Colombia

DESIGUALDAD y HAMBRE

Cunde la

desnutrición infantil

Aunque la Constitución reza que “los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás”, la realidad es otra y no puede ser más desoladora. Recientemente se realizó la Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia y las cifras que arrojó sobre la suerte que está corriendo la niñez son sobrecogedoras. El 12% de los niños colombianos menores de 5 años, el 12.6% entre 5 y 9 años y el 16% de aquellos que tienen entre 10 y 17 años de edad, sufren problemas de desnutrición. En muy buena medida ello obedece a que los bajos ingresos de las familias más pobres, no les permiten cubrir las necesidades nutricionales de la población infantil.

 

La cantidad de menores de 18 años que vivía en 2003 en la pobreza subió de 12.1 millones a 12.9 millones, elevándose la tasa de pobreza para este grupo de edad de 16.7% a 17.6% (1). Según Daniel Weinberg, de la Oficina del Censo, “Este incremento en pobreza infantil está probablemente relacionado al incremento de la pobreza en familias uniparentales” (2). El 13.5% de los niños en Colombia acusan retraso en su crecimiento, tienen estatura por debajo de la norma, lo cual indica malnutrición crónica por un período mayor de seis meses. La talla de 6.4 millones de infantes menores de 17 años, es ostensiblemente baja para su edad; en concepto de la autora del estudio a que hacemos referencia (3), Carolina Borda, el grupo más grande con esta anomalía es el de 10 a 17 años, con 16.2%, “pues por estar en un pico de crecimiento, ya no tendrán más oportunidad de recuperar esa talla”. La guajira, Boyacá, Nariño, Magdalena y Vaupés, se cuentan entre los departamentos donde prevalece más este fenómeno. Claro, que según la Organización de las Naciones Unidas este se extiende a toda la población, a tal punto que según su revelación en Colombia diez millones de personas tienen alguna carencia nutricional y seis millones de ellas sufren de desnutrición severa. El Informe de la ONU registra un dato que por lo aterrador parece inverosímil: “Las cifras revelaban que en el departamento de Antioquia, una persona cada dos días muere de hambre” (4). Cualquier parecido con Biafra está alejado de ser una coincidencia.

Se impone el raquitismo

Lo más grave no es la baja estatura a la que están siendo condenados irremisiblemente, sino que ello lo que denota es que todo su cuerpo ha crecido por debajo de su potencial, incluido el cerebro. Como lo afirma Angel Facundo, director de la Asociación Colombiana de Comedores Escolares, “Esto pone a ese niño en desventaja frente a otros de su país, pero también frente a los de otros países”. Aquí se está incubando un problema de enormes proporciones y lo que es más grave aún de carácter irreversible; esta generación de niños famélicos le habrá de deparar al país una sociedad lastrada irremediablemente por un sinnúmero de niños con retardos mentales, a quienes la oportunidades en la vida le serán muy esquivas, sin que ellos tengan la culpa de las tara que esta sociedad indolente les impone como si fuera un estigma. Y de contera, el porcentaje de niños con peso inferior a la norma es de 6.4%. Desde luego, el drama es mayor entre la población más pobre, sobre todo en las zonas rurales; uno de cada cinco niños de estas sufre de retardo de crecimiento. No se puede perder de vista que el período crítico durante el cual se puede actuar para conjurar daños tan irreparables es durante la gestación y los primeros dos años de vida, especialmente durante el período de la lactancia. El problema parte desde el vientre mismo de la madre; el 19% de las madres embarazadas tienen bajo peso durante tal estado y la inmensa mayoría de ellas presente deficiencia de hierro casi la mitad de ellas sufre de anemia. Todo ello contribuye al retardo en el crecimiento del feto y al bajo peso de este al momento de venir al mundo.

La niñez anémica

Como si lo anterior fuera poco, el 33% de los niños entre 1 y 4 años de edad sufren de anemia y en el caso de aquellos cuya edad oscila entre 5 y 12 años llega a niveles tan alarmantes como el 37%. Más de la mitad de los menores de 18 años son anémicos. Ello es tanto más preocupante, puesto que en dicha edad están en pleno proceso de aprendizaje y tales deficiencias afectan enormemente su atención, concentración y asimilación de los conocimientos. Los niños no escapan a la tragedia humanitaria que representa el desplazamiento en Colombia, el segundo en importancia en el mundo después de Sudán y el primero en Occidente según las Naciones Unidas; de acuerdo con las cifras que maneja UNICEF – CODHES, entre 1985 y 2002, 1.750.000 niños sufrieron los rigores del desplazamiento forzado en Colombia. Según la UNICEF, cada año mueren en Colombia 20 mil niños, por razones prevenibles.

Contrastes aberrantes

En un país así, con tan marcados como trágicos contrastes, resulta inaudito que los recursos que debieran invertirse en la mitigación de tan aberrantes temas, se distraigan por parte del gobierno para financiar su déficit. Como lo denunció recientemente el Contralor General (5), $680.000 millones del presupuesto del ICBF, que representan el permanecen invertidos en TES; tal injusticia clama al cielo y no tiene perdón! Este hecho tan deplorable, no lo alcanzó a opacar la rueda de prensa que a renglón seguido convocó la directora del ICBF (6), esta vez no para controvertir la cifra, sino para denunciar la cartera morosa de la institución a su cargo por valor de $180.000 millones correspondientes al aporte parafiscal del 3% del 2005 a que están obligados los patrones, de los cuales irónicamente el 70% corresponde al sector público. Ello habla muy mal de la responsabilidad de las empresas renuentes, pero también de la gestión del ICBF, cuyos directivos le deben una explicación al país, del por qué se permitió que dicha situación llegara a tales extremos sin que ellos movieran un dedo para impedirlo.

En este país, en el que, según la UNICEF (7), de cada dos niños que nacen uno es no deseado, cada año 200 mil adolescentes son madres, la mayoría de ellas solteras y cabezas de familia, al tiempo que 750 mil niños abandonan la educación básica cada año, eso representa el 7% nacional en el área urbana y el 13% en el área rural. Es fundamental asegurarle a la niñez tanto el acceso como la permanencia en el sistema educativo; la Ley General de Educación consagró tres grados de educación preescolar, pero, tal y como sucedía con las Cédulas reales durante la Colonia, se obedece pero no se cumple. Ello conspira contra las posibilidades de contener los altos niveles de deserción posterior, la repitencia, en suma en la calidad de la educación que se le imparte a la niñez. En este caso la desigualdad salta a la vista, mientras los niños de los estratos bajos llegan al primer grado a lo sumo con un año de preescolar, los de los estratos altos llegan con 3 y hasta 4 años; esta tendencia a la postre marca la diferencia en la formación y en el rendimiento académico de unos y otros. Le asiste la razón a Abel Rodríguez, Secretario de Educación del Distrito, cuando afirma que “El cuidado y la atención que se prestan a la educación de la infancia entre los 3 y 5 años, resultan definitivos para su desempeño escolar futuro y desarrollo integral” (8). 1.1 millón de muchachos, aproximadamente, están por fuera del sistema educativo. Un factor que incide fuertemente en la deserción escolar es el bajo ingreso de las familias pobres, que obliga a los niños a trabajar para conseguir su sustento diario. Un 45% de los niños que no asisten a clase, se ven impelidos a ello básicamente por la necesidad de trabajar, la falta de motivación o por que no le es asequible por motivos económicos. En Colombia 2.500.000 niños y niñas, aproximadamente, trabajan y de ellos 1.700.000 son adolescentes y 800 mil son niños entre 6 y 11 años, el 80% trabaja en el sector informal y de cada 10 niños que trabajan 7 no asisten a la escuela. Alrededor de 8.4 millones de niños están en las peores formas de trabajo infantil, entre estas la prostitución y la servidumbre por deudas, denunció la UNICEF (9).

Como lo afirmó el diario de los Santos “La situación de la infancia en Colombia da grima” (10), pues a la dramática situación que hemos expuesto descarnadamente, se le viene a sumar el maltrato, el abuso de que son objeto por cuenta de la depravación de los mayores. Colombia se ha convertido en un polo de atracción del turismo sexual, fomentando la prostitución infantil, la pornografía infantil y la pedofilia; los vejámenes y el ultraje de que son objeto los niños en Colombia constituyen una verdadera y conmovedora afrenta. Según la UNICEF 35 mil menores de 18 años son explotados de esta forma en Colombia. Estas cifras son escalofriantes: en el año 2004 hubo denuncias por 25 mil casos de explotación sexual y 18 mil por abuso sexual y en el 2005, se registraron 184 suicidios de menores (cada dos días se suicida un niño), 680 homicidios. Este cuadro tan dantesco es como para sentarse a llorar!

¿Qué será de la niñez?

Y para rematar, en Colombia se carece de un buen registro de la niñez, toda vez que de un millón de niños que nacen anualmente en Colombia, 150 mil de ellos no tienen partida de nacimiento durante el primer año de vida y por lo tanto no cuentan para nada, privándolos de un derecho básico e inalienable: su reconocimiento como ciudadanos. Ello implica, además, que están por fuera de atención y protección del Estado, sumidos en el total desamparo; ello torna nugatorias normas tales como el precepto constitucional que establece que “Todo niño menor de un año que no esté cubierto por algún tipo de protección o de seguridad social, tendrá derecho a recibir atención gratuita en todas las instituciones de salud que reciben aportes del Estado” (11). En tales condiciones, cabe preguntarse qué país le estamos legando a nuestros hijos y qué hijos le estamos legando a nuestro país, pues los niños de hoy serán los mayores del mañana!
 

Amylkar D. Acosta

Tomado de www.colombia.indymedia.org

19 de mayo de 2006

 

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