Muchos recordarán a Judith desde su labor
sindical en la Federación Nacional de
Trabajadores Azucareros y como Secretaria de
Relaciones Internacionales de la Central
Sandinista de Trabajadores (CST). Fue una de
las compañeras más activas durante la XI
Conferencia Regional Latinoamericana de la
UITA, celebrada en Santo Domingo en 1995.
Después de once años la volvimos a ver;
ahora es presidenta ejecutiva del Instituto
de la Vivienda Urbana y Rural (INVUR), pero
sigue siendo la misma Judith que todos
recordamos. Con ella hablamos de otros
tiempos y de los desafíos actuales.
No es fácil para la mujer abrirse paso por
los caminos donde hasta hace muy poco sólo
los hombres circulaban a su antojo. En
Nicaragua, a pesar de que la
Constitución Política en vigencia desde 1987
determina que mujeres y hombres tienen
iguales derechos,
de los 110 diputados electos sólo 24 son
mujeres (21,8 por ciento).
En
el actual gobierno, de cada diez altos
funcionarios apenas tres son mujeres y de 41
entes autónomos, únicamente once son
dirigidos por mujeres.
Judith
es presidenta del Instituto de la Vivienda
Urbana y Rural (INVUR). Nadie le
regaló nada, todos saben de su lucha y su
don de gente. Fue ella quien se enteró por
la prensa de nuestra presencia y la propia
Judith marcó las coordenadas del
encuentro. Junto a su compañero, Ervin
Jensen, y a Marcial Cabrera,
Judith entró al restaurante donde la
esperaba y al verme, de lejos nomás, su voz
ronca y su tonada campesina retumbaron en el
lugar:
-¡Hombre, que alegría!
-Yo pensé que ahora con tal investidura, se
había olvidado de los amigos -le dije,
provocándola.
-¡Qué bah! ¡Sigo siendo más sindicalista y
de la UITA que vos! -respondió
socarronamente.
Fue sentarnos y preguntarme:
-¿Recordás que después de entrevistarte con
Ervin (Jensen, del Sindicato
Industrial de Dinamarca) llegaste a la
central y te pregunté:
-¿Cómo te fue con el danés?
-¡Ese tipo está loco! ¡Tiembla todo el
tiempo! –respondiste.
-No Gerardo -te comenté-, lo que pasa
es que está con dengue y la fiebre lo tiene
a mal traer.
-A mí no me gustó, es todo raro…
-insististe.
Y entonces, medio seria, te dije:
-Gerardo, Jensen es mi
compañero…
-Nunca voy a olvidar tu cara en ese momento
-recordó Judith riéndose a más no
poder.
Al día siguiente nos recibió en la sede del
INVUR, donde continuamos la charla.
-Acepté el reto el pasado 11 de enero, a
partir de que Daniel (Ortega)
asumió el gobierno de reconciliación
nacional, y me encuentro trabajando en
definir una agenda en torno al desarrollo de
proyectos habitacionales que beneficien a
los sectores de bajos ingresos.
-¿Con qué panorama te encontraste?
-¡Difícil, muy difícil! El déficit de
viviendas que hay en Nicaragua oscila
en unas 400 mil; el 53 por ciento de la
demanda proviene de áreas urbanas y 47 por
ciento de las zonas rurales. Un dato
alarmante: en los últimos once años se
construyeron sólo 11 mil viviendas.
-¿Cuál es la situación en el medio rural?
-Sucede que hay un proceso de vaciamiento
del campo. El modelo de producción agrícola
prescinde de la gente que termina
desplazándose a las ciudades en la búsqueda
de oportunidades, y lo que hace es hacinarse
en asentamientos.
-Estuviste varios años en Dinamarca…
-¡Sí, bien lejos que me fui! (se ríe). Como
tú sabes mi compañero es danés, y a su país
nos fuimos por mi hija. A Sarita se le
detectó cáncer y allá había más
posibilidades de salvarla. Por suerte ella
mejoró y pudimos regresar.
-¿Cómo fue esa experiencia?
-¡Dura mi hermano! Porque uno extraña mucho,
extraña sus cosas, su cultura y nuestra
forma de ser, porque aunque aquí hay mucha
pobreza uno no se olvida de reír, de tener
esperanzas, de reunirse entre amigos. Tú
sabes, la gente allá es bien diferente, algo
fría como el clima, que es inclemente.
-¿Y qué hiciste para sobrevivir?
-Primero, convencerme que me tenía que
quedar por mi hija y luego busqué un empleo.
Y allá trabajé limpiando escuelas. Como no
tenía dinero para comprar un carro, tuve que
aprender a andar en bicicleta para ir al
trabajo en la madrugada. Yo acá manejaba el
carro de la Central, pero nunca me había
subido a una bicicleta. Bueno, a pesar de la
nieve, el hielo y a fuerza de golpes,
¡aprendí, cómo no!
-¿Qué recuerdos tienes de la UITA?
-A la UITA me une una amistad desde
que yo ocupaba la Secretaría de Relaciones
Internacionales de la Central Sandinista de
Trabajadores (CST). Desde allá, desde
aquellos años duros para el movimiento
obrero y para el país estrechamos una gran
relación de trabajo y amistad que dura hasta
el presente. Es una gran alegría
reencontrarme con UITA porque creo
que de ahora en adelante hay cosas concretas
que podremos hacer juntos.
|