El orden social y económico
vigente en la inmensa mayoría de
los países está en crisis.
Probablemente la mayor crisis
que el sistema capitalista haya
pasado desde 1930.
Los trabajadores argentinos no
podemos ignorar lo que está
ocurriendo con los trabajadores
de la zona del euro; en este
mundo globalizado, las olas del
tsunami económico y financiero
que ellos padecen tarde o
temprano llegarán a nuestras
costas.
Mientras bancos, banqueros y
mega empresas son socorridos con
billones de dólares que salen de
las arcas estatales, o sea que
son parte del patrimonio social
de los pueblos, los trabajadores
de Grecia, Italia,
Irlanda, España,
Portugal y otros países
europeos son despojados de sus
derechos y conquistas, al igual
que los sectores más vulnerables
de la sociedad.
Reaparecen palabras que -quizás
con cierta ingenuidad- creíamos
archivadas en el arcón de los
recuerdos: austeridad,
desregulación,
flexibilidad laboral,
ajuste estructural,
rebajas salariales,
reducción de beneficios
provisionales, eliminación
de subsidios a los grupos
sociales marginados,
privatización de empresas
públicas, recortes en los
presupuestos destinados a la
salud y la educación,
contratos laborales
temporarios, incremento
de la “productividad”
laboral, etc. En definitiva,
una mayor explotación de la
clase trabajadora, y un nuevo
despojo a los sectores populares.
Los sectores sociales
dominantes parecen decir
que no sólo no es
posible reemplazar el
sistema capitalista,
sino que tampoco es
necesario, o posible,
darle un rostro humano. |
El llamado “Estado de Bienestar”
con el cual el capitalismo
intentó neutralizar la amenaza
del comunismo está siendo
desmontado con prisa y sin
pausa. Los sectores sociales
dominantes parecen decir que no
sólo no es posible reemplazar el
sistema capitalista, sino que
tampoco es necesario, o posible,
darle un rostro humano.
No obstante, creemos que la
actual coyuntura histórica
también merece una lectura
diferente. Los datos a nuestro
alcance son más que elocuentes:
en el mundo hay 1.000
millones de personas que sufren
hambre y desnutrición, lo que
podría superarse con el 1 por
ciento de lo que se gasta en
armas y guerras.
La desigual distribución de la
riqueza ha llevado a la pobreza
y a la marginación a enormes
sectores de la población
mundial, y a países y regiones
enteras del planeta, mientras
que los minoritarios sectores
sociales favorecidos hacen una
obscena ostentación de su nivel
de vida.
Si a ello sumamos que la ciencia
y la tecnología, al servicio del
poder económico, están llevando
al mundo a un desastre
ecológico, entonces podemos
decir, sin exagerar, que lo
que se observa se parece más a
una crisis civilizatoria que a
una crisis cíclica del
capitalismo.
El orden social vigente está
claramente deslegitimado. El
paradigma neoliberal de
relaciones sociales y económicas
está deslegitimado, y la
actual coyuntura histórica se
nos presenta, en realidad, como
el choque entre ese paradigma y
el que viene a reemplazarlo y
está en plena gestación, aunque
aún no tenga forma ni nombre.
Lo que parece estar
ocurriendo es una
colisión de paradigmas
-verdadero motor de la
historia- en la cual el
viejo se resiste a morir
y el nuevo no termina de
nacer. |
Lejos de estar viviendo “el fin
de la historia” con un triunfo
definitivo del capitalismo, lo
que parece estar ocurriendo es
una colisión de paradigmas
-verdadero motor de la historia-
en la cual el viejo se resiste a
morir y el nuevo no termina de
nacer. Por lo tanto, son épocas
de confusión y de violencia.
A la existencia de varios
gobiernos latinoamericanos que,
aún con sus contradicciones,
están comprometidos con la
defensa de los intereses de sus
pueblos, hay que sumarle las
revueltas populares de los
países árabes y los movimientos
de protesta en varios países
industrializados. Todo ello
nos impulsa a rechazar el
realismo cínico que invita a no
hacer nada, como los intentos
gatopardistas de cambiar algo
para que todo siga igual.
En nuestro país, con la llegada
del kirchnerismo al poder, se
produce un punto de ruptura con
el modelo neoliberal que se
consolidó en la década del ’90,
iniciándose un proceso de
recuperación del rol del Estado
en el diseño de las políticas
públicas. También se adoptaron
medidas para mejorar el consumo
interno y generar empleo, lo que
ha permitido bajar
sustancialmente la desocupación.
Además, se han recuperado
derechos y conquistas sociales
que la dictadura militar había
eliminado. A ello debemos
agregar que, al menos hasta
2011, la negociación colectiva
funcionó razonablemente bien,
permitiendo cierta recuperación
del poder adquisitivo del
salario, en un marco de paz
social.
No obstante, no podemos dejar de
alertar sobre lo que parece un
cambio de rumbo en ciertos
aspectos, quizás como
consecuencia de los efectos de
la crisis mundial, que ya
comienzan a sentirse en nuestro
país. Nos referimos en
particular al cepo que el
gobierno pretende ponerle a las
paritarias, sin base legal
alguna.
La amenaza explícita de no
homologar acuerdos salariales
que superen cierto porcentaje
merece nuestro categórico
rechazo.
Esta actitud del gobierno
significa una inaceptable
ingerencia estatal en la
negociación colectiva,
desnaturalizándola y
violentándose así la libertad de
los actores sociales.
Nuestra organización sindical,
que siempre ha actuado con
absoluta autonomía respecto a
los partidos políticos y los
gobiernos de turno, continuará
luchando para alcanzar un
salario justo, que es aquel que
permite a nuestros trabajadores
y sus familias vivir dignamente
y alcanzar su plena realización
personal, y en ese sentido
seguiremos bregando para que se
universalice el régimen de
asignaciones familiares para
todos los trabajadores, para que
no se discrimine por el nivel de
sueldos y se reduzca
drásticamente el Impuesto a las
Ganancias que atenta
directamente contra su calidad
de vida.
Y si hablamos de calidad de vida
no debemos olvidar la salud,
factor principal en la lucha que
diariamente libra el trabajador
para su subsistencia. Las Obras
Sociales sindicales brindan los
servicios de salud a los
trabajadores y sus grupos
familiares, pero ¡cuánto mejores
serían sus prestaciones si el
Estado, a través de sus
organismos recaudatorios, no
retuviera parte de los fondos
que les corresponden a sus
legítimos titulares, y cuya
restitución el movimiento obrero
en su conjunto reclama
permanentemente.
Pero somos conscientes de que
ese objetivo solo podrá
alcanzarse con la unidad de los
trabajadores y del movimiento
obrero. Y ello nos lleva como de
la mano a tener que referirnos a
la elección de las nuevas
autoridades de la Confederación
General del Trabajo (CGT).
Entendemos que se ha cumplido un
ciclo, y que nuevos compañeros
deberán hacerse cargo de su
conducción. No para poner a la
CGT al servicio del
gobierno de turno, sino para que
sea una auténtica herramienta
para la emancipación de los
trabajadores argentinos. No
pueden continuar al frente de la
Central quienes han practicado
el canibalismo sindical -la
rapiña de los trabajadores de
otras organizaciones gremiales-,
poniendo en cuestión el modelo
sindical argentino.
Tampoco podemos dejar de
referirnos a la expropiación de
las acciones de YPF, medida que
aplaudimos en cuanto se oriente
al desarrollo de la soberanía
energética y el
autoabastecimiento del país, y
no se utilice para la
politiquería barata, el acomodo
de funcionarios amigos o los
negocios turbios.
Buenos Aires, 9 de mayo de 2012