-¿Qué inquietudes
presentó el gobierno?
-El Presidente hizo un
abordaje afirmando que la cuestión de los agrocombustibles, y
particularmente el etanol, hacen parte del plan estratégico del gobierno en
un momento histórico donde hay una fuerte demanda del mercado internacional.
Manifestó además que Brasil tiene condiciones únicas para liderar la
producción, pero que él está preocupado con la situación de los
trabajadores. Y que las organizaciones que representan a los trabajadores
deberían aprovechar esta oportunidad para obtener conquistas.
Entonces lanzó la pregunta
de qué podría hacer el gobierno para ayudar a mejorar las condiciones de los
trabajadores.
Realizamos una serie de
propuestas. Una de ellas es que el gobierno debería mediar y liderar
proactivamente a favor de los trabajadores una negociación nacional para la
adopción de un pacto colectivo federal que establezca las condiciones
mínimas de salario, de trabajo y salud del sector sucroalcoholero.
-¿Esto se debe a que
las condiciones de trabajo y salariales son muy dispares entre un estado y
otro?
-¡Absurdamente dispares!
En Brasil el capital se desplaza de un lado para otro, procurando los
mayores lucros. Entonces le dijimos al Presidente: si usted hace de los
agrocombustibles una marca nacional, si usted a todas partes lleva la
bandera de Brasil, nosotros queremos un Convenio Nacional. Los
cortadores de caña no pueden trabajar en regímenes diferentes u obtener
salarios diferentes según labore en Rio de Janeiro, São Paulo o en el
nordeste, porque el producto es uno solo.
-¿Cuál fue la respuesta
del Presidente?
-El fue expeditivo y me
pidió que enumerase los principales ingenios que controlan la producción en
Brasil. Ahora estamos aguardando el resultado de sus gestiones.
Otra cuestión que
abordamos es que el gobierno financia la expansión del sector sucroalcoholero
de dos maneras: primero no cobrando la gran deuda pública que tiene este
sector, que desde la década del 70, con la promoción del Programa “Proalcol”
en medio de la crisis del petróleo, recibió mucho dinero público. Este
sector, que tiene todavía una deuda monstruosa con la seguridad social,
pretende exportar por todo el mundo. Por eso le dijimos al Presidente que
esa deuda debe cobrarse, porque es dinero del pueblo el que está financiando
a este sector.
Otra cosa que expusimos es
que los bancos de inversiones públicas continúan financiando a poderos
grupos económicos, en algunos casos inclusive con recursos del Fondo de
Amparo al Trabajador (FAT). Estos mismos grupos adeudan a los
trabajadores y a la propia sociedad.
Le dijimos al Presidente: si
usted hace de los agrocombustibles una marca nacional, si usted
lleva a todas partes la bandera de Brasil, nosotros queremos un
Convenio Nacional. |
Por ello, sería importante
que el gobierno creara un sistema de control social nacional de esas
inversiones públicas, para que no se celebre ningún contrato de inversión
con el sector privado sin asegurarse de una contrapartida social y
ambiental.
Esta cuestión quedó
pendiente, y aunque el Presidente manifestó que en su evaluación los bancos
no estarían financiando la producción sucroalcoholera, los Ministros presentes
afirmaron que realmente hay mucha inversión pública en el sector.
-¿Se habló sobre algún
otro tema?
-Desde los puntos de vista
social y ambiental, que son los dos mayores impactos nefastos de la
expansión sucroalcoholera, es preciso definir políticas públicas que abarquen
toda la cadena productiva. Los problemas de los cortadores de caña en verdad
comienzan en la industria, con la planificación que la industria hace de la
zafra, con las variedades de caña seleccionadas, con las metas de cortes,
etc.; ella impone el ritmo al sector agrícola.
La misma situación ocurre
desde el punto de vista ambiental, no da para discutir el problema de la
caña abordando sólo el aspecto de la quema. Desde la preparación del suelo,
la selección de esa tierra que dará lugar al monocultivo o a un ingenio,
hasta el descarte de los residuos industriales, todo conlleva problemas
ambientales. Es importante recordar lo siguiente: en Brasil no hay
mucha exigencia sobre los riesgos ambientales que pueden provocar los
ingenios (usinas), y no hay ningún estudio de impacto ambiental de los
cultivos. El gobierno tiene el deber de pensar junto con la sociedad, una
política pública que comprometa a este sector desde el inicio hasta el final
de la cadena productiva.
Por su lado, los
trabajadores deberían unirse en una pauta que aglutine desde el trabajador
rural hasta el trabajador de la industria.
Por último, el Presidente
se mostró preocupado con el tema de la mecanización. Le respondimos que en
el estado de São Paulo, el proceso de la cosecha de la caña cuenta con 20
años, provocando dos situaciones. La exclusión en masa de trabajadores y una
mayor precarización de las condiciones laborales para los trabajadores que
quedaron, porque ahí se da una gran competencia con la máquina. El hombre es
controlado por la máquina, y esta situación está llevando a la muerte a
muchos trabajadores y provocando la proliferación de enfermedades y
accidentes.
El proceso de mecanización
no sólo no resuelve el problema de salud sino que lo empeora.