América Latina

DESIGUALDAD y HAMBRE

¿Dónde se concentra la desigualdad?

Es conocido que los pueblos de América Latina, en los últimos años, han demostrado un profundo malestar frente a las políticas económicas y sociales aplicadas la década pasada, lo que ha llevado a que, en sucesivas elecciones presidenciales, se aprecien cambios de proporciones en el mapa político de la región.  

 

Según la CEPAL, Panorama Social de América Latina 2004, el número de pobres y de indigentes (pobres extremos) sólo bajó un 1,8% de 1997 al 2004, pasando del 43,5% al 41,7% del total de la población. En cantidad de población, los pobres aumentaron en el mismo período, pasando de 204 a 216 millones de personas. En el 2004 y 2005, la pobreza bajó ligeramente, debido al crecimiento económico, como consecuencia de la favorable coyuntura internacional (alza de los precios de las materias primas).

Sin embargo, la desigualdad en la distribución del ingreso nacional se ha agravado. La desigualdad mide la diferencia entre las personas más ricas y las más pobres de una sociedad. El indicador más común es el coeficiente Gini, que va de 0 a 100: mientras más cerca a 0, más igualitaria es la sociedad; y viceversa.

Dice CEPAL que el coeficiente Gini en la región es 52, mientras que en los países industrializados de la OCDE es 33,2; los países asiáticos tienen 40 y el Gini para África es de 48. Nótese que el índice de desigualdad es diferente al nivel de pobreza: África es más pobre que América Latina, pero menos desigual.

Hasta aquí, nada nuevo porque es sabido que tenemos el triste privilegio de ser la región más desigual del mundo. Pero el Panorama Social da luces adicionales sobre la concentración del ingreso, dándole una vuelta de tuerca adicional al Gini, calculando el valor del coeficiente si se excluye al 10% más rico de la población en cada país.

Algunos resultados: Brasil baja de 64 a 45, Chile de 55 a 37, Perú de 52 a 38 y Uruguay de 45 a 34. Estos "nuevos" Gini indican que la desigualdad se reduce de manera notable, acercándonos a los niveles asiáticos y, en el caso de Chile y Uruguay, a los países industrializados. Hay otra forma de lectura: prevalece en la región un estilo de crecimiento concentrador del ingreso en las capas altas. En el lenguaje actual, se le denomina "crecimiento no propobre". En una palabra, no "chorrea".

Es esto, entonces, lo que urge cambiar. Para hacerlo, hay que desarrollar políticas activas que impulsen el crecimiento de las actividades creadoras de empleo: industria, turismo, agro, construcción, entre otras. Dicho de otra manera, si se privilegia la explotación de recursos naturales (minería, petróleo), habrá crecimiento económico (aumenta el PIB, debido a las exportaciones), pero su incidencia en el empleo y los salarios no es significativa.

También es importante fortalecer la capacidad redistributiva, el Estado a través de una reforma tributaria que permita una mayor recaudación para destinarla a inversiones sociales y de infraestructura (en el Perú la presión tributaria es de solo 13,6%, inferior al promedio de la región de 17,5%). Además, es indispensable elevar el salario mínimo vital, entre otras medidas. Si esto se hace, estaríamos atacando las verdaderas causas del malestar económico y social que hoy recorre América Latina. Si no, hay que atenerse a las consecuencias.

 

Humberto Campodónico
Convenio La Insignia / Rel-UITA

14 de diciembre del 2005

Foto: www.jornada.unam.mx

 

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