Según denunció la
Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez de Oaxaca (UNOJO), México, sus
comunidades han sido víctimas de un nuevo tipo de apropiación inmoral: la “geopiratería”.
Se trata de usar (y abusar de) los saberes locales de
comunidades indígenas y campesinas para hacer
mapas digitales altamente detallados sobre
su geografía, recursos (hidrológicos, de biodiversidad natural y cultivada,
arqueológicos, sociales, culturales) para colocar todo esto en páginas
electrónicas de acceso abierto, a disposición de quien lo quiera usar. Por
ejemplo, corporaciones, instituciones, o el propio ejército de Estados
Unidos, que es quien financió este proyecto en Oaxaca. Que por cierto, antes se realizó en otras
localidades de México: nueve comunidades de la Huasteca Potosina y
otras en la Sierra Tarahumara.
Las implicaciones de este tipo de actividad son tan vastas,
que es difícil resumirlas. El mapeo detallado y exacto de los territorios
sólo es posible si se extrae el conocimiento local de quienes viven allí. Al
procesar estos saberes con nuevas tecnologías, como sistemas de información
geográfica digitales, superpuestos a mapas satelitales de acceso libre en
Google, se logra un volumen enorme información que no se conocía o no se
podía apreciar. Estos mapas son de gran utilidad para fines militares y de
contrainsurgencia, pero también para fines industriales (explotación de
recursos minerales, vegetales, animales y de biodiversidad, mapeo de accesos
carreteros construidos o “necesarios”, fuentes de agua, poblados, mapeo
social de la posible resistencia o aceptación a proyectos, etc.)
El paralelo con la biopiratería es sorprendente: ambas se
basan en acceder a los conocimientos -y potencialmente sus recursos- de las
comunidades, a partir de los saberes ricos y detallados de su ambiente, para
obtener beneficios que en nada favorecen a las comunidades e incluso las
pueden perjudicar seriamente. En ambos casos, la entrega voluntaria de datos
por parte de las comunidades se consigue gracias a la intermediación de
gente local y de universidades o institutos académicos nacionales (con
acuerdos internacionales), con aparición puntual de algún gringo, que son
quienes realmente dirigen los proyectos. Por detrás,
financiaciones oscuras, que constituyen los realmente beneficiarios de los
proyectos, por ejemplo empresas trasnacionales, o en el caso de la
geopiratería, las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
Según cuenta la UNOSJO, un equipo liderado por el
geógrafo estadounidense Peter Herlihy, llegó a la Sierra Juárez en
2006 para informar y pedir apoyo para un proyecto de mapeo “participativo”
titulado “México Indígena”. Herlihy presentó el
proyecto como una forma de mapeo digitalizado hecho con y al servicio de las
propias comunidades, en el marco de un estudio sobre el impacto del Procede.
Aunque mencionó otros colaboradores del proyecto, como la
Sociedad Geográfica Americana (a través de Jerome Dobson, su
presidente), la Universidad de Kansas, la Universidad de Carleton, la
Universidad Autónoma de San Luis Potosí (doctor Miguel Aguilar Robledo)
y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat),
no mencionó la activa
participación de la empresa de tecnología militar Radiance Technologies ni
que la financiación provenía de la Oficina de Estudios Militares Foráneos de
Estados Unidos (Foreign
Military Studies Office – FMSO, por sus siglas en inglés)
No fue olvido. La FMSO se describe como “un centro de
investigación y análisis de Actividades de Apoyo de Inteligencia, bajo el
Comando de Entrenamiento y Doctrina del Ejército de Estados Unidos
(…) que administra y opera el Centro de Inteligencia Conjunto de Fort
Leavenworth”.
Fort Leavenworth
fue el centro militar de comando durante la expansión de Estados Unidos
sobre territorios indígenas desde 1800 (el genocidio televisivamente llamado
“conquista del Oeste”). También el centro de vigilancia y control de
poblaciones nativas desde la guerra civil en ese país. Actualmente se enfoca
en “amenazas emergentes y asimétricas a la seguridad nacional de Estados
Unidos”, obviamente a partir de su visión del peligro que representan
los pueblos indígenas. De ahí su apoyo a este proyecto de geopiratería
enfocado en áreas indígenas.
El director de Fort Leavenworth es David Petraeus,
que comandó la División 101 de asalto aéreo durante la Operación “Iraqi
Freedom” contra el pueblo de Irak, siendo luego el primer comandante
del Comando Multinacional de Seguridad y Transición en Irak.
Los informes de los “desinteresados” geógrafos del proyecto “México
Indígena”, se presentan mensualmente a la FMSO de Fort
Leavenworth. Entre muchos otros datos que aparecen en esos informes, que
de una simple ojeada erizan los pelos de la nuca, se relata una conversación
de los líderes de México Indígena con
Petraeus,
donde éste
afirma que basado en su experiencia en Irak, “el conocimiento de las
culturas es un multiplicador de fuerzas [militares]… el conocimiento del
‘terreno’ cultural puede ser tan importante, y a veces más, que el
conocimiento del terreno geográfico”. Los líderes de México Indígena agregan
orgullosamente que “la cultura y pobladores locales son entonces el ‘terreno
decisivo’”, y que su proyecto logrará completar la descripción digitalizada
del “terreno cultural” del México indígena. Salvo que ahora están
advertidos.
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