Fausto
Godofredo León, a quien sus compañeros y compañeras
llamábamos cariñosamente Cholito, acaba de fallecer en la
ciudad de Lima.
Nació el 7 de
mayo de 1923 en la provincia de Caraz, en pleno Callejón de
Huaylas. Huérfano de padre, a quien no llegó a conocer,
desde muy niño colaboró con su madre en las tareas
campestres características de aquella región andina. En su
adolescencia comenzó a trabajar como ayudante de sastre y
seguramente que fue a partir de ahí que nació su vocación
por zurcir, unir y darle forma a su organización más
querida, el sindicato.
Casado muy
joven, trasladó su hogar a la ciudad de Lima, donde nacieron
sus ocho hijos, a quienes, con dedicación y esfuerzo, logró
ver convertidos en profesionales de diferentes disciplinas.
En 1960,
comenzó a trabajar en la compañía lechera UPA. Cinco años
más tarde era electo Secretario General del Sindicato Único
de Trabajadores de la Industria Lechera (SUTIL), cargo al
que accedió después de mucha insistencia por parte de sus
compañeros y que desempeñó por varios períodos.
El SUTIL
estaba afiliado a la UITA desde 1963, pero Fausto no estaba
conforme como se desarrollaban las cosas en Latinoamérica.
Por eso, cuando Juul Poulsen, entonces Secretario General de
la UITA, visitó Lima en 1967 preparando la IV Conferencia
Regional, Cholito le planteó la necesidad de que las
autoridades de la misma fueran electas por las afiliadas de
la zona, en lugar de ser designadas directamente desde
Ginebra. Por eso, cuando en ese mismo año se crea la
estructura regional actual, Cholito era uno de los más
optimistas frente al desafío asumido.
Luego vinieron
los años de plomo, con las dictaduras militares asolando
América Latina y dentro de ella, a Perú. No importaba lo
complicada que fuera la situación, la Rel-UITA sabía que
siempre podía contar con el compromiso, el consejo y el
trabajo de hormiga de Cholito. En 1974, debido a una huelga
en una planta de Nestlé, el entonces Secretario Regional es
expulsado del Perú. Durante los cinco años en los que el
Secretario Regional se vio impedido de ingresar a ese país,
fue Fausto quien asumió, sin reclamar nada a cambio, la
representación de la UITA.
Luego llegó la
hora de su jubilación.
¡Pero
jubilarse de la militancia jamás!
Siempre estaba
listo para brindar su
asesoramiento
a los sindicatos y compañeros
que se lo
solicitaran y dispuesto a colaborar
con “su UITA”,
como el la definía,
en lo que
fuera necesario.
El inclemente
clima de Lima le afectó
los bronquios
y finalmente su corazón
desgastado por
tantas batallas,
dejó de latir
el pasado domingo
13 de mayo.
Hoy la Rel-UITA
inclina sus banderas
como homenaje
de despedida
al compañero y
hace llegar
a su esposa e
hijos,
sus
condolencias
y fraterna solidaridad.
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