El fin último de la lucha de la sociedad civil es
conseguir que la igualdad de oportunidades sea el
imperativo por el que se rijan las sociedades y no
conseguir que la población mundial tenga un plato de
arroz con frijoles.
Con menos de 30 euros al año se evitaría que un niño
muriese de hambre, según el último informe de Naciones
Unidas. Así, como señalan desde Unicef se hace
“inaceptable que sigamos con tan altos niveles de
malnutrición crónica en los primeros años de vida”.
Según la FAO, la Organización para la Agricultura y la
Alimentación de Naciones Unidas, cada año dejan de pasar
hambre seis millones de personas, mientras que para
cumplir el objetivo marcado por la Cumbre del Milenio en
Nueva York del año 2000 deberían ser más de 22 millones
los que tendrían que conseguir la alimentación necesaria
para vivir. Al ritmo actual se necesitarán más de 130
años para acabar con el hambre en el mundo. El Objetivo
del Milenio (ODM) de reducir la pobreza a la mitad para
el año 2015 queda, por tanto, muy lejos de la realidad.
Al problema de la malnutrición y la pobreza se une el
que más de mil millones de personas en todo el mundo no
puedan acceder al agua potable. Sangrante si se piensa
en el agua que se necesita para mantener en buenas
condiciones los jardines y campos de golf para disfrute
de los ciudadanos del Norte. La falta de agua en
buenas condiciones es una de las causas de que se
produzcan más de 30.000 muertes de niños diariamente por
enfermedades que se pueden prevenir, como diarreas,
cólera y otras enfermedades erradicadas ya en los países
ricos del Norte.
El sida, convertido ya en pandemia en muchos países del
África subsahariana, es otro de los grandes retos para
el futuro. En la actualidad, hay más de 40 millones de
personas infectadas por el virus del sida, una cifra
similar a la población de España. El 90% de los enfermos
de sida proceden de países empobrecidos del Sur. Además,
según denuncia Unicef, “en los últimos 10 años se ha
pasado de 50.000 a 750.000 huérfanos por el VIH”.
Esta situación de desamparo provoca que estos niños
huérfanos sean una presa fácil para la mafias de
explotación infantil. Hoy se calcula que más de 200
millones de niños trabajan en todo el mundo, en muchos
casos en situación de exclavitud.
La educación está estrechamente relacionada con la
mejora en las condiciones de vida. Sin embargo, más de
850 millones de personas en todo el mundo son
analfabetas, en su mayoría mujeres, y 113 millones de
niños no asisten a la escuela. La falta de formación
aumenta la vulnerabilidad frente al hambre, la pobreza y
la enfermedad. Un estudio realizado en Uganda ha
demostrado que las probabilidades de contraer el sida se
reducen en un 15% en el caso de que los niños finalicen
el primer ciclo educativo.
Otros estudios realizados por agencias internacionales
han revelado que los agricultores que han finalizado sus
estudios primarios son, en promedio, casi un 9% más
productivos que los que no han ido la escuela.
La falta de educación y analfabetismo limita las
posibilidades y la propia realización de las personas.
Alguien que no sabe leer ni escribir tendrá problemas
para encontrar un trabajo, para mejorar sus aptitudes y
desarrollarlas. Así, la falta de educación es uno de los
elementos que hacen que las comunidades se estanquen en
la pobreza.
La formación de la población lleva consigo el
crecimiento económico y la distribución de la riqueza,
permite la participación de las personas en la vida
pública y poder defender sus derechos, ayuda a controlar
la natalidad y a mejorar la salud. Y eso es vivir con
dignidad.
Ana Muñoz