Estados Unidos

Con Dan Gallin

La fractura de la AFL-CIO

La crisis y la oportunidad

 

Durante su reciente Convención* y coincidiendo con los 50 años de su fundación, la central estadounidense AFL-CIO sacudió la escena sindical mundial al experimentar la escisión de un importante grupo de sindicatos. La flamante “Coalición Cambiar para Ganar” nace en un momento crucial para el movimiento obrero estadounidense, en el marco de una globalización arrogante, depredadora y antisindical. Dan Gallin, director del Instituto Laboral Global (GLI, por sus siglas en inglés) y ex secretario general de la UITA analiza las razones de la fractura y los desafíos que enfrentará la nueva confederación.

 

 

-¿Era previsible lo que sucedió en el congreso de la AFL-CIO?

-Ha sido un sorpresivo desenlace de un conflicto que existe desde hace dos o tres años, un problema vinculado al sesgo político de la central. En la conducción de la AFL-CIO hay un explícito respaldo al Partido Demócrata, sin embargo, con un Congreso dominado por la derecha republicana a lo que se agregan los vaivenes de los demócratas, el movimiento sindical no ha obtenido nada positivo en el plano legislativo. La victoria de Bush en las elecciones de 2004 significó otro fracaso político.

 

En el grupo disidente, la Coalición Cambiar para Ganar, las prioridades están en torno a la organización de amplios sectores que no están sindicalizados. Es decir, invierten la lógica de la conducción de la central: ellos consideran que cuando el movimiento sindical sea suficientemente poderoso en números, en militancia y en capacidad de presión, entonces la situación política cambiará en favor de los sindicatos. Ven la relación de causa efecto exactamente al revés que la dirección de la AFL-CIO. Esta discusión lleva algunos años, y en la última convención la conducción vio que no podía convencer más a un grupo de grandes organizaciones que representa cerca del 40 por ciento de los miembros de la central, y que decidieron retirarse y crear una nueva confederación.

 

-Esto ocurre mientras el movimiento obrero estadounidense atraviesa una fuerte crisis, sobre todo en el sector privado.

-Es verdad. En el sector privado la sindicalización no sobrepasa el 8 por ciento, y en total, con el sector público incluido ronda el 13 por ciento. En diez años la caída ha sido enorme, se perdió la mitad de la representatividad.

 

Este es el centro de la discusión que, además, gravita sobre la táctica. Por eso los sindicatos de la Coalición dicen que la prioridad absoluta debe ser la organización, restablecer la masa crítica para recuperar influencia en la vida industrial y política del país.

 

-Si en los últimos años esa convivencia entre la AFL-CIO y el Partido Demócrata no ha tenido resultado, ¿dónde se ubicará ahora la Coalición Cambiar para Ganar?

-Ellos dicen que en política van a apoyar a los candidatos que respalden al movimiento sindical que, seguramente, en su mayoría serán demócratas y probablemente los mismos que va a sostener la AFL-CIO, pero la prioridad de Coalición no es la acción política. Es interesante porque partidariamente la Coalición es muy independiente, es gente que confía en sus propias fuerzas, esperan muy poco desde afuera.

 

-Algunos analistas han afirmado que la Coalición Cambiar para Ganar podría convertirse en una estructura cercana al Partido Republicano.

-No lo creo. Lo que es verdad es que uno de los sindicatos de la coalición, el de los camioneros, a veces ha sostenido a los republicanos, pero no es el caso ahora. Los sindicatos de empleados de servicios, comercio y alimentación, vestido y hoteleros siempre ha apoyado a los demócratas. Lo que en realidad es interesante, y a la vez preocupante, es que no aparece una proyección política de esa autonomía sindical, ya sea en la AFL-CIO o en la Coalición: nadie habla de un partido de trabajadores y realmente popular, nada de eso. Por ahora no hay una ruptura con el actual sistema político estadounidense. Habrá que ver cómo evolucionan las cosas y qué dinámica interna tendrá esa evolución.

 

-También hay una lectura negativa de este quiebre en la AFL-CIO. ¿Cuál es tu evaluación?

-Es la cuarta vez en la historia del movimiento sindical de Estados Unidos que ocurre un gran movimiento de renovación. Primero fueron “Los caballeros del trabajo” en los años 80 del siglo XIX; luego los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW, por su sigla en inglés) y el sindicalismo revolucionario, el anarco-sindicalismo, en 1905; más tarde el Congreso de Organizaciones Industriales en 1938; y todo eso ha tenido un resultado positivo, es decir, de más movilización y de más dinámica, una liberación de energías nuevas. La evolución sería negativa si “Coalición Cambiar para Ganar” no logra su objetivo que es organizar la nueva clase obrera de Estados Unidos: los trabajadores y trabajadoras del sector servicios, las mujeres, los inmigrantes, las minorías, etcétera, que son las que no se pueden deslocalizar. Lo que queda en la AFL-CIO son los empleados públicos y la vieja clase obrera, metal, automóvil, etcétera, que han perdido mucho. La Coalición apunta a organizar a las nuevas capas que no son deslocalizables. Si superan su desafío va a ser un gran progreso y un gran avance en las relaciones de las fuerzas sociales en Estados Unidos. Claro, si no lo logran perdemos todos.

 

-¿Hay margen en la administración Bush, en medio del tremendo embate de parte de los empresarios, para acrecentar la membresía sindical?

-Hay un espacio enorme. Claro, organizar en Estados Unidos es muy difícil, las leyes, los patrones operan en contra, pero no sería la primera vez. Si el movimiento sindical concentra sus energías en eso, claro que puede. Yo confío en que van a lograr sus objetivos.

 

 

Gerardo Iglesias

© Rel-UITA

16 de setiembre de 2005

 

* Celebrada en la ciudad de Chicago, del 25 al 28 de julio.

 

  

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