En
SEATECH se procesa atún que es consumido en Europa, y al
mismo tiempo se enlatan y enfrían los sueños de sus
trabajadoras. Esta empresa que en su publicidad global se
ufana de cuidar a los delfines, mantiene una carnicería
humana en la ciudad de Cartagena.
-¿Trabajabas en SEATECH?
-Sí.
Hasta que, hace dos años, me diagnosticaron tres
enfermedades profesionales y no pude continuar con mi labor.
-¿Qué
enfermedades?
-Tenosinovitis
de Quervain, afección del túnel Carpiano y
cervicobraquialgia.
-¿Cuáles eran tus tareas en la empresa?
-Operaria, y mi función era limpiar el atún. Teníamos una
producción controlada que cumplir y la presión era
muchísima.
Trabajábamos con movimientos repetitivos constantes.
Teníamos jornadas de más de 16 horas con solamente diez
minutos de descanso en la mañana y media hora para comer en
la tarde. ¡Tremendo!
-¿Cómo era tu rutina en aquellos días?
-Me
levantaba a las 4:30 de la mañana para dejar las cosas
prontas para mis hijos. Había días que terminábamos de
trabajar recién a las doce de la noche, y sabíamos que al
otro día teníamos que estar de pie antes de las cinco.
Cuando el dolor
empeoró la idea de ir todos los días a trabajar
era torturante. Por las mañanas el dolor era
insoportable pero debía juntar fuerzas para ir
porque sabía que si no me presentaba me
despedían |
Me iba y
mis hijos estaban dormidos, y cuando volvía a la casa, la
mayoría de las veces dormían también.
-¿Trabajabas de lunes a viernes?
-A veces
los sábados también. Esto nos daba sólo un día para
recuperarnos y descansar, pero yo tenía que dedicar los
domingos a las tareas de la casa que durante la semana me
era imposible realizar.
-Y
todo ello comenzó a afectar negativamente tu salud…
-Sí.
Comencé con dolencias en las muñecas. Pasaba por etapas de
hinchazón, dolor e incluso adormecimiento. Luego los
síntomas empeoraron hasta que ya no pude continuar con mis
actividades normales.
-¿Y
cuándo comenzaste a tratarte?
-Demoré
mucho en consultar con los médicos porque tenía miedo de
perder el empleo. Soy madre de tres niños y cabeza de
familia, y no podía darme el lujo de quedar desocupada.
Una de
mis niñas es sordomuda y ciega de uno de sus ojos. Precisa
cuidados especiales y yo era la única fuente de ingresos de
mi hogar. Intenté continuar trabajando hasta el final, hasta
que no pude más.
Concurría casi a diario a enfermería para que me
administraran calmantes, pero al final el dolor me venció.
-¿Cuándo te diste cuenta de que ya no podías continuar
trabajando?
-Cuando
el dolor empeoró la idea de ir todos los días a trabajar era
torturante. Por las mañanas el dolor era insoportable, pero
debía juntar fuerzas para ir porque sabía que si no me
presentaba me despedían.
Hay muchas
compañeras que están enfermas y tienen miedo de
hablar. Yo me decidí porque no aguantaba más.
Estaba muy deprimida. Tenía días de tanto dolor
y tristeza que lloraba por casi cualquier cosa.
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Hay
muchas compañeras que están enfermas y tienen miedo de
hablar. Yo me decidí porque no aguantaba más. Estaba muy
deprimida. Tenía días de tanto dolor y tristeza que lloraba
por casi cualquier cosa.
-¿Por
qué crees que la empresa se maneja de esta manera, con tanto
desprecio hacia sus trabajadores?
-Tiene
estándares de producción y su única preocupación es
alcanzarlos. Con ese número en la cabeza nos hacen trabajar
como si fuéramos esclavos, y si nos enfermamos simplemente
nos despiden y reemplazan. Uno interesa como empleado
mientras pueda producir. Si la producción baja, no importa
el motivo, uno debe irse.
-¿Cómo estás ahora?
-El
dolor es tan insoportable que no puedo dormir. Puedo
calmarlo con ciertos medicamentos, pero el dolor es crónico
y no desaparece. Es una enfermedad degenerativa.
Incluso
ahora he empezado con dolores en las rodillas por las
jornadas interminables trabajando parada.
Los
médicos dicen que uno debe acostumbrarse al dolor. La idea
es aterradora, pero lamentablemente es verdad.
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