Edna es presidenta de la “Fundación Manos Muertas” y trabajó
en SEATECH hasta que el cuerpo le dijo ¡basta! El atún “made
in Colombia” se produce barato y se exporta a todo el mundo,
pero está contaminado con el sufrimiento físico y emocional
de un número creciente de mujeres y hombres, víctimas de un
feudalismo despiadado.
-¿Dónde trabajabas?
-Trabajé
en SEATECH
durante más de 15 años, pero hace tres que me incapacité.
Sufro de una enfermedad muscular denominada fibromialgia, de
la enfermedad de túnel Carpiano y síndrome miofascial.
-¿Qué
hacías en la empresa?
-Los
primeros cinco años me desempeñaba en la procesadora donde
manipulábamos el atún. Luego fui capacitada para controlar
el empaque por horas. Debía controlar las máquinas donde se
procesaban casi 300 latas de atún por minuto.
Ahí
adquirí las enfermedades por movimientos repetitivos,
trabajando de pie durante jornadas de más de 16 horas casi
sin descansos.
Trabajé
muchísimos años realizando esas tareas.
Cuando me fui ya no
soportaba el dolor y el cansancio. Sentía que no podía más
con mi cuerpo.
-¿En
la empresa hay comedor?
-Sí,
pero solo teníamos permiso de almorzar allí. Si llegaba la
hora de la cena y todavía estábamos trabajando ̶ cosa que
sucedía casi todos los días ̶ se nos daba un refresco, que
aquí llamamos agua de panela, y pan. Eso era lo único que
nos permitían ingerir luego del almuerzo.
Era muy duro mantenerse
durante tantas horas con tan poco alimento, pero si nos
quejábamos nos decían que afuera había 100 personas más
queriendo ocupar nuestro puesto.
Lo mismo
sucedía con los permisos para ir al baño. Nos controlaban y
solamente podíamos ir cuando físicamente no podíamos
soportar más. La misma amenaza se repetía si protestábamos
ante esta situación injusta e incómoda.
En el
puesto que ocupaba en la máquina, si yo quería ir al baño
debían ponerme un relevo. Pero casi nunca accedían, y yo me
arriesgaba a poner en mi puesto a cualquiera mientras corría
al baño e intentaba que no me vieran abandonar la máquina.
Muchas
compañeras han perdido a sus familias a causa de
las enfermedades contraídas, porque es muy
difícil convivir con personas que sufren y se
quejan de dolor permanente. Dolor que lleva a la
depresión, porque uno puede ser joven para ya no
sirve para nada. |
-¿No
podías parar la máquina?
-Si
detenía la máquina debía dar una causa justificada. Tener
sed o necesidad de utilizar los servicios higiénicos no eran
excusas válidas. En esos casos se me descontaba el tiempo
que la máquina estuviese parada.
-En
las zonas francas en Nicaragua, donde las mujeres tampoco
pueden ir al baño cuando el físico lo demanda, la fórmula
que ellas han encontrado es no tomar agua…
-Igual
aquí. Yo casi no consumía agua, intentaba no ir al baño, no
por acaso hoy en día sufro de los riñones.
Con las
comidas en tiempos mínimos, en horarios no habituales y la
gran cantidad de horas que pasábamos sin comer, las
enfermedades de estómago, hígado, gastritis y úlceras eran
frecuentes entre las compañeras.
-Las
condiciones de trabajo eran deplorables, ¿los sueldos eran
buenos?
-Los
sueldos estaban por encima del promedio, porque en la región
se suele pagar el salario mínimo en la mayoría de los
empleos similares.
Pero el
tema de los salarios tiene una arista que vuelve aún más
complicada la cuestión. Cuando el trabajador ingresa a la
empresa se le dice que recibirá el salario básico por su
actividad, pero se le promete una prima extra en caso de que
su productividad alcance la meta que ellos imponen.
Y es en
busca de este bono adicional que los trabajadores permanecen
en la empresa durante jornadas de más de 16 horas, sin
descansos y sin prestar la atención adecuada a los síntomas
que sienten, hasta que ya es demasiado tarde.
-¿Cuál es la situación financiera de la empresa?
-Económicamente le va muy bien. Por más que ellos digan que
están teniendo problemas y realicen recesos en sus
actividades, la verdad es otra. Creo firmemente, al igual
que muchos compañeros, que esas “paradas” (cierres
temporarios de la planta) solamente se realizan para
perjudicar al Sindicato, despidiendo al personal que se ha
afiliado a la organización.
-¿Qué
sucede cuando la empresa advierte que uno de sus
trabajadores está enfermo?
-Encuentran cualquier excusa para despedirlo, o simplemente
se le dice que ese puesto de trabajo desaparecerá y que ya
no necesitan de sus servicios.
Muchas
compañeras se han visto ante esa situación, y sin contar con
el asesoramiento adecuado han vuelto a sus casas dejando que
la empresa saliera impune. Eso es lo que pretendemos cambiar
hoy en día con la
Fundación Manos Muertas. No podemos dejar que
esto continúe sucediendo por falta de información.
-Si
pudieras volver el tiempo atrás…
-¿Sí
volvería a la empresa…?
-Sí
-Actualmente estoy en un proceso de reubicación y sé que
tarde o temprano me van a dar otro puesto en la empresa,
pero la verdad, yo desearía que ese momento no llegara
nunca.
El trabajo en SEATECH no
solo afecta la salud física, también la salud mental y la
relación con nuestras familias.
Muchas
compañeras han perdido a sus familias a causa de las
enfermedades contraídas, porque es muy difícil convivir con
personas que sufren y se quejan de dolor permanentemente.
Dolor que lleva a la depresión, porque uno puede ser joven
pero ya no sirve para nada.
Muchas
de las mujeres que llegan a la Fundación se sienten así:
inútiles e infelices.
Hay que entender: es muy
difícil para nosotras poder llevar una vida normal cuando
nos acostamos y levantamos con dolor.
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