Los postergados
trabajadores rurales uruguayos encuentran actualmente un
contexto político favorable que les permite organizarse y
negociar con las empresas.
-Los empresarios citrícolas
uruguayos sostienen que esta industria ha creado cientos de
puestos de trabajo en el campo. A su vez, los trabajadores
denuncian persecución sindical en ese sector.
-Son ciertas ambas cosas. El desarrollo de la industria
citrícola en Uruguay trajo aparejado la concentración de
trabajadores en el medio rural. En épocas de zafra, empresas
como Azucitrus llegan a emplear unos dos mil trabajadores.
De manera que se dan las condiciones objetivas para
desarrollar un sindicalismo fuerte tanto a nivel del sector
estrictamente rural de la producción como en las etapas
posteriores: packing, plantas de jugo. Pero este proceso de
sindicalización se ha desarrollado con dificultades debido a
la falta de experiencia de los trabajadores y a la represión
de parte de las empresas.
-¿La llegada al gobierno de
la izquierda cambió la situación?
-A mediados de 2004 –cuando ya se preveía que la izquierda
podía ganar las elecciones que se celebrarían el 31 de
octubre– el nivel de organización sindical aumentó
considerablemente y surgieron reclamos de parte de los
trabajadores. Algunos entraron en conflicto y cuando asumió
el gobierno la coalición de izquierda Encuentro
Progresista-Frente Amplio, en marzo de 2005, se lograron
acuerdos de importancia, como se dio en los departamentos de
Salto y Paysandú.
En este marco se produjeron dos fenómenos clave: a fines de
2004 la creación de una instancia de coordinación nacional
de los trabajadores rurales, con el surgimiento de la Unión
Nacional de Asalariados y Trabajadores Rurales y Afines de
Uruguay (UNATRA), y el 30 de abril último la realización de
su primer congreso, que permitió consolidar la organización
y templar a los sindicatos en conflicto. Esto indica que
ahora no sólo hay condiciones objetivas para organizarse
sino también subjetivas.
-¿Cuáles son las principales
demandas de la UNATRA?
-Una de las más antiguas es la necesidad de inspecciones de
trabajo. Hay que tener en cuenta que el trabajador pasa todo
el día fuera de su casa, debido al viaje de ida y vuelta a
las chacras. La remuneración que percibe no contempla estos
gastos. En esta materia, la UNATRA exige eliminar el sistema
de pago a destajo durante la cosecha y que todos los
trabajadores rurales cuenten con un jornal básico que les
permita cubrir sus necesidades básicas, dándole al pago a
destajo el papel de un incentivo.
Por otra parte, en este país nunca habían funcionado los
consejos tripartitos rurales (entre sindicatos, empresas y
Estado), cosa que el actual gobierno de izquierda corrigió.
Estos consejos son una antigua aspiración de los
trabajadores rurales para obtener que sus derechos sean
equiparados a los de los trabajadores de la industria. A su
vez, las ganancias de las empresas no se reflejaron en
mejoras para los trabajadores y esa injusticia histórica
debe ser enmendada. Si se pagara el salario mínimo rural
establecido por ley a fines de la década del 60, un
trabajador rural debería cobrar 8.000 pesos mensuales
(alrededor de 330 dólares), pero en la práctica un peón
mantenido no cobra más de 2.000 pesos (83 dólares) y si no
es mantenido 3.200 (133). El ingreso del trabajador de la
naranja ronda los 3.000 pesos mensuales (unos 125 dólares),
aunque ello es difícil de establecer en razón del sistema de
destajo. Lo cierto es que una quincena se sitúa entre 1.500
y 2.00 pesos (entre 62 y 83 dólares).
El tema salarial es el centro de la discusión en los consejos
de salarios, pero lo más importante es que se están
consolidando las herramientas para futuras conquistas
laborales. El fenómeno que se da en el ámbito urbano, de
crecimiento y nacimiento de sindicatos, se da también a
nivel rural, como en el caso de los trabajadores del arroz y
también en el de los citrícolas.
-¿Cuáles son hoy los
comportamientos distintivos de empresarios y trabajadores?
-En este nuevo contexto lo más importante es que los
trabajadores van perdiendo el miedo a organizarse y las
patronales no han reaccionado con una represión abierta,
seguramente porque no perciben un clima de impunidad similar
al de antes. Empresarios y trabajadores no tienen
experiencia en negociaciones, y se aplica un modelo de
relacionamiento basado en la conflictividad. Es decir,
cuando los trabajadores se sienten con fuerza largan un
conflicto y cuando el patrón se siente con fuerza no permite
ningún tipo de organización sindical, con lo cual el único
reracionamiento que se establece es durante los conflictos.
Así es imposible construir relaciones laborales sanas. Por
tanto, pasado esta primera etapa de ajuste, las patronales
van a tener que aceptar a los sindicatos como una realidad.
A su vez, los sindicatos deberán madurar, y además de las
reivindicaciones puntuales e inmediatas deberán tomar
posición sobre temas estratégicos, como la seguridad social
y en el trabajo y la libertad sindical, e incluso la
participación en la discusión sobre qué “país productivo”,
se quiere donde debe estar presente la cuestión de la
posesión de los medios de producción, ya que la reforma
agraria es más necesaria que nunca.
-¿Y en lo que hace a la
profesionalización de los trabajadores rurales?
-La formación del trabajador rural es clave. Por más que se
lo siga llamando “peón” precisa un grado de especialización
importante. El recolector de naranja, por ejemplo, debe
saber cortar y trasladar la fruta de determinada manera para
que no se dañe, seleccionar tamaño y color y descargar en el
parking. Cualquier parte de este proceso que falle ocasiona
pérdidas. En ese sentido lo más importante que tienen los
empresarios son los trabajadores. Lo mismo para el manejo
del ganado o el alambrador, oficios contra los cuales
conspira el vaciamiento poblacional que está sufriendo la
campaña. La ciudad no tiene autoridad moral para pedir a los
trabajadores rurales que se queden en el campo a producir.
El trabajador del campo está esperando que haya un boom de
la construcción para irse hacia la ciudad, no quiere
formarse para quedarse en el medio rural porque está harto
de que lo exploten y revertir este proceso llevará mucho
tiempo. Acá las empresas se jactan de que no tienen ninguna
obligación de volver a tomar a sus trabajadores en la zafra
siguiente, cuando el trabajo estable debería ser una norma.
Los empresarios deberían decir: “si usted es un buen
trabajador, no tema, no le va a faltar trabajo”. Sin
embargo, la gente está cansada y no quiere formarse, porque
los beneficios de su trabajo van a parar sólo a las
empresas.
El consejo tripartito rural es una medida acertada, pero hay
dificultades pues las grandes asociaciones de productores
son las que más pesan. El gobierno deberá equilibrar estas
influencias.
Carlos Caillabet
© Rel-UITA
11 de julio de 2005
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