Uruguay
Nuevo grupo de trabajadores
vence el miedo y se organiza |
Venciendo las presiones de la patronal los trabajadores de
la industria láctea PILI de la ciudad de Paysandú comenzaron
a organizarse sindicalmente y ya han obtenido sus primeros
logros.
La noroccidental ciudad de Paysandú ha sido tradicionalmente
uno de los centros industriales más importantes del Uruguay.
Sin embargo, en las últimas décadas esa realidad ha cambiado
y hoy son más las industrias cerradas y los trabajadores
desocupados que los que están en actividad. La desocupación
creciente permitió que las patronales fueran desconociendo
las conquistas obreras de otras épocas y que hicieran de las
presiones antisindicales uno de los instrumentos
privilegiados para bajar los salarios.
En PILI, cuando el nuevo dueño, hijo del fundador, se hizo
cargo de la empresa las condiciones de trabajo comenzaron a
empeorar. En los últimos cuatro años no se dieron aumentos
salariales, no se pagaban las horas extra ni los feriados de
acuerdo a lo establecido, ni se entregaba a los trabajadores
los equipos necesarios.
La empresa cuenta con 90 trabajadores efectivos y casi 70 en
condiciones de tercerizados. Pese a integrar la Cámara de
Industrias Lácteas no cumple con ninguno de los convenios
firmados entre ese organismo y la Federación de Trabajadores
Lácteos. Una vez más el lucro es el único factor
determinante.
Como producto de estos reiterados desconocimientos y de las
nuevas condiciones políticas del país, donde el 1 de marzo
asumirá por primera vez en la historia nacional un gobierno
de izquierda, un grupo de trabajadores inició el proceso
para conformar el sindicato.
En uno de los domingos de octubre convocaron a una reunión a
connotados dirigentes sindicales de la zona, como Marcelo
Gianotti, de la Unión de Trabajadores Rurales e Industriales
de Azucitrus (UTRIA), y José Oxley, secretario general del
Sindicato de Obreros y Empleados de Norteña (SOEN), y a
Manuel Silva, de UITA. En ese encuentro plantearon las
dificultades que enfrentaban cotidianamente y sus temores de
ser nuevamente objeto de una campaña de represión de parte
de la dirección de la fábrica.
En una reunión posterior, el 25 de octubre, a la que se sumó
Luis Goichea, de la Federación de Trabajadores de la
Industria Láctea, se profundizó sobre el contenido del
convenio firmado entre la Federación y la Cámara. Esta
reunión fue ampliamente promocionada por los promotores del
sindicato, que repartieron volantes en la puerta de la
propia fábrica invitando a participar en ella. Incluso el
dueño de la empresa recibió uno.
El sindicato finalmente quedó constituido. El efecto de tal
iniciativa fue tal que la dirección de PILI decidió convocar
a una reunión con algunos de sus dirigentes, en la que
comunicó que abonará al personal un aguinaldo extra y que a
la brevedad se atendrá a lo establecido en el convenio entre
la Federación de Trabajadores y la Cámara empresarial del
sector lácteo en cuanto al pago de los jornales. "No
estábamos bien informados de los alcances" de ese texto,
adujeron. Respecto a la constitución del sindicato, los
empresarios manifestaron sus reservas, aunque dijeron estar
“dispuestos a reconocer un par de delegados por sección”
(sic). Los trabajadores, responsablemente, plantearon su
disposición a negociar, pero insistieron en que el proceso
de organización sindical es irreversible.
El caso de PILI demuestra una vez más que, más allá de los
miedos, la organización gremial significa mejores salarios,
reconocimiento pleno de los derechos y, fundamentalmente,
respeto por los trabajadores que, con su esfuerzo, generan
la riqueza.
En
Paysandú, Manuel Silva y Ariel Celiberti
© Rel-UITA
8 de
diciembre de 2004
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