Ana
Lucía Rodríguez es afrodescendiente, como la enorme mayoría
de los pobladores de Urabá. Tiene 53 años, mirada apacible y
rostro sereno. Es la directora administrativa del Colegio
Jesús Alirio Guevara (mártir sindical), construido por
iniciativa de Rel-UITA y SINTRAINAGRO con apoyo inicial de
ISCOD1.
Con su esposo Gerardo Velásquez, Ana Lucia fue parte del
enjambre humano de desposeídos que conquistó los terrenos
donde, en 1992 -“luego de agotar las vías del diálogo”,
afirma sonriendo- se fundó el Barrio Obrero.
Ella nació, se crió y se formó con vocación de educadora.
Ana Lucía y su esposo Gerardo fundaron la primera
escuela del Barrio Obrero, llamado así porque está integrado
por trabajadores bananeros y sus familias, a los que se
sumaron desplazados y desposeídos en general. “Eran terrenos
húmedos y mal olientes, pasamos a convivir con los zancudos
en casas construidas con desechos de cartón y plásticos de
las bananeras –recuerdan–. Por lo mismo, las tres aulas de
la primera escuela fueron construidas con desechos de madera
y plásticos, sin ningún tipo de servicio público o
sanitario”.
-¿Pero
hoy el barrio es diferente?
-Sí, luego de la desmovilización de la antigua guerrilla
maoísta Ejército Popular de Liberación (EPL) y de
mucho trabajo comunitario que fue acompañado por
SINTRAINAGRO, hoy el barrio es legal y, en todos los
aspectos, de los más desarrollados de Apartadó, las casas de
desechos ya desaparecieron.
Vista
frontal del colegio
-¿Qué
ocurrió con la presencia de UITA en la comunidad?
-Recuerdo que un día llegaron a la vieja escuelita los
compañeros de SINTRAINAGRO, que venían con usted y
con Enildo Iglesias, quienes vieron el
hacinamiento de más de sesenta niños por aula,
sentados en el piso, con pizarras y tizas. No teníamos más
material de trabajo y recuerdo que los archivos los
guardaba en el cajón de mi ropa para protegerlos de la
humedad. Los atendí por una ventanita por falta de espacio
en mi aula. Creo que la situación los impresionó, y ese fin
de semana nos convocaron al salón central de la comunidad y
propusieron trabajar con el sindicato y la comunidad, la
posibilidad de construir una escuela decente. Fue mucha la alegría y
la bendición de mi Dios, tanta que no creíamos.
-¿Por
qué no creían?
-Por este barrio habían pasado muchas ONG, tomaron
películas, prometieron el cielo y la tierra… pero nunca
regresaron.
-¿Cómo se convencieron del proyecto?
-Empezamos a creer cuando se hicieron nuevas reuniones ya
para crear los comité de trabajo y definir las jornadas de
los fines de semana. El Colegio se construyó con la mano de
obra aportada por nuestras familias y a puro sancocho2 de
plátano los domingos y feriados.
-¿Cuánto
tiempo llevó la construcción?
-Desde fin de 1997 hasta marzo de 2001, cuando ingresó la
primera generación. Recuerdo que se formó una Junta de
Dirección de la construcción que la integraban
representantes de SINTRAINAGRO, de UITA y de
la Junta de Acción Comunal. También recibíamos visitas de un
representante español del ISCOD.
-¿Y qué
piensa ahora, ya con varios años en el nuevo Colegio?
-Bueno, que de cuatro aulas que se proyectaron se terminó en
una construcción para 1.450 estudiantes, organizados con
todos los requerimientos pedagógicos, logísticos y
académicos. Ya contamos con la aprobación legal para la
totalidad de la primaria y la secundaria, hemos formado ya
tres promociones de bachilleres y la última calificación del
Ministerio de Educación nos colocó entre los mejores de la
región.
-¿Cuánto
paga cada estudiante?
-El Colegio es mixto y cumple con la filosofía que nos
propusimos con UITA y SINTRAINAGRO: la
totalidad de los estudiantes tienen educación gratuita,
incluidos los materiales didácticos, y en él estudian
jóvenes de escasos recursos o en situación de miseria total.
A la izquierda la escuela
antigua y al lado parte de la construcción nueva
-¿Quién paga?
-El gobierno departamental, incluidos los 35 docentes y los
nueve funcionarios de administración. Todo ha costado una
lucha dura, pero gracias al acompañamiento de UITA y
del Sindicato, salimos adelante. No obstante, aún quedan
cosas por hacer.
-¿Como
cuáles?
-Aulas para nuevos programas pedagógicos, el comedor escolar
pues llegan niños sin haber desayunado y se marchan sin
comer nada, dotar y organizar la biblioteca con sistemas
virtuales como Internet, un polideportivo que ya se
encuentra adelantado y trabajar la licencia para educación
de adultos.
-¿Cuál
es su balance final?
-Siempre destaco que la solidaridad de la UITA, el
ISCOD y el gobierno
de Navarra de España hacia esta comunidad de trabajadores bananeros,
jóvenes
y niños -en buena
parte huérfanos por el asesinato de sus padres en las
terribles masacres que vivimos- es un noble gesto de
respaldo que los está convirtiendo en ciudadanos de bien,
formándolos para la construcción de la sociedad incluyente que
siempre hemos anhelado.
En Apartadó, Urabá, Luís
Alejandro Pedraza
©
Rel-UITA
27
de febrero de 2006 |
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1
Instituto Sindical de Cooperación al
Desarrollo.
2
Sopa tradicional Centroamericana
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