Faltaba una papa para el kilo

 

Lo conocí en el congreso que lo designó como sucesor del mítico Nicolás Redondo y posteriormente coincidimos en distintas actividades. Aparte del cariño y reconocimiento que experimento por la organización que representa –los motivos darían material para otra nota– siento por él una gran estima. Se trata de Cándido Méndez, actual Secretario General de la UGT de España. El compañero acaba de publicar con el título de “Unificación del sindicalismo internacional”1 un artículo donde califica como “un hecho de dimensiones históricas” la decisión del XVIII congreso de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), celebrado a principios del pasado diciembre, de poner en marcha un proceso que culminaría en 2006 con la unificación con la Confederación Mundial del Trabajo (CMT). Debido a la consideración que el compañero me merece me siento en la obligación de comentar su artículo.

 

En su trabajo, el compañero Cándido afirma, con razón, que el problema central de la humanidad se sitúa en las relaciones norte-sur y que el movimiento sindical debe impulsar “una nueva, efectiva y solidaria redistribución de la riqueza en todo el planeta”. Luego enumera algunos de los resultados a los cuales accederían los trabajadores y las trabajadoras del mundo luego de la fusión. Entre otros: una mejor calidad del empleo, más y mejores puestos de trabajo para los jóvenes, la vigencia de los derechos humanos en los centros de trabajo entre los que se incluyen la negociación colectiva y el derecho de huelga. Todo esto, en opinión del compañero Méndez, se logrará globalizando la solidaridad. El mismo optimismo se percibe en la CIOSL en cuyo sitio Web puede leerse que una vez efectuada la fusión “empleadores y gobiernos malintencionados ya no podrán intentar sacar partido de nuestras divisiones”. Lo cual es mucho decir, pues si ahora lo están haciendo, luego de la fusión ni siquiera se atreverán a intentarlo.

 

Frente a aspiraciones tan claras y elementales, uno no puede menos que preguntarse: ¿Qué le falta a la CIOSL para impulsar por sí sola esos postulados? Veamos: La CIOSL, como surge del propio artículo de Cándido, está integrada por 234 organizaciones de 152 países contando, según sus estimaciones, con más de 151 millones de miembros. Por su parte, según el mismo autor, la CMT cuenta con aproximadamente el 20 por ciento del tamaño de la CIOSL. De manera que para lograr lo que pretende y hoy no puede, a la CIOSL le faltan las 47 organizaciones y los 30 millones de miembros, que la CMT aportaría a la fusión. Algo así como reconocer que finalmente se encontró la papa que faltaba para completar el kilo.

 

Según el compañero Cándido, “una confederación mundial única es cada vez más necesaria”. No está mal su llamado a la imprescindible unidad, pero es lógico que nos preguntemos: ¿de qué unidad hablamos? Veamos, como se menciona en el artículo, la CIOSL cuenta con 234 organizaciones afiliadas en 152 países, lo que evidencia que en numerosos países existen por lo menos dos centrales de trabajadores afiliadas a la CIOSL. Y esto ocurre –para solamente citar cuatro casos– en la España del articulista, Francia, Italia y Brasil. Esa división en la base, que se agravará con las 47 organizaciones provenientes de la CMT ubicadas en los mismos países donde ya existen afiliadas a la CIOSL, parece no importar. En consecuencia, la mencionada fusión se reduce a la unidad de las cúpulas, frente a lo cual los trabajadores y trabajadoras seguirán aguardando por un futuro mejor mientras empleadores y gobiernos mal intencionados dormirán tranquilos.

 

No menos controversial es la opinión de Cándido de que la fusión pondrá fin a una etapa de “división del movimiento sindical internacional sobre la base de ideologías” originadas durante la guerra fría, pues ahora la línea divisoria “está entre los que defienden la paz, la libertad y el progreso, frente a los que se oponen a ellas”. Tal parece que el compañero se apoya tardíamente en la fracasada teoría de Fukiyama. Pero la cosa no es tan fácil y seguramente –así lo auguro y espero– solamente estos tres enunciados provocarán enfrentamientos ideológicos. Para ello alcanza con preguntarse: ¿qué paz; qué libertad; y qué entendemos por progreso?

 

Cándido finaliza su artículo asegurando que “superando las visiones estrechas del nacionalismo, en estos primeros años del siglo XXI el movimiento obrero retoma y relanza lo que siempre ha formado parte de su esencia y que contribuye a su razón de ser: el internacionalismo sindical”. Cuando comencé mi actividad sindical –hace ya varias décadas– el enunciado era diferente y conceptualmente más claro, en aquellos años se hablaba del “proletariado internacionalmente organizado”. Es una lástima que entre otros aspectos importantes que se ignoran con el espejismo “unitario”, no se tome en cuenta un principio elemental: que la unidad se construye desde abajo o, como dice la canción de Zitarrosa, “crece desde el pie”.

 

 

Enildo Iglesias

© Rel-UITA

1 de febrero de 2005

 

1 Bitácora, suplemento semanal de La República, Montevideo, 30.12.04.

 

 

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