Uruguay
Con
Walter Duarte, abogado laboralista
"No
hay mejor inspector de trabajo
que
el trabajador sindicalizado" |
En Uruguay, dos
tercios de la población activa del campo está constituida
por asalariados rurales. Pero sus derechos laborales son
ignorados, en parte porque les ha sido, y les es, muy
difícil organizarse sindicalmente, sostiene Duarte.
-¿En qué se basa usted para sostener que en Uruguay no se
conoce la situación del trabajador rural?
-Se puede acceder fácilmente a la información sobre la
problemática de los productores rurales pero no a la
situación del trabajador del campo y particularmente a la
del asalariado y a la del pequeño productor. Ambos no están
representados en las organizaciones gremiales más
importantes.
-¿Cuáles son las dificultades para la sindicalización de
esos sectores?
-En Uruguay gran parte de la producción sale directa o
indirectamente del campo, pero los trabajadores rurales son
los que están menos protegidos y los más olvidados. Nuestro
país –proporcionalmente– tiene un gran número de asalariados
rurales, a diferencia de aquellos en que predominan otras
formas de relación con la producción, como la del pequeño
productor o la del campesino. Este es uno de los motivos por
el cual no ha sido fácil generar un movimiento trascendente
por la tierra, ya que falta el campesinado, es decir, la
capa social que se caracteriza por el hambre de tierra.
En Uruguay los asalariados constituyen aproximadamente
dos tercios de la población activa rural y les ha sido
difícil organizarse y visualizarse como clase social. El
nivel de sindicalización es bajo. Por los motivos que
afectan a todos los trabajadores, pero además por la
mentalidad dominante en el medio rural, que genera una muy
fuerte distancia social entre el trabajador y el empleador.
Pese a esto la historia de nuestro movimiento sindical está
jalonada por batallas heroicas. Muchas de ellas se
perdieron, pero contribuyeron a ir forjando la ciudadanía
del asalariado rural, es decir, su acceso a los derechos que
están consagrados en las leyes y en la Constitución, en los
convenios y en los tratados internacionales.
Se lucha para que los trabajadores rurales sean
tratados como los demás trabajadores, por ejemplo en cuanto
a la limitación de la jornada laboral, que a pesar de estar
establecida por ley no se reconoce. Hace relativamente poco,
y luego de muchos años de lucha, se logró la equiparación
parcial en el ámbito de la seguridad social al consagrarse
el seguro de paro para los trabajadores rurales. Esto estaba
previsto en una ley de hace 40 años, pero nunca se cumplió.
-¿Qué impacto han tendido sobre los asalariados rurales las
nuevas tecnologías productivas introducidas?
-Los nuevos fenómenos tecnológicos, y también
económicos, han impactado fuertemente en el campo: en la
desaparición de algunas producciones como la remolacha
azucarera; en las transformaciones que implican la
introducción de maquinaria en el campo; en las nuevas formas
de esquila; en la concentración de trabajadores producida
por las cadenas agroindustriales, fundamentalmente en el
citrus o en el arroz.
La realidad de hoy es cambiante, y permite pensar que
hay una perspectiva importante de organización de los
trabajadores rurales. En el caso de la producción de naranja
esto ya se está dando.
Pese a que se puede sostener que tenemos un campo
estático hay una importante dinámica. En la medida que
surjan dirigentes sindicales destacados se podría generar un
amplio y rápido movimiento de organización de asalariados
rurales.
Hay fenómenos nuevos que inciden positivamente, como
el de la urbanización. Buena parte de los asalariados
rurales están radicados en las ciudades o en centros
poblados de cierta importancia. Se trasladan diariamente a
su trabajo o permanecen toda la semana o 15 días en el campo
pero con una socialización muy parecida a la del trabajador
urbano, lo que también puede contribuir a nuevas firmas de
organización sindical. Otro hecho importante es la
concentración de trabajadores en los complejos
habitacionales del Movimiento de Erradicación de la Vivienda
Insalubre Rural (MEVIR).
En números gruesos la población rural alcanza los 300
mil habitantes. Más de 15 mil de ellos habitan viviendas de
MEVIR. Esto es importante si se tiene en cuenta que esta
modalidad incluye la autoconstrucción y por lo tanto la
participación colectiva en la toma de decisiones.
Un desafío es vincular al asalariado rural a otras
capas proletarias que trabajan en el campo y que no se ven
expresadas en las grandes organizaciones empresariales. En
Brasil, la Confederación Nacional de los Trabajadores de la
Agricultura (CONTAG) sindicaliza también a pequeños
productores y es un fenómeno a seguir con atención.
-¿Y en la forestación?
-El impacto de la forestación se manifiesta en la
aparición de eso que se denomina "nuevos esclavos". Si bien
en 1999 se dictó una reglamentación sobre seguridad en el
trabajo forestal, éste es uno de los ámbitos donde se
producen más accidentes de trabajo, muchos de ellos
mortales.
-Uruguay ha sido tradicionalmente productor de carne y lana.
Actualmente parecería que esas producciones han sido
desplazadas como generadores de empleo.
-A pesar de las trasformaciones la mayoría relativa
del asalariado rural está en las formas tradicionales de
producción, o sea en la gran estancia, que pese a ocupar un
bajísimo nivel de trabajadores por hectárea abarca la
mayoría de nuestro territorio. Se puede calcular que un
tercio de los asalariados rurales trabaja en las estancias y
el resto en la forestación, tambos, citrus, etcétera. La
producción tradicional sigue siendo una gran proveedora de
trabajo.
-¿Cuáles son las demandas más urgentes de los asalariados
rurales?
-Una reforma en la legislación que derogue el estatuto
del trabajador rural, vigente desde la época de la dictadura
(1973-1985), y equiparar a los trabajadores rurales con los
urbanos en lo que respecta a sus derechos. Pero
fundamentalmente lo que hay que exigir es el contralor de
las normativas. Es importante generar las condiciones para
la sindicalización, pues no hay mejor inspector de trabajo
que los trabajadores organizados.
Este fenómeno de ocultamiento del asalariado rural
también afecta la estructura sindical. Al asalariado rural
no le ha sido fácil ganarse un espacio en los niveles de
tomas de decisiones del movimiento sindical y de los
partidos políticos, aun de aquellos que proclaman ser
defensores de los derechos de los trabajadores. Inciden en
esto factores culturales arraigados. Algo similar sucede con
las asalariadas domésticas, en cuyo caso se oculta la
discriminación de género.
-Las mujeres se han incorporado al trabajo rural, como se lo
puede ver en la producción de citrus.
-Sí, y este factor genera el desafío de insertar a las
trabajadoras en la lucha por sus reivindicaciones.
Por otra parte, aunque no alcanza los niveles de otros
países, en Uruguay existe también el problema del trabajo
infantil, que se ha detectado en los más diversos rubros del
campo. En la estancia, en la esquila hay tareas asignadas a
menores, que con ellas comienzan su etapa de aprendizaje.
-Parecería que los oficios típicos del campo se van
extinguiendo...
-Más allá de las escuelas agrarias y de enseñanza
primaria y los liceos que tienen programas adaptados al
medio rural lo cierto es que los oficios se siguen
aprendiendo en la realización del propio trabajo. Con cada
trabajador que es expulsado del campo también se pierde un
conocimiento adquirido a través de muchas generaciones y que
no se puede obtener en una Universidad, pues oficios como
alambrador o domador son un arte. El término genérico, y en
cierta forma despectiva, que se le da al trabajador rural
como peón en el fondo constituye una discriminación. Al
llamársele peón se está ocultando las destrezas de ese
trabajador, que son muy grandes y responden a la
polifuncionalidad. Los trabajadores del campo están
preparados para hacer muchas tareas complejas, y por sus
manos pasan grandes capitales, como maquinaria o animales.
Esto no se reconoce ni en el salario ni en otros beneficios.
Una nueva normativa debería incorporar incentivos fiscales
para la radicación de las familias en el campo. Este debería
ser un objetivo estratégico de cualquier gobierno que piense
en el desarrollo del país.
-Aparte de un reparto de tierras, ¿qué más implica una
reforma agraria?
-Se debe vincular el trabajo rural en todas sus formas
a la transformación de las estructuras agrarias y
concretamente a la reforma agraria, pero encarada de una
manera global que trascienda la distribución de la tierra,
aunque esta demanda esté incorporada. Toda reforma agraria
debe vincularse a la preservación de los recursos naturales,
y en definitiva al futuro de nuestro planeta. La lucha del
hombre que trabaja en el campo es la lucha por la
emancipación de toda la sociedad.
Carlos Caillabet
© Rel-UITA
25 de julio de 2004
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