Kofi Annan,
secretario general de las Naciones Unidas ha dicho que “solamente a medida
que nos acerquemos a la realización de los derechos de toda la infancia, los
países se acercarán a los objetivos del desarrollo y la paz”.
La Declaración del Milenio,
documento que todos los países aprobaron en 2000 y en el que connotaron sus
aspiraciones para un mundo mejor, unido por valores comunes tendientes a
conseguir la paz y un nivel de vida decente para todos los hombres, las
mujeres, los niños y las niñas, sostiene que los años de la infancia deben
estar protegidos contra los peligros y los niños deben estar rodeados por
adultos cariñosos que les ayuden a crecer y desarrollar su potencial a
pleno.
Pero la mitad de los 2.000 millones de niños y niñas que
viven en el mundo real, tiene una vida cruda y brutalmente diferente a la
que todos aspiramos. La pobreza niega a los niños y niñas su dignidad, pone
en peligro sus vidas y limita su potencial.
Los conflictos y la violencia les impiden disfrutar de una
vida familiar segura y traicionan su confianza y su esperanza. El
VIH/SIDA mata a sus progenitores, a sus maestros, a sus doctores y a sus
enfermos. Y también mata a los niños. Les
compromete su futuro.
Cada uno de nosotros tiene una función que
desempeñar para asegurar que todos los niños y las niñas disfruten de su
infancia.
En 2002 la Asamblea General de las Naciones Unidas celebró
una sesión especial a favor de la infancia. Cientos de niños formaron parte
de las delegaciones oficiales, y los integrantes de las mismas se
comprometieron a crear “un mundo apropiado para los niños”; reafirmaron su
responsabilidad básica para “la protección, la crianza y el desarrollo del
niño”.
Un niño secuestrado, obligado a integrar un grupo armado, a
portar armas y a someterse a la esclavitud sexual, o a trabajar duramente en
un taller de la capital, lejos de su familia y de su comunidad natal, no
vive su infancia. Como no la viven los que padecen la mayor miseria, no
disponen de alimentos adecuados, no tienen acceso a la educación, al agua
potable, a instalaciones de saneamiento y a un lugar donde vivir.
Conseguir los objetivos del Milenio exigirá centrarse en la
infancia y en la realización de sus derechos.
Un mundo apropiado para los niños contrasta en forma
descarada con la infancia real de la mayoría de los niños y niñas del mundo.
Alrededor de 29.000 menores de 5 años mueren todos los días debido a causas
que se podrían evitar finalmente, como la deshidratación diarreica, las
infecciones agudas de las vías respiratorias, el sarampión y el paludismo.
La vida de 1.000 millones de niños y niñas está arruinada por la pobreza, a
pesar de la riqueza de sus naciones.
Tres amenazas conspiran contra los progresos alcanzados: la
pobreza, los conflictos armados y el VIH/SIDA. En el mundo en
desarrollo más de uno de cada tres niños no dispone de una vivienda
adecuada, uno de cada cinco niños no tiene acceso al agua potable, y uno de
cada siete carece de acceso a los servicios esenciales de salud. Más del 16
por ciento de los menores de cinco años no recibe alimentación adecuada y un
13 por ciento de todos los niños y niñas no ha accedido nunca a la escuela.
Cientos de miles de menores de edad están atrapados como
soldados en conflictos armados; a muchos se les ha obligado a luchar en el
frente de batalla. Desde 1990 los conflictos han costado las vidas de 3,6
millones de personas; más del 45 por ciento de esos muertos fueron niños y
niñas.
Es importante destacar que, por lo menos en Brasil, la
cantidad de niños que trabaja se redujo 50 por ciento en los últimos 15 años
(a partir de 1995). En el caso de los niños de entre 10 y 14 años los
índices cayeron de 20,5 por ciento en 1992 a 8,5 en 2007.
Las estadísticas demuestran que son más niños que niñas (66
por ciento contra 34) los reclutados para trabajar. Los niños están
sensiblemente más expuestos a los riesgos de las tareas que deben realizar,
por razones físicas y porque las actividades que desarrollan son
generalmente insalubres. Esas consecuencias no sólo son accidentes
laborales, sino que son frecuentes las dolencias osteomusculares, debido a
que las herramientas que usan los niños son diseñadas para trabajadores
adultos.
El trabajo infantil,
además, repercute en empleos mal pagados para la edad adulta.
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