Uruguay
Hay records mundiales que el Libro Guinness no registra. Por
ejemplo: el gasto militar de EE.UU. para el año fiscal
2004-2005 ascenderá a 500.000 millones de dólares, es decir,
1360 millones por día, 56,6 millones por hora, más de
940.000 dólares por minuto y casi 16.000 por segundo. En
julio pasado, W. Bush aprobó una partida de 417.000 millones
de dólares para el Pentágono, a los que hay que sumar otros
10.000 millones que se invertirán en construcciones
militares, unos 20.000 millones de los programas que en este
ámbito ejecuta el Departamento de Energía y alrededor de
60.000 millones que insumen la guerra y la ocupación de Irak
y Afganistán. Como gasto, es gasto.
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El planeta alberga –o padece, según– a 6000 millones de
habitantes, de los cuales 2800 millones tienen un ingreso
inferior a dos dólares diarios (Banco Mundial).
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La caída del Muro de Berlín en 1989 recortó los gastos
militares en todo el mundo, que pasaron de más de 900.000
millones de dólares en los años ’70 –el pico más caliente de
la guerra fría– a 780.000 millones en 1999. A fines del 2004
serán de 950.000 millones de dólares, 50.000 millones más
que en el 2003, sobre todo por la considerable expansión del
presupuesto militar norteamericano. “EE.UU. produce hoy
alrededor de la mitad del gasto militar global, invierte en
él casi lo mismo que todo el resto del mundo” (Natalie J.
Goldring, directora ejecutiva del Proyecto de Seguridad
Global y Desarme de la Universidad de Maryland).
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Al terminar el 2003 había en América Latina y el Caribe 20
millones de pobres más que en 1997 (José Luis Machinea,
secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América
Latina –CEPAL–, organismo de la ONU). Repitiendo los
cálculos de más arriba, se observa que la pobreza creció a
razón de 9100 latinoamericanos por día, 380 por hora y más
de 6 por minuto.
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Las cinco potencias que más invierten en armas y aledaños,
hasta cubrir el 62 por ciento del total mundial, son EE.UU.
(500.000 millones de dólares), Japón (44.000 millones
anuales), Francia (40.000 millones), Reino Unido (35.000
millones) y China (26.000 millones). Es notable: excepto
Japón, esos países son miembros permanentes del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, cuya asamblea general
demanda año tras año el término de la carrera armamentista,
el desarme nuclear, el cumplimiento de las convenciones
internacionales que persiguen esos fines. Haced lo que yo
digo, haced lo que yo digo.
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El 44,4 por ciento de los latinoamericanos y caribeños –227
millones– vive bajo la línea de la pobreza y un 79 de ellos
–177 millones– son niños y adolescentes o jóvenes menores de
20 años. El número de indigentes llega a 100 millones, un
19,4 por ciento de los habitantes de la región. La mitad de
los mayores de 60 años no percibe ingreso alguno. A fines de
la década pasada, el 11 por ciento de la población de
América Latina y el Caribe –55 millones– sufría algún grado
de desnutrición; aguda en el 9 por ciento de los menores de
5 años y crónica en el 19,4 de los niños hasta esa edad
(Estudios de la CEPAL y del Programa Mundial de Alimentos de
la FAO). Es la región del mundo donde impera la mayor
inequidad –o iniquidad– del planeta en lo que se refiere a
la distribución de la riqueza generada: el 20 por ciento más
rico se queda con el 60 por ciento del ingreso total y el 20
más pobre araña un 3. La economista estadounidense Nancy
Birdsall llevó a cabo una proyección econométrica para
comparar la situación de América latina a fines de los años
’60 con la instalada después de las dictaduras militares de
los ’70 y ’80 y de la aplicación de las políticas
neoliberales. Resultado del estudio: las dictaduras y la
globalización duplicaron el nivel de pobreza que hubiera
existido con las políticas económicas anteriores (citado por
Bernardo Kliksberg, director de la Iniciativa sobre Capital
Social, Etica y Desarrollo que auspicia el Banco
Interamericano de Desarrollo).
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El excelente escritor norteamericano Gore Vidal acaba de
señalar que “hemos estado constantemente involucrados en la
guerra porque, según nuestra política, ésta es la forma de
hacer dinero”. Así harán dinero los dueños y accionistas del
consorcio gigante y fraudulento Halliburton, pero no mucha
gente más: una estadística que la Oficina de Censos de EE.UU.
dio a conocer el jueves pasado indica que en el 2003 el
número de estadounidenses bajo la línea de la pobreza
aumentó 1,3 millón en relación con el 2002. Ahora son 35,8
millones de estadounidenses, el 12,5 por ciento de la
población total.
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“La relación entre desarme y desarrollo en el contexto
internacional actual” se titula el informe de 30 páginas que
un grupo de 16 expertos militares convocados por la ONU
presentará ante la 59ª Asamblea General del organismo a
mediados de septiembre próximo. “En una época en que la
erradicación de la pobreza y el desarrollo en todo el mundo
son metas no alcanzadas por la falta de los fondos
necesarios, el aumento de los gastos militares globales
constituye una tendencia inquietante”, se lee en ese
documento. “Al terminar la guerra fría –agrega–, se esperaba
que la disminución del gasto militar y una atmósfera
internacional menos conflictiva liberarían recursos
financieros, tecnológicos y humanos para los fines del
desarrollo.” Pero –comprueban los autores del estudio– “a
pesar de las décadas de debates y propuestas” la comunidad
internacional no ha sido capaz de alcanzar un acuerdo que
limite el gasto militar o fije un porcentaje de ese gasto
para destinarlo al desarrollo nacional”. Tal vez así sea
porque los gobiernos belicistas, el complejo
militar-industrial, las fuerzas armadas, los conglomerados
petroleros y otros intereses conducentes forman parte de la
comunidad internacional.
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La estadística del ingreso per cápita internacional más
antigua que se conoce es del año 1780. Por entonces, la
desigualdad entre los países más ricos y los más pobres era
de tres a uno, hoy es de setenta a uno (Javier Iguíñiz,
economista, director de la revista Sur de Medicus Mundi). Y
todos forman parte de la comunidad internacional.
Juan
Gelman
Página 12
2 de
setiembre de 2004
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