El PAR es una
historia de solidaridad y compromiso
motorizada por la
UATRE. No nació “de la
noche a la mañana”, tuvo un proceso de
gestación a partir de las necesidades
expresadas por los propios trabajadores
y trabajadoras. Nació “desde el pie”,
del diálogo con la gente del campo.
Gerónimo Venegas,
secretario general de
Unión Argentina de Trabajadores Rurales
y Estibadores
(UATRE),
asegura: “Muchos de nuestros compañeros
y compañeras rurales trabajaron durante
su infancia y no pudieron ir a la
escuela, y cientos de ellos ni siquiera
aprendieron a leer y a escribir. Por
supuesto que se debe atacar la causa del
problema que es el trabajo infantil,
pero también debe darse una respuesta a
esos adultos que no recibieron la
educación básica cuando eran chicos”.
Y la respuesta no se hizo esperar. En
2002 se llevó a cabo una experiencia
piloto en la que se constituyeron los
primeros cinco Centros del
PAR.
En ese año fueron alfabetizadas 109
personas.
Desde
aquel año hasta finales de 2010 se
habrán creado 1.564 Centros PAR, y las
trabajadoras y trabajadores rurales
alfabetizados en ese periodo sumarán
40.283 en todo el país.
Con seguridad estamos hablando de una
experiencia singular por su alcance y
dimensión, única en el medio sindical,
cuyas organizaciones, en su mayoría,
mantienen hoy un accionar minimalista,
que no va más allá de los intereses
económicos ni trasciende el perímetro de
la fábrica o la plantación, según sea el
sector que representan.
“Muchos creen -señala
Venegas-
que las actividades y compromisos de un
sindicato empiezan y terminan en la
lucha por mejorar los salarios y las
condiciones de trabajo de sus afiliados
y afiliadas. Pero también somos muchos
lo que con nuestro trabajo demostramos
que un gremio es mucho más que una
institución que busca únicamente mejorar
los sueldos de los trabajadores”.
El número de alfabetizados y
alfabetizadas genera lecturas
paradójicas. Por un lado, nos brinda una
idea de la postergación y exclusión de
la población rural, de la falta de
políticas públicas y, a la vez, nos
habla de la extraordinaria capacidad de
trabajo de la
UATRE,
del grupo fantástico de mujeres
militantes que recorren miles de
kilómetros a lo ancho y largo del país,
participando en un proceso entre
iguales, entre “PARES”,
donde la persona analfabeta no es el
“objeto alfabetizable”, sino el sujeto y
principal agente de su propio cambio.
Más de cuarenta mil personas
alfabetizadas nos dan una idea del
esfuerzo realizado y de todo lo que
falta por hacer por la dignificación de
la familia rural. Como dice
Venegas:
“Hay que seguir trabajando para que,
entre otras cosas, no haya niños
trabajadores rurales, ni trabajadores
sin alfabetizar”.