Análisis de la 92ª Conferencia anual de la
Organización Internacional del Trabajo
El estancamiento de la OIT
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La 92ª Conferencia anual de la Organización Internacional
del Trabajo que tuvo lugar entre el 1 y el 17 de junio en
Ginebra parece haber satisfecho las expectativas de los más
de 3000 delegados asistentes y de la propia organización, lo
cual es, sin duda, un serio problema. Después de más de dos
semanas de debates y discusiones, sólo un “compromiso”, la
adopción del plan de acción para los trabajadores
inmigrantes. Por lo demás, propuestas, buenas intenciones,
sonrisas y la falta de un análisis real que viene siendo
necesario desde hace años: el debate sobre una reforma de la
organización que le otorgue verdadero poder para proteger
los derechos de los trabajadores en todo el mundo.
Los logros de esta Conferencia de la OIT
han sido demasiado escasos para que alguien pueda
considerarla un éxito. Apenas ha cumplido su labor de
revisión de las normas laborales internacionales y a la hora
de adoptar otras nuevas se ha limitado a pequeños avances:
el plan de acción para trabajadores inmigrantes, una
Resolución sobre igualdad de género, igualdad de
remuneración y protección de la maternidad, avances en la
protección de los trabajadores de la industria pesquera...
No son pocos los temas discutidos, el problema es la
seriedad de las medidas que se toman. El plan de inmigrantes
se desarrollará en un marco no vinculante, la resolución
sobre una lucha ya tan veterana como la no discriminación es
eso, una resolución, no llega ni a recomendación ni a
Convenio, que son las medidas “reales” que la Conferencia
puede tomar y los debates sobre la mala situación de los
trabajadores de la industria pesquera o los peligros del
trabajo infantil doméstico, se han quedado en meras
palabras.
Como ya advirtió la Confederación Mundial
del Trabajo (CMT) hace dos años, está en peligro la razón de
ser de la organización que es proteger a los trabajadores.
El problema que señalaba entonces la CMT es el mismo que ha
saltado a la vista en esta reunión, “la tendencia a
disminuir el carácter vinculante de los Convenios
en provecho de declaraciones de intenciones u otros códigos
de conducta cuya aplicación no es obligatoria para los
Estados y las empresas".
Es necesario reconocer que la OIT sigue desarrollando una
labor necesaria y muy útil en ciertos aspectos. Sus
programas de concienciación y la investigación funcionan y
algunos de sus programas especiales de Cooperación Técnica
dan resultados visibles (como el Programa para los
territorios árabes ocupados que ha ayudado a crear el Fondo
Palestino para el Empleo y la Protección Social con
proyectos como el centro de Formación Profesional en Ramala).
Pero no es suficiente y no parece que se avance en una mejor
dirección.
En el Informe de la organización 2003-2004, a la hora de
evaluar el Programa de la OIT para el bienio 2002-2003, se
reconoce que las formas de evaluación no consiguen reflejar
de manera clara las repercusiones del programa y se reconoce
el fracaso de proyectos tan importantes como el IRIS,
referido a los Sistemas de Tecnología de la Información o
los programas InFocus (a excepción del IPEC, el plan de
acción sobre trabajo infantil, cuyos avances en el último
bienio se consideran un ejemplo a seguir a pesar de las
críticas constantes de los Movimientos de niños y
adolescentes trabajadores).
La clave del problema es la falta de un
fortalecimiento de las capacidades de la OIT. No es
suficiente elaborar convenios y planes de acción si no se
consigue que éstos se ratifiquen o que, una vez ratificados,
se cumplan con medidas nacionales elaboradas por los propios
gobiernos y supervisadas por la OIT. El ejemplo más claro de
esta falta de eficacia se encuentra en ocho de los convenios
básicos de la organización, los relativos a los Derechos
fundamentales del ser humano (agrupados de dos en dos en
cuatro bloques: libertad sindical y negociación colectiva,
eliminación del trabajo forzoso u obligatorio, eliminación
de la discriminación en materia de empleo y ocupación y
abolición del trabajo infantil). Aunque 130 de los 177
países miembros han ratificado los ocho convenios, el
porcentaje de países que los aplican en sus políticas
nacionales es muy bajo. También resulta significativo que
entre los que no han firmado estos ocho convenios existan
países como Canadá (con cinco Convenios ratificados), China
(con apenas tres) o Estados Unidos (el gran “defensor” de la
democracia en el mundo sólo ha ratificado dos de los ocho
Convenios sobre Derechos fundamentales del ser humano, el
182 sobre las peores formas de trabajo infantil y el 105
sobre el trabajo forzado, pero ninguno sobre la eliminación
de la discriminación ni la libertad sindical).
Está claro que no es fácil conseguir el
objetivo de una aplicación real de las normas, lo que
desespera es que no se convierta en prioridad de una
organización que nació con vocación de salvaguardar los
derechos de los trabajadores y que ha ido perdiendo eficacia
con los años. En lugar de discutir estos temas, la 92
Conferencia de la OIT ha considerado como un logro la
discusión sobre el Informe "Por una Globalización más justa"
elaborado en los últimos dos años por la Comisión de
Investigación sobre la Dimensión Social de la globalización.
El documento, algo similar al Informe Lugano de Susan George
pero en positivo, es magnífico, pero resulta casi irrisorio
pensar que vayan a seguirse realmente las recomendaciones
que en él se encuentran cuando la OIT aún no ha sido capaz
de cumplir eficazmente los objetivos que la constituyeron.
Lo cierto es que la Comisión creada por la
OIT e integrada por especialistas de todo tipo (entre ellos
el Nóbel y best-seller de la globalización Joseph Stiglitz)
da en el clavo en muchos asuntos. Ellos mismos recomiendan
el fortalecimiento de la OIT, una reforma general del
sistema multilateral ONU, Banco Mundial, Fondo Monetario
Internacional y Organización Mundial del Comercio, reglas
justas, una globalización solidaria, un desarrollo
sostenible, mercados productivos y equitativos... Sin
menospreciar el trabajo de estos expertos, resulta difícil
creer que le hayan abierto los ojos a gobernantes y
empresarios y, aún así, todos se mostraron ilusionados y
encantados con el informe. “Equilibrado”, “serio”,
“valioso”, “sustancioso” e “innovador”, fueron algunos de
los adjetivos. Serio, sin duda, sustancioso, por supuesto,
innovador... si los Jefes de Gobierno, representantes de
trabajadores y empresarios y resto de delegados en la
Conferencia creen que un informe que repite las
recomendaciones y advertencias que el movimiento
antiglobalización lleva cinco años realizando es innovador
estamos ante un problema mayor que la falta de eficacia de
la OIT.
Paola Álvarez
Agencia de
Información Solidaria
25 de junio de
2004
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