La dignidad que rebosa
estos días el local del comité de empresa de Telefónica en Barcelona no cabe
entre sus cuatro paredes. La dignidad de los que luchan, de los que no se
resignan, de los que creen en el nosotros.
Una dignidad, que
despierta solidaridades múltiples, hecha de compromiso, camaradería y apoyo
mutuo. Una dignidad que no nos explican ni en los libros de texto ni en los
programas de televisión porque nos quieren ignorantes y huérfanos de afecto.
Dignidad que nos enseñan estos días Marcos, Laurentino, Josep, Carles,
Alberto y Garea en huelga de hambre contra las prácticas de una de las
principales multinacionales españolas: Telefónica. Y que nos enseñan todos
aquellos que están a su lado. Porque su lucha es también la nuestra.
Quince días en huelga de hambre, y los que seguirán, para exigir la readmisión
del compañero Marcos, uno de los huelguistas, despedido tras un período
de baja médica justificada y a pesar de haber ganado dos juicios que
consideraban dicho despido nulo e improcedente.
Una huelga de hambre para
que Telefónica escuche a sus trabajadores y respete sus derechos.
Telefónica: una empresa que en el 2010 acumuló ganancias récord de más de 10 mil
millones de euros, la compañía española con mayores beneficios anuales de la
historia, y que un año después anunció que tenía que despedir al 20 por ciento
de su plantilla en los siguientes tres años debido a la crisis.
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¿Por qué luchar? Se lucha por dignidad, libertad y justicia. Se lucha por el de
al lado sin esperar nada a cambio. Luchar por los otros es luchar por nosotros
mismos. Y, ¿qué pueden conseguir seis trabajadores frente a un gigante como
Telefónica? Apoyo, solidaridad, eco social, movilización.
Y así lo están
demostrando, rompiendo parcialmente el cerco mediático de la empresa, ocupando
las redes sociales y llenando actos de apoyo con centenares de personas.
“Compartida la vida es más” rezaba un anuncio de Movistar… Nunca mejor dicho.
Ellos nos demuestran que “otro sindicalismo es posible”. Un sindicalismo que
sale a la calle, leal con los trabajadores, que no claudica, ni busca
concertaciones por arriba.
Un sindicalismo que acampó
en pl. Catalunya con los indignados, que ya antes hace años se sumó al
movimiento antiglobalización y que siempre ha buscado alianzas más allá de la
empresa. Ese sindicalismo que tanto necesitamos. Y que ellos nos enseñan que
existe.
La imagen pública es lo que más valoran las firmas multinacionales. Les preocupa
tener una fachada impecable para que no se vea lo sucio que está su interior.
Telefónica
poseerá miles de millones, podrá comprar a quién quiera y lo que quiera. Pero ni
todos los anuncios del mundo podrán esconder la realidad. Una empresa que en el
2010 acumuló ganancias récord de más de 10 mil millones de euros, la compañía
española con mayores beneficios anuales de la historia, y que un año después
anunció que tenía que despedir al 20 por ciento de su plantilla en los
siguientes tres años debido a la crisis.
La historia de
Telefónica nos muestra a la perfección la gran estafa de la crisis y el robo
al que estamos sometidos.
Marcos, Laurentino, Josep, Carles, Alberto y Garea y todo el equipo de apoyo
a la huelga de hambre en Telefónica nos dan estos días una lección de dignidad.
Una dignidad que no se
puede comprar, porque no tiene precio. La dignidad de quienes saben que sólo
luchando podremos ganar el futuro
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