Colombia
Con Luis
Alejandro Pedraza, presidente de la UNAC
La
organización campesina
y los
mosquitos insurrectos |
El pasado 10
de diciembre se constituyó la Asociación Agroalimentaria y
Pecuaria del Caquetá, aprobándose además solicitar la
afiliación a la Unión Nacional Agroalimentaria de Colombia (UNAC)
y a la UITA. Representando a 16 municipios, 147
participantes hicieron parte del congreso fundacional. Sobre
esta actividad y los desafíos de la Unión en el citado
departamento estigmatizado como zona roja, entrevistamos al
presidente de la UNAC.
-¿Cómo se llega a la conformación de la Asociación
Agroalimentaria y Pecuaria del Caquetá?
-Los antecedentes se remontan a hace más de un año, cuando
un grupo de campesinos conoció la existencia de la UNAC por
intermedio de la Asociación Agropecuaria del Huila y
solicitó nuestro apoyo para lograr la legalización de las
tierras que mantenía ocupadas desde hacía varios años sin
que el gobierno hubiese dado alguna solución. Ahí iniciamos
una labor de asesoría y de respaldo a esa gestión, con la
satisfacción de que en estos momentos se está por definir la
asignación definitiva de esas tierras a 160 familias. Ello
generó un vínculo muy estrecho con los campesinos y un
conocimiento adecuado sobre el quehacer de la UNAC y de la
propia UITA.
-A ello hay que anexarle los aportes en agroecología y en
organización impartidos recientemente por Sebastián Pinheiro.
-Sin lugar a dudas, la presencia de Sebastián fue muy
relevante tanto en su disertación en la Universidad de la
Amazonia, como en el trabajo a campo realizado en el
municipio de Montañitas, junto a decenas de campesinos,
donde quedó planteada como tarea la constitución de la
Asociación.
-Quedó atado el compromiso de suscribir un convenio entre la
UNAC, la UITA y la Universidad.
-Efectivamente,
la sabiduría de Sebastián estimuló enormemente el interés de
la Universidad por contar nuevamente con su presencia. Cabe
destacar que la Universidad de la Amazonia cuenta con una
Facultad de Agroecología.
Por otra parte se acordó con el colectivo de ingenieros
agroecológicos egresados de la mencionada Universidad –que
también decidió su incorporación a la UNAC- el diseño a
partir de febrero de un plan de talleres sobre agroecología
y reforestación selvática con la Asociación Agroalimentaria
y Pecuaria del Caquetá.
-¿Cuál es la principal problemática que registran los
campesinos en esa región?
-La inexistencia del Estado en el plano social, al tiempo
que se observa una marcada presencia de los grupos de
seguridad del Estado, llámese Ejército, Policía o el
Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). Esto quiere
decir que mientras hay una ausencia del Estado para la
inversión social y para la necesaria implementación de la
reforma agraria que requiere el Departamento del Caquetá -en
manos de 3 o 4 terratenientes-, se delega la autoridad en
las fuerzas militares bajo el sofisma de ser una zona roja
influenciada por las FARC, y por lo tanto todos los
campesinos son sospechosos. Esto ha generado un estigmatismo
tal que impide el libre desarrollo de la organización
comunal de los trabajadores y trabajadoras rurales para
luchar por sus justas reivindicaciones. El Estado reacciona
militarizando la región.
-¿Es una zona donde se fumigan las plantaciones ilegales en
el marco del Plan Colombia?
-Esa zona, junto con las del Guaviare y Vaupés, son las más
afectadas por las fumigaciones aéreas de cultivos ilícitos,
y por lo mismo es el epicentro de la guerra
a partir del denominado Plan Patriota. Este plan contra
insurrección, lo único que ha logrado de fondo es un mayor
desplazamiento poblacional, estigmatizar aún más a los
campesinos como colaboradores de la guerrilla y la adopción
de severas restricciones para que los afectados por
enfermedades endémicas propias de las zonas selváticas como
la “leishmaniasis” –trasmitida por un mosquito- reciban
tratamiento.
-¿Las medicinas no llegan?
-No se suministran. Esas medicinas solamente llegan a
miembros del Ejército y de la Policía. El resto de la
población, por pertenecer a una región roja donde cualquiera
puede ser un guerrillero o un colaborador, no recibe
tratamiento sin antes rendir un exhaustivo informe sobre
cómo contrajo la enfermedad, dónde vive, con quiénes estuvo,
qué actividades realiza. Es decir, toda una investigación
por parte de las fuerzas de seguridad del Estado para
establecer que la persona afectada no forma parte de los
movimientos insurgentes. Como se puede deducir, nos
encontramos frente a una situación extremadamente grave
donde hay dos alternativas: o se salva si se concluye que es
una persona que no tiene lazos con la guerrilla, o de lo
contrario se muere.
Los retos que tiene la UITA y la UNAC allí son extremamente
delicados, pero también de una gran responsabilidad ante el
sector campesino, inveteradamente olvidado.
-¿Los campesinos solicitaron a la UNAC que intercediera ante
esta situación?
-No. El tema preocupa, está instalado, pero ellos no
expresan abiertamente que se les ayude con una denuncia o
una campaña. Mas, sin embargo, pienso que habría que
profundizar el análisis, inclusive por la misma vía de la
Universidad para ver cómo se implementa una labor junto con
otras organizaciones para difundir el tema. Pero para ello
se requiere comprometer a todos los sectores que ahí se
expresan: a los campesinos, a los indígenas, las
asociaciones comunales, a la nueva organización que se
constituyó, y así realizar un trabajo más eficaz de denuncia
y sensibilización.
Gerardo Iglesias
© Rel-UITA
17 de diciembre de 2004
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