En un país agrícola ganadero como Uruguay, con peones de
estancia, zafreros y pequeños productores rurales esparcidos
en la campaña, la izquierda política y el sindicalismo
obrero se desarrollaron en torno a las industrias
concentradas en las ciudades, fundamentalmente de
Montevideo.
Sin embargo, a mediados del siglo pasado algunos luchadores
sociales comenzaron un proceso por entonces utópico:
integrarse al medio rural, convivir con los explotados y
contribuir a su sindicalización. Entre ellos estaba Raúl
Sendic, que se convirtiera años después en líder histórico
del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.
Mientras tanto, militantes de izquierda como la comunista
Julia Arévalo accedían al Parlamento y desde allí defendían
a los trabajadores rurales en sus primeros intentos de
agremiación.
Fue tarea difícil para esos primeros parlamentarios como
Arévalo hacerse oír, pero no menos ardua fue la epopeya de
quienes decidieron ir a trabajar a los arrozales o a los
cañaverales. Antes de convencer a sus compañeros de la
necesidad de organizarse sindicalmente, estos luchadores
debían ganarse su confianza, al tiempo que mantenerse
alertas para eludir la persecución que lanzaban sobre ellos
los dueños de la tierra y los caudillos locales en
combinación con las fuerzas represivas y el poder político
central.
Así, contra viento y marea, hacia fines de los cincuenta
comenzaron a surgir organizaciones de los trabajadores de
los tambos, de los arrozales, de la remolacha (SUDOR, 1957),
de los destajistas de la planta de El Espinillar (URDE,
1959), al tiempo que en los montes del litoral norte se
gestaba la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA,
1961), que llegaría a convertirse en pilar de la lucha por
los derechos de los trabajadores rurales pese a la represión
sufrida por sus militantes.
Con el retorno a la institucionalidad democrática en 1985,
tras 12 años de dictadura cívico-militar, se constituyen el
Sindicato de Obreros Rurales y Destajistas de San José (SORYDESA),
el Sindicato Único de Obreros Rurales y Agroindustriales (SUDORA),
el Sindicato de Obreros de la empresa Mi Granja (SIOMI), la
Unión de Trabajadores Rurales e Industriales de Azucitrus (UTRIA)
y la Organización Sindical de Obreros Rurales (OSDOR).
Pobres en recursos económicos y diseminados en la campaña,
estos gremios pioneros por sí solos poco podían hacer ante
las corporaciones de grandes empresarios. Hasta que muy
recientemente, en diciembre de 2004, en la chacra de UTAA en
la ciudad de Bella Unión, a 650 quilómetros de Montevideo,
se plasma la unidad con la creación de UNATRA.
La nueva organización sindical surge, además, en un contexto
político inédito: dos meses antes, en octubre, la izquierda
había ganado por primera vez en la historia uruguaya las
elecciones nacionales, llevando a la presidencia al
socialista Tabaré Vázquez.
El Congreso
El primer congreso de la UNATRA fue precedido de una
multitudinaria marcha de casi 3 quilómetros y celebrado en
un marco de algarabía. No sólo por la unidad alcanzada sino
por la instalación, a iniciativa del nuevo gobierno y por
primera vez en el medio rural, de los Consejos de Salarios
tripartitos (trabajadores, empresarios y Poder Ejecutivo).
En el encuentro participaron diez gremios de trabajadores
rurales de todo el país y otros tantos en vías de
constitución, y a él asistieron también delegados de la
central sindical PIT-CNT, del Ministerio de Ganadería,
Agricultura y Pesca, de la Unión Internacional de
Trabajadores de la Alimentación (UITA) y la presidenta de la
Cámara de Diputados, Nora Castro.
Con posterioridad al informe central sobre la situación del
sector, los participantes funcionaron en cuatro talleres:
salud y seguridad laboral; política a seguir en los Consejos
de Salarios; estatutos y reglamentos de funcionamiento;
planes de acción inmediata.
Una de las conclusiones de los talleres fue que si bien el
nuevo marco político ofrece condiciones más favorables para
los sindicatos, éstos deben preservar su autonomía y apostar
a su propia movilización y organización.
Walter Duarte, asesor jurídico de los gremios rurales,
manifestó a UITA su satisfacción por el establecimiento por
parte del gobierno de un ámbito de negociación superior, con
los empresarios y el propio Ejecutivo, en el que los
trabajadores podrán incidir en la elaboración de un proyecto
productivo global. Algo similar, dijo, es posible en el
ámbito de la seguridad social, donde los trabajadores
podrían aspirar a obtener aumentos en las asignaciones
familiares y en el monto del seguro de desempleo, así como
acceder a más y mejores cursos de capacitación laboral.
Duarte destacó igualmente la necesidad de reformar el
sistema global de salud, contemplando los derechos de los
trabajadores rurales.
En cuanto a la seguridad laboral, dijo el abogado, se deberá
avanzar mucho, ya que en este país no existen, con excepción
del Convenio 184 de las Naciones Unidas, ya aprobado por el
Parlamento, normas específicas que protejan a los
trabajadores rurales. El atraso al respecto es notorio no
sólo respecto a los obreros industriales uruguayos sino a
los rurales de buena parte de los países latinoamericanos.
Duarte atribuyó esa carencia a “la mentalidad retrógrada” de
las corporaciones de empresarios nacionales del sector. Y
concluyó destacando la importancia de la incorporación a
UNATRA de pequeños productores cuyas demandas no son
atendidas por las gremiales agropecuarias tradicionales.
Por su parte, Juan Castillo, secretario general del PIT-CNT,
dijo a UITA que este congreso corona la campaña en favor de
la organización de los trabajadores rurales y de su
incorporación a la central obrera única. “Las federaciones
de gremios de la alimentación y la de los trabajadores
rurales constituyen dos ejemplos vivos de que la
autoconstrucción es una tarea permanente dentro de la clase
obrera. El cambio en la correlación de fuerzas en el
gobierno dio un fuerte impulso a estos emprendimientos, pero
reafirmo la necesidad de la autoconstrucción organizativa de
los propios trabajadores independientemente de los
gobiernos”, subrayó Castillo.
Carlos Caillabet
©
Rel-UITA
5 de mayo de 2005