El aceite o el biodiesel de Palma Africana
tienen a la violencia como aditivo. En
Indonesia, en África o en Colombia, la
depredación ambiental, la represión a las
comunidades indígenas y campesinas, y el
antisindicalismo son algunas de las huellas
de la identidad violenta del cultivo
industrial de la Palma Africana.
|
Los bio-combustibles y el bio-paramilitarismo
La culebra de dos cabezas |
En la Finca Palo Alto afiliarse a un
sindicato es el pasaporte para que a uno le
llenen el cuerpo de plomo. De los 200
trabajadores y trabajadoras que hay en la
Finca, 185 decidieron sindicalizarse y por
esa razón fueron reprimidos a balazos por un
grupo de matones al servicio de la empresa.
Entre ellos hay tres mujeres embarazadas.
“¡Salgan
que venimos a matarlos! ¡No se escondan!”,
vociferaron los mercenarios de la Palma, y
luego comenzaron a tirar. Dispararon a cara
descubierta, desafiantes, desde la
arrogancia de quien sabe que en Colombia
la impunidad alimenta las armas y la
cacería de sindicalistas está abierta todo
el año.
Cuando los trabajadores decidieron afiliarse
al Sindicato, el pasado 23 de diciembre, los
sindicalistas asesinados en Colombia
en 2009 sumaban 37, y de ellos 16 eran
dirigentes.
Siete de cada diez sindicalistas asesinados
en el mundo, en ese año, eran colombianos.
Para los sectores oligarcas el que entra a
un sindicato: “se jodió”. Es
un hereje en la tierra santa del
neoliberalismo, un terrorista para el
fundamentalismo de mercado, y esto explica
por qué en los últimos 23 años han sido
asesinados en Colombia 2.708
sindicalistas.
|
Plantación adentro, Estado
afuera
La República de la Palma |
Cuanto más avanzan las plantaciones, más
profundo y solitario se contempla el socavón
verde de la palma, donde el Estado se
paraliza y desvanece. Un vértigo extraño le
impide aproximarse y mirar. Sin embargo, hay
veces que tras un enorme sacrificio, el
Estado logra acercarse al borde de ese
abismo, pero el pobre no puede abrir sus
ojos.
Los mayorales de la Palma saben que al
Estado y al gobierno se le aflojan las
piernas en la plantación, por eso la gente
allí podrá encontrar un trabajo, pero de
seguro no encontrará un solo derecho.
No es casualidad que los trabajadores que
ocupan la Finca Palo Alto estén
reclamando el pago de salarios, primas,
cesantías, los intereses de esas cesantías,
el subsidio familiar y siete años de
cotización al seguro social.
Estos esclavos modernos ganan en promedio
230 dólares, unos 30 dólares por debajo del
salario mínimo. Según la Central Unitaria
de Trabajadores (CUT), en
Colombia se necesitan dos salarios
mínimos para que una familia no se muera de
hambre.
Es muy difícil entender cómo en esas
condiciones feudales de trabajo y de extrema
violencia, el desarrollo de la Palma
Africana favorecerá el progreso de la gente
y de su calidad de vida, como lo afirma el
presidente
Álvaro Uribe.
La
Palma Africana,
en
Colombia
y el resto del mundo, lo único que reparte,
hacia abajo, es violencia y pobreza.
|
Las bio-cooperativas
Los cuervos al acecho |
A un mes de la ocupación de la Finca, el
Ministerio de Protección Social envió a la
doctora
Luz Stella Veira
para encontrar una solución al conflicto. La
incursión de la representante del gobierno
en la República de la Palma duró
apenas unas horitas.
“¡Venga, y conocerá lo que es el camino de
la muerte!”,
le hicieron llegar como mensaje de
bienvenida. De ahí en adelante, el
Ministerio entró en pánico y hasta ahora se
muestra absolutamente incapaz de hacer
cumplir la ley para el reconocimiento del
Sindicato y el inicio de las negociaciones
del Convenio Colectivo.
Por su parte, el
alcalde del municipio de Pueblo Viejo en coordinación con la
Policía Nacional, muestran el lado
obsecuente y servil de las autoridades
locales, autorizando el ingreso a la finca
en conflicto de un grupo de nuevos
trabajadores.
En río revuelto, agazapadas, aguardan turno
las
cooperativas de trabajo asociado,
un eufemismo que esconde un escandaloso
sistema de tercerización, donde la gente
debe trabajar innumerables horas extras,
domingos y festivos sin que se les pague un
solo peso adicional, y muchas no pagan
seguridad social.
La
Finca Palo Alto
pretende deshacerse de sus trabajadores
directos, y contratar mano de obra por
intermedio de estas “cooperativas”.
No hay cultivo que haya desplazado más
campesinos en
Colombia
que la Palma Africana. Es el
“napalm” del Plan
Colombia: quemando la selva, quemando la
gente y a todo derecho.
Desiertos verdes, árboles en filas plantados
como zanahorias, sin campesinos, con escasa
mano de obra y la poca que genera mendiga
por laberintos donde la esclavitud no
encuentra salidas.
El presidente
Álvaro Uribe quiere que Colombia sea en 2020 “la Arabia Saudita
del biodiesel”.
Nos lo imaginamos: un gran desierto, una
monarquía oligárquica y un marketing
millonario llamando a utilizar los
“bio-combustibles” colombianos para salvar
al planeta.
|