-¿Era previsible lo que sucedió en el congreso de la AFL-CIO?
-Ha sido un sorpresivo desenlace de un conflicto que existe
desde hace dos o tres años, un problema vinculado al sesgo
político de la central. En la conducción de la AFL-CIO hay
un explícito respaldo al Partido Demócrata, sin embargo, con
un Congreso dominado por la derecha republicana a lo que se
agregan los vaivenes de los demócratas, el movimiento
sindical no ha obtenido nada positivo en el plano
legislativo. La victoria de Bush en las elecciones de 2004
significó otro fracaso político.
En el grupo disidente, la Coalición Cambiar para Ganar, las
prioridades están en torno a la organización de amplios
sectores que no están sindicalizados. Es decir, invierten la
lógica de la conducción de la central: ellos consideran que
cuando el movimiento sindical sea suficientemente poderoso
en números, en militancia y en capacidad de presión,
entonces la situación política cambiará en favor de los
sindicatos. Ven la relación de causa efecto exactamente al
revés que la dirección de la AFL-CIO. Esta discusión lleva
algunos años, y en la última convención la conducción vio
que no podía convencer más a un grupo de grandes
organizaciones que representa cerca del 40 por ciento de los
miembros de la central, y que decidieron retirarse y crear
una nueva confederación.
-Esto ocurre mientras el movimiento obrero estadounidense
atraviesa una fuerte crisis, sobre todo en el sector
privado.
-Es verdad. En el sector privado la sindicalización no
sobrepasa el 8 por ciento, y en total, con el sector público
incluido ronda el 13 por ciento. En diez años la caída ha
sido enorme, se perdió la mitad de la representatividad.
Este es el centro de la discusión que, además, gravita sobre
la táctica. Por eso los sindicatos de la Coalición dicen que
la prioridad absoluta debe ser la organización, restablecer
la masa crítica para recuperar influencia en la vida
industrial y política del país.
-Si en los últimos años esa convivencia entre la AFL-CIO y
el Partido Demócrata no ha tenido resultado, ¿dónde se
ubicará ahora la Coalición Cambiar para Ganar?
-Ellos dicen que en política van a apoyar a los candidatos
que respalden al movimiento sindical que, seguramente, en su
mayoría serán demócratas y probablemente los mismos que va a
sostener la AFL-CIO, pero la prioridad de Coalición no es la
acción política. Es interesante porque partidariamente la
Coalición es muy independiente, es gente que confía en sus
propias fuerzas, esperan muy poco desde afuera.
-Algunos analistas han afirmado que la Coalición Cambiar
para Ganar podría convertirse en una estructura cercana al
Partido Republicano.
-No lo creo. Lo que es verdad es que uno de los sindicatos
de la coalición, el de los camioneros, a veces ha sostenido
a los republicanos, pero no es el caso ahora. Los sindicatos
de empleados de servicios, comercio y alimentación, vestido
y hoteleros siempre ha apoyado a los demócratas. Lo que en
realidad es interesante, y a la vez preocupante, es que no
aparece una proyección política de esa autonomía sindical,
ya sea en la AFL-CIO o en la Coalición: nadie habla de un
partido de trabajadores y realmente popular, nada de eso.
Por ahora no hay una ruptura con el actual sistema político
estadounidense. Habrá que ver cómo evolucionan las cosas y
qué dinámica interna tendrá esa evolución.
-También hay una lectura negativa de este quiebre en la AFL-CIO.
¿Cuál es tu evaluación?
-Es la cuarta vez en la historia del movimiento sindical de
Estados Unidos que ocurre un gran movimiento de renovación.
Primero fueron “Los caballeros del trabajo” en los años 80
del siglo XIX; luego los Trabajadores Industriales del Mundo
(IWW, por su sigla en inglés) y el sindicalismo
revolucionario, el anarco-sindicalismo, en 1905; más tarde
el Congreso de Organizaciones Industriales en 1938; y todo
eso ha tenido un resultado positivo, es decir, de más
movilización y de más dinámica, una liberación de energías
nuevas. La evolución sería negativa si “Coalición Cambiar
para Ganar” no logra su objetivo que es organizar la nueva
clase obrera de Estados Unidos: los trabajadores y
trabajadoras del sector servicios, las mujeres, los
inmigrantes, las minorías, etcétera, que son las que no se
pueden deslocalizar. Lo que queda en la AFL-CIO son los
empleados públicos y la vieja clase obrera, metal,
automóvil, etcétera, que han perdido mucho. La Coalición
apunta a organizar a las nuevas capas que no son
deslocalizables. Si superan su desafío va a ser un gran
progreso y un gran avance en las relaciones de las fuerzas
sociales en Estados Unidos. Claro, si no lo logran perdemos
todos.
-¿Hay margen en la administración Bush, en medio del
tremendo embate de parte de los empresarios, para acrecentar
la membresía sindical?
-Hay un espacio enorme. Claro, organizar en Estados Unidos
es muy difícil, las leyes, los patrones operan en contra,
pero no sería la primera vez. Si el movimiento sindical
concentra sus energías en eso, claro que puede. Yo confío en
que van a lograr sus objetivos.
Gerardo Iglesias
© Rel-UITA
16 de setiembre de 2005
* Celebrada en la ciudad de Chicago, del 25
al 28 de julio.