nosotras vino por la desgracia de los hombres; después de la
masacre de Honduras, La Negra, había muchas viudas, no había
hombres”1.
La espiral de violencia que sacudió a Urabá a mediados de
los años 90 coincidió con una mayor presencia de la mujer en
las plantaciones bananeras. “En ese periodo fueron
asesinados muchos varones, y otros se vieron forzados a
desplazarse, lo que generó una gran escasez de mano de obra
que repercutió en la contratación de muchas mujeres”2.
En
Urabá, el promedio de edad en que las
trabajadoras tienen su primer hijo o hija es de
17 años, y eso no ha cambiado desde 2004, cuando
se hizo el primer estudio al respecto
|
Cuando se lanzó la campaña internacional de la UITA “Urabá,
Somos Todos”,
en 1996,
sólo en el
municipio de Apartadó, con 60 mil habitantes, había 4 mil
viudas cuyos maridos habían muerto en acciones violentas.
“En aquella época -rememora la secretaria general del
Sindicato- los requisitos para el ingreso de las mujeres a
las fincas eran más flexibles. Se necesitaba mano de obra y
las mujeres eran la solución. Recuerdo que entonces se
buscaba personal en los barrios, invitando a las mujeres a
enrolarse en las bananeras. Ahora muchos empresarios
consideran que contratar mujeres es un problema.
Luego, cuando la región se normalizó y los grupos armados
ilegales dejaron de actuar en Urabá, la mujer comenzó a ser
desplazada de los centros de trabajo.
Hoy representamos apenas el 6 por ciento de la fuerza
laboral bananera en Urabá. Da la impresión de que la paz
también nos discrimina”, lamenta Adela.
Una pobreza con rostro de
mujer
Entre la violencia y el
desamparo
“Tengo cuatro
hijos, soy mamá y papá.
Pasó lo mismo
de siempre: él se fue”3.
¿Qué tenemos claro?, que toda esa labor no la
podemos realizar en solitario. Hay que
organizarse para luego establecer vínculos con
otros actores, porque la problemática desborda
al Sindicato y sus posibilidades |
En una investigación realizada en 2004 por la Escuela
Sindical Nacional,
se comprobó
que el 71 por ciento de las trabajadoras bananeras eran
jefas de hogar,
como consecuencia del conflicto armado -como ya se explicó-
o por motivaciones culturales que generan una gran
inestabilidad en los vínculos conyugales de muchos hombres.
Otra situación que incide negativamente en la inserción
laboral femenina es que las mujeres de Urabá tienen más
hijos que las de otras regiones del país. En promedio tienen
cuatro hijos/as, y en su mayoría ya son madres durante la
adolescencia.
La citada
pesquisa señalaba que el promedio de edad en que las
trabajadoras tuvieron su primer hijo o hija era de 17 años,
y eso no ha cambiado.
“Ser madre tan joven -comenta Adela- limita
las posibilidades de acceder a estudios superiores y a estar
más calificada, entonces se tienen menos oportunidades en el
mercado laboral. Ello explica, en buena medida, por qué las
mujeres engrosan la economía informal y son predominantes en
contextos de desempleo”.
Caminando, curando las
heridas
Entre la violencia y la
utopía
¿Cómo
minimizar la problemática que presenta la mayoría de las
mujeres en Urabá? ¿Cómo levantarse ante cada frustración y
no dejarse ganar por la parálisis del “no se puede”?
Adela
ha integrado la Comisión Negociadora del Sindicato en los
últimos cinco Convenios Colectivos. En ese ámbito de toma de
decisiones, ha insistido en los problemas, las necesidades e
intereses de las mujeres trabajadoras, logrando varios
avances.
“En el Convenio que acabamos de firmar conquistamos algo muy
importante:
que se
contrate a una mujer en cada una de las 291 fincas de la
región, independientemente de cuántas ya se desempeñen en
cada una de ellas. Esta disposición permitirá aumentar el
total de mujeres trabajadoras y generar más oportunidades.
Procuramos identificar nuevas miradas y provocar
nuevas actitudes que nos acerquen a la
construcción de proyectos de economía solidaria
y promoción de la ciudadanía. Un gran desafío,
pero vamos caminando |
Esto es algo muy positivo, pero como la problemática que
afecta a la mujer en esta región es tan profunda -reflexiona
Adela- se hace necesario desplegar muchas otras
iniciativas, como la de crear espacios de diálogo, de
contención y organizar la solidaridad.
¿Qué tenemos claro?, que toda esa labor no la podemos
realizar en solitario. Primero hay que organizarse y luego
establecer vínculos con otros actores de la sociedad, porque
la problemática desborda al Sindicato y sus posibilidades.
Por ello, desde la
Fundación Social
Tejiendo Huellas,
procuramos identificar nuevas miradas y provocar nuevas
actitudes que nos acerquen a la construcción de proyectos de
economía solidaria y promoción de la ciudadanía desde la
organización y la participación activa. Un gran desafío,
pero vamos caminando”, asevera Adela.
Esta Fundación tiene una antigua aspiración: el Proyecto
de Confecciones. Hace unos años se estableció en el
Convenio Colectivo que la ropa de labor para los 18 mil
trabajadores bananeros fuera provista por mujeres
integrantes de la Fundación Social Tejiendo Huellas.
“Hoy tenemos 55 mujeres capacitadas a través de un acuerdo
con el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y
SINTRAINAGRO, que ha cedido parte de su local para el
desarrollo de los cursos. El proyecto prevé la confección de
las 64 mil prendas de trabajo que las fincas bananeras
necesitan cada año, y para ello se requiere la participación
de 250 mujeres”.
El emprendimiento avanza más lento de lo que las necesidades
lo demandan, pero al paso seguro que la responsabilidad
exige.
“Es que no podemos fracasar -advierte Adela, su
principal mentora-. Administramos como podemos la ilusión de
muchas mujeres que ven en el proyecto el camino para acceder
a un bienestar social, y la Fundación está comprometida en
aumentar los niveles de empleo y contribuir a la
reconstrucción de tejido y desarrollo social”.
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