La palma
africana y la
africanización rural
“Las plantaciones de palma no son
bosques, son ecosistemas uniformes
que sustituyen los ecosistemas
naturales y su diversidad. Esto
usualmente resulta en impactos
sociales y ambientales negativos.
Las plantaciones no se implementan
en áreas deshabitadas y para la
población local el impacto más grave
es la apropiación de su tierra por
las empresas plantadoras”.
El amargo fruto de la
palma aceitera
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Datos del
Departamento Nacional de Estadísticas (DANE), indican
que el banano ocupó el segundo lugar en las exportaciones de
la agroindustria colombiana luego de las flores. Para 2004 y
2005 se exportó por 699 y 897 millones de dólares
respectivamente en el sector flores, mientras que el banano
exportó por 431 y 507 millones de dólares respectivamente.
Aunque las
exportaciones de banano han crecido un 18 por ciento
respecto a 2004, y se estima que en 2006 el mercado continúe
caracterizado por la oferta a la baja y precios altos, desde
el gobierno se está incentivando el cultivo de la palma
africana en detrimento del banano. ¿Las razones? Varias,
pero una en especial: Estados Unidos consume mucho más
combustibles que la dulce fruta, y no están dispuestos a
modificar su estilo de vida y modo de producción que es, al
decir de José Lutzenberger, “un modelo absurdo
y suicida, de consumo barbárico y orgías
energéticas”.
Guillermo
Rivera,
presidente de SINTRAINAGRO, en diálogo con la
Rel-UITA informó sobre la preocupación de los
trabajadores bananeros ante las declaraciones del presidente
de la República y del ministro de Agricultura, quienes en
varios foros han manifestado que el gobierno estará
privilegiando el cultivo de palma africana para la
producción de biodiesel, y que Urabá es una zona muy
apta para ese cultivo. Por ello el Fondo para el
Financiamiento del Sector Agropecuario (FINAGRO)
está concediendo préstamos a bajos intereses para su siembra
en la región, indicó el dirigente bananero.
Cuando el hambre se
junta con las ganas de comer
La palma
africana fue introducida a Colombia en 1932, pero el
desarrollo comercial del cultivo recién se inició a fin de
los años 50. “Mediando la década del sesenta ya existían
18.000 hectáreas en producción en los departamentos del
César, Magdalena, Santander y Norte de Santander”1.
Su siembra
se incrementó en los últimos años con la instrumentación del
Plan Colombia, ya que la palma africana es el
sustituto principal de los cultivos ilícitos.
Como se verá
más adelante, la “ayuda” estadounidense (condicionada a que
el país profundice sus políticas de apertura y
privatizaciones, es decir,
lo acordado con el FMI) es un espejo donde sólo se
reflejan las necesidades y demandas de Estados Unidos. Las
plantaciones de palma suministrarán combustible barato al
imperio, mientras en realidad lo que se estará sustituyendo
y desplazando es a la población campesina, al tiempo que la
frontera agrícola y ganadera continuará ganándole espacio a
los bosques nativos, acelerando la dinámica del proceso de
contrarreforma agraria que padece el país.
En Estados
Unidos, la Ley de Política Energética de agosto de 2005
“habilita 14.200 millones de dólares en incentivos para el
desarrollo, consumo e incluso la importación de fuentes
alternativas renovables de energía, especialmente etanol y
biodiesel. Establece un incentivo de 51 centavos de
dólar por galón para que la gasolina que se venda en Estados
Unidos contenga al menos 4.000 millones de galones de etanol
en el 2006 y 7.500 millones de galones en 2012”.2
Estados
Unidos, a través del derroche energético de su industria, su
agricultura y su población “auto-dependiente” (250
millones de vehículos en el país), registran la mayor
demanda mundial de petróleo, con un consumo de
aproximadamente el 25 por ciento de la producción del
planeta.
El pasado 31
de enero, George W. Bush manifestó que “Estados
Unidos debe actuar ahora para reducir la dependencia de
fuentes extranjeras de energía. Hacer que el país siga
siendo competitivo requiere energía de bajo costo: Estados
Unidos es adicto al pretróleo, que a menudo es importado de
regiones inestables del mundo…”.
En ese marco
de ideas, Colombia se ha transformado en un país estable,
abierto al capital extranjero, a la fuerza militar
estadounidense que opera a sus anchas y arrasado por las
políticas neoliberales. Por otro lado, está más a mano que
el Oriente Medio, en caso de que los intereses
estadounidenses corran algún tipo de riesgo. Las
plantaciones de palma, el “napalm” del Plan
Colombia, al tiempo que suministrarán combustible “a
bajo costo”, aportan a la estabilidad. Desiertos verdes, sin
campesinos, con escasa mano de obra y donde la
sindicalización de los trabajadores encuentra toda clase de
restricciones.
Por su
parte, el gobierno de Álvaro Uribe aspira concretar
un proyecto que destina más de 3 millones de hectáreas de
palma con el fin de producir biodiesel. Esto está motivado
por los acuerdos en el marco del TLC, donde Colombia podrá
exportar a Estados Unidos biodiesel y etanol libres de
aranceles.
La
apertura económica ha reducido notoriamente la
capacidad de las naciones del Tercer Mundo para
resolver las necesidades básicas de alimentación
de sus poblaciones, para no hablar de sus
posibilidades de desarrollo tecnológico en este
campo. Países que en el pasado fueron
autosuficientes en materia de alimentación,
están ahora desesperados por obtener divisas que
les sirvan para pagar sus importaciones de
productos agrícolas. “Exportar o morir”
parecería ser el mensaje, pero la realidad
parece ser más bien, para la mayoría de ellos,
“exportar y morir”
(Tony
CLarke, “Mechanisms of Corporate Rule).
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¿Qué va a
pasar en Urabá? El presidente de SINTRAINAGRO analiza
con preocupación lo sucedido en el Magdalena, donde
“la palma africana ha desplazado al banano, generando un
grave problema no sólo de desocupación, también la población
está sufriendo mucha miseria y hambre. Esta situación no la
queremos para Urabá. El Estado ha prometido recursos
para que los productores de banano se vuelquen a la palma, y
nosotros nos oponemos a esta política del gobierno. Ya en
Urabá la siembra indiscriminada de palma africana ha
provocado serios conflictos en los municipios de Mutatá y
Chigorodó. Allí se está desplazando a los campesinos que
tienen sus parcelas de plátano, maíz y yuca, porque el
proyecto implica 30 mil hectáreas, de las cuales ya llevan
10 mil sembradas. Hemos estado hablando con la gente que
está con miedo de perder su tierra”, sostiene Guillermo
Rivera.
Mientras el
banano emplea dos trabajadores por hectárea, la palma genera
dos puestos de trabajo por cada diez hectáreas. En Urabá
hay 16 mil obreros bananeros que tienen empleo directo, pero
hay 60 mil familias que dependen del banano.
Rivera
reseña que,
“un productor de plátano con tres hectáreas
bien administradas puede vivir con su familia. Con tres
hectáreas de palma no hace nada. Al final el pequeño
productor acabará entregando su parcela a un gran productor,
y quedará sin empleo y sin alimentos, como ya está
sucediendo”, concluyó el presidente de
SINTRAINAGRO.
A medida que
aumenta la población, disminuye la cantidad de tierra
cultivable per cápita. “Así, en 1990
en Colombia
este valor era de 0,17 hectáreas por habitante, mientras que
en otros países como Argentina era de 0,84. Se estima que en
2025 Colombia contará con 0,11 hectáreas por habitante.”3
Pero si la utilización de la tierra en vez de producir
alimentos se destina a la producción de combustibles, de
este proceso nada más se puede aguardar una mayor
dependencia alimentaria, pérdida de soberanía y más pobreza.
SINTRAINAGRO y la UNAC:
más allá de la fábrica y la plantación
“La
misión del movimiento obrero no es
permanecer en el tiempo a como dé
lugar. Su objetivo histórico es
luchar por la transformación de esta
sociedad injusta y excluyente. Sin
embargo son pocos los dirigentes que
han comprendido la gravedad de la
crisis”.
Rel-UITA
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En
la negociación del nuevo Convenio Colectivo entre
SINTRAINAGRO y el gremio bananero están en juego muchas
cosas. De una parte, la consolidación de este Sindicato de
industria. Una isla, en un país donde la actividad sindical
viene siendo severamente cercenada tanto por la violencia
como a través de una normativa claramente restrictiva, que
alimenta la implementación de políticas antisindicales por
parte de los empresarios.
Al defender a SINTRINAGRO, la UITA
y la UNAC están apoyando al mismo tiempo el trabajo
que viene desarrollando la CUT, para reestructurar la
Central en no más de 15 grandes sindicatos de industria y
por rama de la economía, como punto de partida para superar
el actual divisionismo y dispersión.
Desde otro
ángulo, en su negociación,
SINTRAINAGRO se encuentra defendiendo la fracturada
vigencia de la negociación colectiva, mecanismo de
regulación de las relaciones laborales y condiciones de
trabajo muy debilitado en Colombia, como ya se explicó.
Una
negociación exitosa contribuirá para que SINTRAINAGRO
se posicione como instrumento de transformación positiva de
la realidad urabaense y, en
buena medida, también
beneficiará al proceso de pacificación en la región, lo cual
no implica solamente el desplazamiento de los actores
violentos, sino también avanzar hacia la inclusión social y
una mejor calidad de vida para el trabajador y la
trabajadora bananeros y sus familias.
Desde la Rel-UITA y la
UNAC entendemos que el movimiento sindical
necesita reinsertarse en la sociedad y buscar alianzas en
ella. Necesita desencapsularse para intervenir en otras
nuevas
(viejas)
problemáticas. Que la labor sindical vaya más allá de las
cuatro paredes de la fábrica o del perímetro de la
plantación es tan imperioso como modernizar la arquitectura
sindical, redimensionando su espacio de reflexión y acción,
habilitando múltiples puntos de encuentro.
Es por ello
que, junto a SINTRAINAGRO, ambas organizaciones
participaron decididamente en la fundación de la
Asociación Colombiana de
Pequeños Productores de Plátano (ASCOLPAS) en
Urabá, que hoy reúne a más de 6 mil productores. Estos
campesinos marginados y excluidos, con pocas expectativas de
sobrevivir y permanecer en sus pequeñas propiedades, hoy
están agrupados con la finalidad de construir un nuevo
modelo de gestión desde la cooperación y la solidaridad.
Organizados en torno a la reivindicación de mejores
ingresos, desde la revalorización de su fuerza de trabajo y
conocimientos, mejorando su autoestima.
Actualmente estos agricultores familiares
comercializan directamente su fruta obteniendo -ahora sin
el pago a intermediarios- 6 dólares por caja de plátano en
vez de los 3 dólares que recibían antes. Poco a poco las
familias ven cómo viene mejorando su calidad de vida, en un
proceso centrado en la gente, su entorno, su cultura, y
desde la voluntad de permanecer junto a su tierra.
Hay mucho
por hacer, son décadas de postergación y pérdidas.
Trabajamos para que desde las fincas no salga sólo plátano,
sino también los alimentos para la familia y la población
local. Insistimos en la consolidación de prácticas
agroecológicas, para no perder la tierra y la salud, ni ser
funcionales al enriquecimiento de las transnacionales
agroquímicas. Impulsamos otra ética en la comercialización,
con el respaldo de grupos de consumidores y sindicatos.
Para cumplir con estas tareas, sabemos que deberemos
enfrentar, entre otros, a los impulsores de la violencia -al
fin y al cabo funcional al sistema capitalista de
explotación- y a un gobierno subordinado a los grandes
capitales nacionales e internacionales.
Gerardo Iglesias y Luis A.
Pedraza
© Rel-UITA
30 de mayo de 2006
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