Hay en marcha varios
proyectos nacionales e internacionales para tomar muestras de sangre (u
otros tejidos) y usar la información genética de los pueblos indios.
Este tipo de proyecto vampiro no es un
fenómeno nuevo. Han sido el vehículo privilegiado para la biopiratería y el
patentamiento de genes indígenas en muchas partes del mundo. Con las nuevas
tecnologías disponibles, las implicaciones de estos proyectos van más allá
de la biopiratería individual, a establecer formas de control social -por
medio de la identidad genética- y de explotación comercial -por parte de
empresas farmacéuticas y bioinformáticas- cada vez más amplias y con
consecuencias insospechadas para los pueblos indios y para la sociedad en
general.
A escala internacional existen, entre otros, el
Proyecto Genográfico (de IBM y National Geographic) y el Proyecto
HapMap (de Estados Unidos y otros gobiernos, junto a grandes
trasnacionales farmacéuticas e informáticas). En México se destacan
las actividades coordinadas por el Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen),
que comenzó afirmando que México era un país de "oportunidades para
la industria farmacéutica" debido a sus "60 grupos étnicos", pero luego
cambió de lenguaje para disimular sus intenciones, asegurando que su
proyecto Mapa Genómico de los Mexicanos se haría con poblaciones "mestizas".
Desde el 22 de marzo pasado se quitó otra vez la máscara, cuando por pedido
del gobierno represor de Oaxaca y en presencia de Ulises Ruiz, el
Inmegen firmó un acuerdo con los servicios de salud estatales e
instituciones de educación superior de esa entidad, para muestrear a los
"grupos étnicos" del estado. Comenzaron por la Sierra Norte y la Mixteca.
Varios otros pueblos indígenas están en la mira, como tzeltales, wixarica (huicholes),
ñahñúes (otomíes), comca'ac (seris) y otros, pero el Inmegen y las
instituciones implicadas no abren la información, esperando evitar la
resistencia de los pueblos indios, su principal materia prima.
Ya desde antes existían múltiples proyectos de
muestreo sanguíneo de indígenas -que ahora convergen con los del Inmegen-
realizados por investigadores de la Asociación Mexicana de Genética Humana,
de institutos académicos, como el Centro Universitario de la Ciénega, de la
Universidad de Guadalajara (CUCI-UdeG), y otros, incluyendo la
UNAM. A menudo estas investigaciones están vinculadas a programas de
salud públicos, que llegan a los pueblos a tomar muestras alegando diversos
programas de prevención. Incluso hay casos en que están ligados a la
recepción de programas de asistencia, como Oportunidades.
Esos proyectos no le han servido -ni le servirán-
en absolutamente nada a los pueblos indios, pero a los investigadores les
han reportado publicaciones, créditos académicos y becas, y a las
instituciones la justificación para pedir asignación de recursos públicos, y
en ambos casos, producir información que luego es capitalizada por las
grandes empresas farmacéuticas. En algunos casos, las muestras obtenidas
fueron a parar a "bancos genéticos" internacionales, y hasta hoy en día se
pueden comprar por Internet, por ejemplo en el Instituto Coriell de los
Institutos de Salud de Estados Unidos, copias de material genético de
indígenas mexicanos de varios pueblos, desde 85 dólares la muestra. Algunas
muestras colocadas en Internet han sido patentadas por empresas o
investigadores.
Muchos estudios de antropología biológica y
antropología física basados en muestras de sangre de pueblos indios no
hubieran podido ser realizados si los pueblos hubieran sabido realmente el
objetivo de éstos. Un ejemplo entre otros: los estudios comparativos entre
los pueblos purépecha, wixarica y rarámuri de Héctor Rangel Villalobos
son un profundo insulto a esos pueblos. Aunque para los investigadores es
apenas "investigación", para los pueblos tal tipo de estudio y comparación
es una ofensa, que no sería nunca aprobada en sus asambleas. Es posible que
se les haya dado alguna información a los individuos de que las muestras
serían para "investigación científica", pero esto de ninguna manera se puede
considerar "consentimiento informado", ya que las personas muestreadas no
aportan información individual, sino información genética de todo el pueblo
al que pertenecen. Por tanto, es un tema del pueblo o nación, no de
individuos.
La mayoría de estos proyectos afirman, sin
embargo, que los muestreados han sido informados y consultados previamente.
Pero la información que se les entrega -cuando esto sucede- es totalmente
fragmentaria y no da una idea real de lo que puede suceder posteriormente
con las muestras obtenidas. O desde el inicio la institución se desvincula
de toda responsabilidad futura. Tal es el caso del proyecto Mapa Genómico de
los Mexicanos, del Inmegen. El formulario de "consentimiento
informado" que entrega esta institución dice textualmente: "no se puede
predecir siempre el resultado de la investigación (sic) por lo que pueden
surgir riesgos en el futuro que no podemos predecir ahora". En la práctica
el Inmegen se deslinda así del uso que cualquier persona, empresa o
gobierno le dé a la información genética que extraen.
Un asunto extremadamente serio, ya que el
Inmegen, que vive de fondos públicos -y privados-, pero sobre todo de
los genes de la población mexicana, incluyendo indígenas; desde su
concepción tiene relaciones incestuosas con fuertes intereses privados
nacionales y con trasnacionales farmacéuticas y bioinformáticas cuyo
objetivo es lucrar con esa información. Esto por medio de productos
farmacéuticos para las minorías que puedan pagarlos, pero también de muchos
otros usos posibles. Por ejemplo, vendiéndole información sistematizada a
bases de datos gubernamentales (nacionales o extranjeras) que en un futuro
-del que el Inmegen ya se ha deslindado- puede ser usada contra los
propios pueblos.
Silvia
Ribeiro*
La Jornada
3 de abril
de 2007
*
Investigadora del Grupo ETC
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