Argentina
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Tragedia motiva acción
contra esclavitud |
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Las
denuncias se acumulan en el gobierno de la capital argentina
y en la justicia. Pero sólo tras la muerte de seis personas
las autoridades anunciaron medidas contra una red de
talleres textiles clandestinos que esclavizan a inmigrantes
indocumentados.
Un incendio desatado el pasado jueves en uno de esos
talleres, ubicado en una zona residencial del centro
geográfico de Buenos Aires, mató a dos mujeres, a dos niños
de tres años, a otro de 10 y a un adolescente de 15 años,
todos ellos de nacionalidad boliviana.
La existencia de una extensa red de talleres de producción
textil y de calzado que operan de modo clandestino con mano
de obra en situación de esclavitud sale a la luz
periódicamente en Argentina. En 2005, bolivianos que
lograron escapar de una fábrica, donde trabajaban 18 horas
por día, denunciaron la situación ante la Defensoría del
Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.
La asociación que reúne a los trabajadores costureros asegura
que son cerca de 400 los talleres de estas características.
Inspectores y policías son sobornados para que les permitan
operar en esas condiciones, aseguró Gustavo Vera, presidente
de la Cooperativa La Alameda que funciona en el Bajo Flores,
un barrio populoso en el oeste de Buenos Aires y donde 60
por ciento de los vecinos más pobres son bolivianos.
Vera añadió que, cuando los trabajadores escapan y van a la
sede policial a hacer la denuncia, allí los rechazan por
carecer de los documentos requeridos para residir en el
país.
El grupo que logró hacer la denuncia dio elementos como para
que la Defensoría realizara luego un informe en el cual se
detalla la existencia de al menos 120 talleres de este tipo
en la capital, con unas 120.000 personas sometidas a
esclavitud.
La mayoría de estos trabajadores y trabajadoras proceden de
Bolivia, aunque también hay argentinos, paraguayos y
peruanos, dijo a IPS la defensora Alicia Pierini, a cargo de
la investigación.
El cónsul boliviano en Buenos Aires, Álvaro González Quint,
comentó el jueves que en la mañana de la tragedia había
estado reunido con el Defensor del Pueblo de la Nación,
Eduardo Mondino, para acelerar medidas que permitan
desbaratar esta red que mantiene prácticamente secuestrados
a sus connacionales.
"¿Cómo es posible que en una zona residencial haya un taller
habilitado que opera en estas condiciones?", se preguntó
desolado el diplomático junto al edificio siniestrado del
barrio de Caballito, cuyo techo se desplomó en el incendio
dejando atrapadas a las víctimas en medio del fuego.
Pierini sostuvo que la Defensoría avanzó para mostrar la
existencia de un sistema de economía ilegal que esclaviza a
sectores vulnerables, en este caso extranjeros captados con
engaños en sus países de origen y transportados solos o con
sus familias con la promesa de recibir vivienda,
alimentación y empleo en Buenos Aires.
La funcionaria admitió que "falta voluntad política" para
erradicar este flagelo, que se extiende por distintos
barrios de la ciudad y por localidades metropolitanas ya en
jurisdicción de la vecina provincia de Buenos Aires. Los
empleados esclavizados trabajan entre 12 y 18 horas diarias,
viven en el mismo lugar que producen y tienen prácticamente
prohibida la salida.
La paga es ínfima y suelen acumularse deudas en su favor que
nunca se pagan, según contó a IPS José Orellana, uno de los
bolivianos que logró escapar de ese sistema con su esposa y
sus tres niños para realizar la denuncia que patrocinó la
Defensoría. En la misma causa hay testimonios que revelan la
sujeción a servidumbre de los operarios y operarias.
Esos extranjeros permanecían hacinados, debían compartir un
baño entre 20 personas y no tenían más que un día franco en
el que el patrón los obligaba a permanecer en el taller,
donde se realizaban fiestas en las que abundaba el alcohol.
Las instalaciones eléctricas eran precarias. "Había cables
por todos lados", contó Orellana.
En octubre de 2005, la denuncia recayó en un juzgado federal
que detuvo al empleador de Orellana, también de nacionalidad
boliviana. Pero luego de 15 días, lo dejó en libertad por
"falta de mérito". Finalmente, ese magistrado se declaró
incompetente y la causa sigue esperando un colega que se
ocupe.
No obstante esta evidente desidia, el gobierno de la ciudad
pareció sorprendido y hasta indignado por la tragedia del
jueves, a la que responsabilizó a redes mafiosas de trabajo
esclavo y exhortó a los vecinos a denunciar estos talleres.
El jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Jorge
Telerman, admitió que la fábrica, dirigida por dos
argentinos, estaba habilitada por la comuna desde 2001 como
taller de bordado. Pero aseguró que allí "había prácticas
siniestras de sujeción a esclavitud" y puso en marcha una
línea de teléfono gratuito para que los vecinos "hagan
denuncias".
Telerman asumió el 13 de marzo en reemplazo Aníbal Ibarra,
quien fue sometido a juicio político y destituido por el
cargo de mal desempeño de funciones, a raíz del incendio que
a fines de 2004 destruyó la discoteca República Cromañón y
mató a 194 asistentes a un recital de Rock.
La Legislatura (parlamento de la ciudad) consideró probado
que en esa tragedia hubo responsabilidad gubernamental en el
área de control. La justicia también investiga a los
encargados del lugar, y a agentes de la policía que
permitían que el local opere en condiciones inseguras.
La reacción del flamante ministro de la Producción de la
Ciudad, Enrique Rodríguez, no se hizo esperar: desplazó al
director general de Protección del Trabajo, Florencio
Varela, quien había asumido el cargo hacia sólo dos días, y
ordenó intervenir el área para indagar si son ciertas las
denuncias de sobornos.
Rodríguez señaló que este distrito "existe la llamada 'cama
caliente', donde los niños viven con sus madres en el mismo
lugar donde trabajan". "Esto ya no es trabajo en negro
(ilegal, sin aportes a la seguridad social) sino trabajo
esclavo", definió.
Luego admitió "fallas en los controles" y prometió que este
mismo viernes comenzaría a entrevistar a los representantes
de la comunidad para "una acción de rastreo". En verdad,
esos datos ya constan en la defensoría, y en la justicia.
Vecinos y empleados del taller que sobrevivieron al incendio
aseguraron que la policía visitaba frecuentemente el
depósito y exigía sobornos para abstenerse de denunciar la
condición de indocumentados de los extranjeros. Algunos
señalaron también a los inspectores laborales como
receptores de dádivas.
Vera dijo a la emisora de radio local Mitre que esta
modalidad de empleo esclavo sucede por lo menos desde 2003.
Captan trabajadores con avisos publicados en diarios de
Bolivia y los hacen firmar contratos leoninos a favor de los
empresarios. También existen firmas transportistas
sobornadas para que los hagan ingresar a Argentina como en
calidad de turistas.
Una vez en estos talleres argentinos, los inmigrantes
indocumentados trabajan para empresas mayoristas textiles
así como para conocidas marcas de ropa. Algunas de esas
prendas tienen un valor de mercado de unos 200 dólares, pero
a quienes la confeccionan les pagan sólo el equivalente de
unos 50 centavos de dólar, apuntó.
También aseguró Vera que en la fábrica incendiada el jueves
trabajaban 25 bolivianos con sus familias, que hacían
pantalones vaqueros a 80 centavos argentinos (casi 30
centavos de dólar) por prenda.
El activista recordó que la cooperativa que preside entregó a
la Defensoría prácticamente una radiografía de todos los
talleres que hay, dónde están, con cuántas máquinas operan,
qué planes de fuga tienen por si los allanan, y otros
detalles. Así que "el gobierno lo sabe", añadió, para luego
sostener que "los únicos que hacen algo son los
(funcionarios) de la Defensoría".
Ante la denuncia de sobornos, el ministro del Interior de
Argentina, Aníbal Fernández, ordenó de inmediato a la
jefatura de la Policía Federal que presente una denuncia
penal contra la comisaría encargada de visitar el local para
deslindar responsabilidades.
Otros vecinos se quejaron de tener que ser ellos quienes
denuncien lo que resulta evidente. "Hay otros dos talleres
en esta misma cuadra y otro a la vuelta", comentó una vecina
ante las cámaras de televisión que transmitían los sucesos
en torno a la tragedia.
Marcela
Valente
IPS
3 de abril
de 2006
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