Jacinto Quintero es dirigente sindical y
representante de Finca Once, en Chinganola, Bocas del Toro. Herido por más de
160 perdigones durante los trágicos hechos del 8 de julio, se ha visto impedido
de retomar su trabajo y mantiene a su familia con la ayuda del Sindicato y los
compañeros. Semanas después de la brutal represión, Jacinto nos da su opinión
acerca de lo sucedido y del camino que aún queda por recorrer.
-¿Cuéntanos acerca de lo
ocurrido el 8 de julio de este año?
-Todo comenzó con la
tristemente famosa modificación al Código de Trabajo impulsada por el gobierno
de Ricardo
Martinelli;
una modificación que la clase trabajadora evaluó como perjudicial y que en
particular a los trabajadores bananeros les molestó mucho.
Varias encuestas demostraron
que éste era el sentir general y que la ley era catalogada como negativa por la
gran mayoría. Es por esta razón que los trabajadores de la provincia de Bocas
del Toro salen a las calles a pedir que se derogue la ley, se realizan marchas y
se cumplen todos los procedimientos necesarios para solicitar su derogación.
El día 8 de julio a las ocho
de la mañana el Presidente anuncia que no va a derogar la ley. En Bocas del
Toro, una de las provincias donde
Martinelli tuvo
más votos y apoyo, la gente seguía manifestando por una respuesta a su pedido de
derogación. Pero la única respuesta que recibieron de parte del gobierno fue la
de la Ministra de Trabajo que se trasladó hasta aquí para ofender nuestra
dignidad tratándonos de borrachos y denigrar nuestra cultura indígena.
-Fuego sobre la gasolina…
-¡Exacto! Es así que las
manifestaciones se intensificaron. El pueblo pedía algo sencillo: la derogación.
El pueblo quería que el Presidente cumpliera una de sus obligaciones más
importantes: escuchar a su pueblo. Y sin embargo, se decidió reprimir y
disparar a todo lo que se moviera. La represión fue violentísima. Nunca había
sucedido una cosa igual en los gobiernos anteriores. Se disparó sin compasión,
se mató y se hirió sin compasión. 715 compañeros han resultado heridos y muchos
aún no pueden trabajar. Varios compañeros han perdido la vista de forma
definitiva y se cuentan entre los muchos que tal vez no puedan volver jamás a
trabajar.
-El Presidente ha pasado por
aquí entregando algunas casas y miles de becas…
-Intenta de esta manera
borrar las imágenes de esos hechos lamentables. Pero aquí estamos hablando de
muerte, tristeza y luto; estamos hablando de una grave violación a los derechos
humanos y por más regalos que entregue, el Presidente no podrá borrar las
cicatrices que tenemos en nuestros cuerpos, ni el vacío que dejaron nuestros
compañeros fallecidos.
La solución no es dar casa,
becas o bicicletas. La solución es escuchar lo que hemos demandado desde hace
tiempo: la derogación de la ley. El Presidente debió escuchar lo que el pueblo
gritaba en las calles. Estos hechos de tristeza y luto se pudieron evitar de
manera muy fácil, pero no hubo voluntad.
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