¿Para
dónde va el mundo? La situación planetaria actual no es muy prometedora; al
menos, fuera de una pequeña minoría que parece tener resuelto su futuro
inmediato, no lo es para las grandes mayorías. Hambre, falta de agua
potable, guerras, contaminación ambiental, violencia creciente, hipercontrol
de los más desarrollados sobre la mayoría desposeída... el panorama se
presenta sombrío.
Con la caída de las primeras experiencias socialistas algunos
años atrás, fuente de esperanzas en un mundo más justo, parecieran haber
caído también los ideales de transformación. ¿Qué hacer ante todo esto? ¿Qué
futuro nos espera?
Sabiendo que estos temas son interminables, acotando algunas
preguntas puntuales Argenpress dialogó, por medio de su corresponsal
Marcelo Colussi, con la argentina Elsa Bruzzone. Historiadora,
especialista en Geopolítica, Estrategia y Defensa Nacional, Secretaria del
Centro de Militares para la Democracia Argentina (CEMIDA), asesora ad
honorem del Congreso Nacional sobre el Acuífero Guaraní y recursos
naturales, es autora de varias publicaciones, tales como: "Manuela Saénz:
Amor y pasión del Libertador Simón Bolívar", con prólogo de Osvaldo Bayer
y "Las guerras del Agua I: un recurso escaso en peligro y II: América, el
objetivo más codiciado". Recientemente fue designada "Visitante Ilustre" por
la ciudad de Quito, Ecuador.
-En un mundo que produce un
tercio más de los alimentos necesarios para que toda la humanidad coma
satisfactoriamente, el hambre es la principal causa de muerte (una persona
muere de hambre cada cuatro segundos, según datos de los organismos
competentes). ¿Por qué? ¿Qué escenarios abre eso a mediano y largo plazo?
-Porque vivimos en un mundo gobernado por las empresas
transnacionales y el capitalismo para quienes el ser humano no es un sujeto
sino un objeto, una cosa, algo que se compra y se vende de acuerdo a las
leyes de oferta y demanda del mercado. Ellos sostienen que en el planeta
sobran 5.000 millones de seres humanos, que los recursos naturales
existentes no alcanzan para cubrir las necesidades de la población actual
(unos 6.500 millones de personas). El genocidio se consuma a través de las
guerras, enfermedades, hambre, sed. Para colmo el cambio climático está
provocando estragos a nivel mundial en todos los aspectos de la vida. El
Secretario de Naciones Unidas Ban Ki Moon ha denunciado hace unas
semanas a los países ricos por haber aumentado el nivel de gases tóxicos en
la atmósfera. Las migraciones son cada más importantes, y ya se habla
abiertamente de guerras por el agua y los alimentos, los dos elementos
considerados más críticos para este siglo. Entonces el escenario que se
presenta no es para nada alentador. Asistiremos a una confrontación cada vez
mayor por la posesión de los recursos naturales, habrá inestabilidad,
seguramente más guerras de las que ya hay, y un genocidio mayor al que
estamos viviendo, donde las víctimas serán como siempre los niños, mujeres y
hombres de los países más pobres y débiles del mundo.
-El estadounidense Henry
Kissinger -paradójicamente, Premio Nóbel de la Paz- dijo alguna vez sin la
más mínima sombra de vergüenza: "Controla el petróleo y controlarás las
naciones; controla los alimentos y controlarás a los pueblos". Esto nos
lleva inmediatamente al tema de la soberanía alimentaria: ¿cómo está en
Latinoamérica la cuestión al respecto? ¿Cómo entender el alza en el precio
de los alimentos que tuvimos a principios del 2008 en relación a esa lógica?
-El Premio Nóbel de la Paz siempre ha sido político; salvo
honrosas excepciones siempre ha sido entregado a genocidas y a la escoria
del mundo. El tema de la soberanía en Nuestra América es preocupante. Hay
mucho discurso, pero en la práctica, salvo excepciones, se hace lo contrario
de lo que se dice. México ha perdido soberanía alimentaria gracias al
NAFTA, los países centroamericanos y la República Dominicana
van en ese camino por el CAFTA. No hablemos de Chile y
Colombia, y menos aún de Perú, gracias a los Tratados Bilaterales
de Libre Comercio (TLC). Brasil con su proyecto de
biocombustibles y de soja va en el mismo sentido, Argentina no se
queda atrás. Uruguay con su proyecto celulósico no escapa a estas
realidades. Creo que hay una fuerte lucha en Ecuador, Venezuela
y Bolivia. Espero que en Paraguay el proceso de sojización
pueda ser revertido. Afortunadamente, aunque los gobiernos nacionales se
hagan los distraídos o miren hacia otro lado, los movimientos de resistencia
existen y su lucha es tenaz y consecuente. El alza de precios en los
alimentos que tuvimos en Argentina en los primeros meses de este año,
se debió a la pugna entre el sector más concentrado y rico del campo, que
cada vez quiere ganar más, con el gobierno, que cada vez necesita más dinero
para seguir pagando los intereses de la espuria deuda externa, por las
retenciones. Fue una pelea de matrimonio y socios por un puñado dólares.
Dice un refrán popular ‘reunión de rabadanes, cordero muerto’, y el cordero
siempre son los sectores populares y más pobres.
-El agua es, cada vez más,
un recurso adorado en el mundo, dada su escasez. De todos modos, se da una
relación perversa que muestra en profundad la estructura íntima de nuestra
sociedad global: mientras se estima que un ciudadano medio necesita 30
litros diarios de agua para vivir bien, un estadounidense consume 100 litros
diarios, y un africano apenas consume un litro. ¿Cómo está esta situación
con el agua a escala planetaria? ¿Qué perspectivas ves con esto?
-Los datos son peores. Un norteamericano consume 400 litros,
los europeos 200; y además 1.100 millones de personas viven con 5 litros
diarios. Recuerdo unas palabras del Superior Jesuita Domingo Izquzurieta:
‘La pobreza es mala; pero la pobreza sin agua es el infierno en la tierra’.
La situación es grave porque el 20 por ciento de los recursos hídricos del
planeta han sido severamente afectados por el cambio climático; y por otra
parte los han afectado también la sobreexplotación y la contaminación.
Debemos recordar que sólo el 2,5 por ciento del agua del mundo es dulce y
que si bien la tecnología para desalinizar agua de mar existe, presenta dos
problemas: requiere mucha energía y no se ha encontrado la manera de
deshacerse de los elementos químicos que se utilizan durante el proceso y
para el buen funcionamiento de la planta desalinizadora sin afectar al
ambiente. Desde hace diez años se viene hablando de guerras por el agua en
este siglo. Los informes de Naciones Unidas, del Panel Intergubernamental
sobre Cambio Climático, de la Comunidad Económica Europea, de los organismos
financieros y económicos internacionales, del Pentágono y de altos jefes
militares estadounidenses hablan de conflictos armados por la posesión de
agua potable, que es el recurso estratégico de este siglo XXI. Desde marzo
de este año el Secretario de Naciones Unidas viene alertando sobre esto. Hay
que preparase y estar alertas, porque de ello dependerá nuestra
supervivencia y la del planeta.
-Cada vez más el
capitalismo, a nivel global, asienta en mecanismos no productivos tales como
las finanzas y los negocios "sucios": las guerras y el narcotráfico. ¿Para
dónde va esto? ¿Es preámbulo de un agotamiento y posterior caída del
capitalismo como sistema universal, o eso sería una forma de reciclarse?
-Esta situación me retrotrae a la década de 1973, cuando
parecía que el ‘mundo occidental y cristiano’ se derrumbaba. Sin embargo
allí estaba la ‘Comisión Trilateral’ compuesta por las transnacionales
europeas, norteamericanas y japonesas, que siguen rigiendo el mundo y una de
cuyas cabezas más visible fue justamente Henry Kissinger, y aquí en
Argentina Adolfo Martínez de Hoz, y rediseñó el mundo
en todo sentido. Ese diseño es el que se impuso en la década de 1990 con el
nombre de neoliberalismo. No me extrañaría que hoy estén haciendo lo mismo.
Así que tengo dudas no aclaradas, por ahora”.
-¿Cómo ves el papel de la
República Popular China en el nuevo escenario político internacional?
-Creo que será la nueva gran potencia de este siglo. Y esto
sin desmerecer a Rusia y la India. He tenido la suerte de
viajar por China y de observar los cambios, pero también de conversar
con distintas personas. Tienen las cosas muy claras, saben lo que quieren,
de dónde vienen y adónde van. Así que asistiremos a la decadencia del poder
de Estados Unidos. De hecho lo estamos viendo aunque sea la única
potencia militar que existe hoy. La historia nos demuestra que los imperios
no son eternos. Nacen, se desarrollan y mueren. Esperemos que a este imperio
tambaleante (Estados Unidos), no lo suceda otro imperio.
Marcelo Colussi
Tomado de Argenpress
23 de diciembre de 2008
|