Con Maribel
Acosta
Las
escamas y espinas de SEATECH
“Me
enfermé trabajando en la empresa y ellos me
dejaron sola” |
Esperamos a Maribel en la ruidosa cafetería de un
supermercado, en la zona céntrica de Cartagena. Edna Guzmán,
ex trabajadora de SEATECH y presidenta de la Fundación Manos
Muertas, alerta: “Ya vas a ver lo delgada que está”, y
aunque estoy en preaviso, no dejo de sorprenderme cuando la
veo. Luego advierto que su demacrado cuerpo es expresión de
su profunda tristeza.
-¿Qué edad tenías cuando comenzaste a
trabajar?
-Tenía más de 30 años. No recuerdo la fecha
con exactitud. Desde que me encuentro enferma me cuesta
recordar las cosas claramente. Pero fue cuando mi esposo me
dejó sola con mis cuatro hijos que decidí entrar a trabajar
en SEATECH.
-¿Te acuerdas de tus tareas en la empresa?
-Sí, yo estaba encargada del procesamiento
del atún.
-¿Cómo era el trabajo?
-Mira, era una tarea que exigía mucho. Se nos
demandaba producción y si no llegábamos al número éramos
despedidos.
Movimientos repetitivos y procesamiento a
gran velocidad eran una constante en aquel trabajo.
Yo no podía dejarlo porque soy madre de
cuatro niños y cabeza de familia. Me dolían las manos, el
pulmón y la espalda durante todo el día…
-¿A qué hora empezaba tu jornada de trabajo?
-Entrábamos a las siete de la mañana a la
planta.
-¿A qué hora te levantabas?
-A las cuatro de la mañana, porque tenía que
dejar el desayuno y la comida pronta para mis hijos.
-¿Y a qué hora solías culminar?
-No teníamos horario de salida. Podíamos
salir a las cinco de la tarde, como a las once de la noche.
Normalmente regresaba a la casa a las once de la noche.
-Y una vez en la casa, ¿qué hacías?
-Cuando llegaba los niños ya estaban
dormidos, así que durante todo el día solo lo veía unos
minutos a la mañana.
Trataba de comer algo y bañarme para quitarme
el olor a pescado, pero la mayoría de las veces me dormía en
la silla del comedor.
-Mencionaste el dolor en la espalda, en las
manos…
-Sí, pero tenía que continuar sin perder el
ritmo para no quedarme sin trabajo.
La mayoría de las veces me automedicaba y me
vendaba para seguir con las tareas. Una vez me enfermé de
alergia, y a pesar de que ella era provocada por el trabajo
que realizamos en la planta, la empresa amenazó con
despedirme si no mejoraba, porque decían que se podía
contaminar el pescado. Yo tenía manchas en todo el cuerpo,
pero el día que enviaron al médico para la revisión las
manchas ya no estaban. Fue un milagro, porque muchas
compañeras perdieron el trabajo por esa alergia.
-¿Tenían tiempo de pausa?
-Prácticamente no, porque la media hora del
almuerzo se consumía haciendo la fila para conseguir los
alimentos.
-¿Trabajaban paradas en el procesamiento del
atún?
-De pie, sí, durante todas las horas.
-¿Cuántos días a la semana trabajabas?
-Generalmente de lunes a viernes, pero muchas
semanas trabajábamos también los sábados.
-¿Tuviste licencia en los años que trabajaste
para la empresa?
-No. La empresa a veces nos daba un período
libre cuando no había producción o se realizaba limpieza en
la planta. Pero esos descansos –llámalo así- no eran pagos.
-¿Recuerdas cuándo comenzaste a enfermarte?
-Comencé con dolores constantes en manos,
espalda y pulmones. Pero llegó un momento en que, además,
empecé a sufrir de un agotamiento extremo, se me dormían los
dedos, se me caían las cosas de las manos y el dolor se
extendió al brazo y al hombro.
Por aquella época en que los síntomas se
agravaron, pedí permiso un día a mi jefe para concurrir a la
enfermería. Cuando el médico me vio me encontró el pecho muy
inflamado y me otorgó permiso para concurrir a la clínica a
que me revisaran.
Comencé con dolores constantes en manos, espalda
y pulmones. Pero llegó un momento en que,
además, empecé a sufrir de un agotamiento
extremo, se me dormían los dedos, se me caían
las cosas de las manos y el dolor se extendió al
brazo y al hombro. |
Ese fue el último día que trabajé en la
empresa. Me tuvieron que operar de urgencia del túnel
carpiano.
-¿Cuándo fue eso?
-En 2007.
-¿Y actualmente estás con dolor siempre?
-Sí, y varían las zonas. Algunos días me
levanto con dolor en las manos y otros con dolor en la
espalda y en el hombro.
-Has perdido mucho peso…
-Cuando comencé a trabajar pesaba 82 kilos.
En la peor época llegué a pesar 40 kilos y tuve que ponerme
en manos de un nutricionista para que me ayudara.
Actualmente estoy en 50 kilos, y es que soy bastante alta.
-¿Actualmente estás sin trabajar?
-Ya no puedo trabajar más. Mi último intento
fue el de poner un puesto de venta de comida en casa, pero
me quemé la mano por no poder sostener las ollas.
Además, como te comentaba al principio, sufro
problemas de concentración y memoria. Ya casi no puedo salir
sola porque muchas veces me pierdo y no recuerdo dónde estoy
o qué estaba haciendo.
-¿Cómo logras mantenerte económicamente?
-La Fundación Manos Muertas me ayudó a
conseguir la pensión. No es mucho lo que obtengo por mes,
pero estoy muy agradecida de haber conseguido esa ayuda.
-¿Y la empresa…?
-¡Nada! Y esto es muy triste. Yo dediqué años
y muchísimas horas a esa empresa a pesar de que las
condiciones de trabajo no eran buenas, y me siento
totalmente defraudada.
La empresa no se hizo responsable y no me
contribuyó en nada. Yo me enfermé trabajando en la empresa y
ellos me dejaron sola. De haber sabido lo que me deparaba el
futuro no hubiera trabajado nunca allí.
Tengo deudas, y la diferencia entre la
pensión y lo que yo ganaba antes es grande. Ahora cobro el
mínimo, y evidentemente no me alcanza para mantenerme.
Vivo con uno de mis hijos que no trabaja, y
con el dinero que me ingresa de la pensión debo
arreglármelas para enfrentar las cuentas, las deudas y poder
mantenernos. Pero la mayoría del tiempo debo comprar fiado y
las deudas siguen aumentando.
Es un círculo del que no puedo salir porque
no puedo trabajar y generar ingresos extras. Es muy triste
vivir así.
-¿Y hay más compañeras enfermas?
-Sí, muchas, pero tienen miedo de perder el
trabajo si cuentan lo que les pasa. Es muy difícil manejar
esta situación. Yo por suerte conté con la ayuda de la
Fundación Manos Muertas, y recomiendo a mis compañeras
que se acerquen porque sé lo que están viviendo.
He hablado con compañeras que se sienten
solas, tristes, que no saben qué hacer ni cómo manejarse. La
depresión es común entre las compañeras con estas dolencias,
y sentir el apoyo y la compañía que yo sentí en la
Fundación, es muy importante.
-Se te nota… muy triste…
-Estoy siempre triste. Es muy difícil vivir
así. Sufro además de mareos, dolores de cabeza y el último
síntoma en aparecer fue el dolor en las rodillas.
Quiero ser la persona que era antes, pero el
dolor no me deja.
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