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Hambre de paz |
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El Sur vive una silenciosa tercera guerra mundial. El
enemigo: el hambre. Más de 100.000 personas mueren a causa
de ella cada día. Mientras que el sector agrícola estaría
capacitada para alimentar diariamente a 12 billones de seres
humanos, casi dos veces la población mundial.
Mientras lee esta frase, muere un niño menor de diez años por
malnutrición. Y mientras lee este artículo, habrá perdido la
vida una persona por falta de vitamina A. Más de 100.000
personas mueren cada día de hambre. Un mundo donde
increíbles revoluciones industriales, tecnológicas y
electrónicas han potenciado las fuerzas de producción humana
y han instalado a la humanidad en el reino de la abundancia.
Al contrario de lo que pensaban teóricos como Karl Marx, que
afirmaba que la necesidad determinaría la condición humana
durante siglos, el bien común, expresado en el reparto
equitativo de los bienes materiales, hoy es posible por
primera vez. La World Food Report editado por la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO), afirma que el sector agrícola, en su
estado actual de producción y sin el apoyo de las ONG,
estaría capacitada para alimentar diariamente a 12 billones
de seres humanos (2.700 calorías por adulto por día), casi
dos veces la población mundial.
En cuanto a aquellos que siguen vivos pero gravemente
subalimentados, es decir, mutilados por el hambre, excluidos
de toda actividad, de toda vida afectiva o familiar, suman
un total de 856 millones de personas. Estas poblaciones
viven en la obsesión cotidiana de una de las cuatro condenas
diarias del subdesarrollo: reservas de agua inaccesibles o
no potables, epidemias, guerra y malnutrición. El total de
víctimas de todos los males del subdesarrollo sumó, en 2004,
52 millones de muertos, mientras que la II Guerra Mundial
produjo un total de 56 millones en un periodo de seis años.
El Sur vive una silenciosa tercera guerra mundial. El
enemigo: el hambre.
La FAO
distingue entre el hambre “coyuntural” y el hambre
“estructural”. El hambre coyuntural se debe a razones
imprevisibles: guerra, sequía, invasión de langostas, o el
hundimiento de la economía nacional. El hambre estructural,
que es evitable, está implícita en las estructuras mismas
del subdesarrollo. La población del mundo subdesarrollado no
tiene acceso a la tierra porque está monopolizada, no tiene
recursos económicos fijos porque las condiciones sociales se
lo impiden; hambre estructural, pero también “biológico”, ya
que decenas de millones de mujeres subalimentadas dan a luz,
cada año, a decenas de millones de niños crucificados de
nacimiento. Nadie se recupera de una malnutrición entre las
edades de 0 y 5 años. El mal es irreparable: las neuronas
cerebrales no se desarrollan. Y el único sistema por el que
se guía el mercado, no puede, o no le conviene, cambiar esta
situación.
El sistema neoliberal, como todo sistema, ha creado su propia
legitimidad. Según James D. Wolfensohn, antiguo presidente
del Banco Mundial, el horizonte de la historia es la
stateless global governance: la autorregulación del
mercado mundial. La economía deja de ser una actividad
humana y labrada entre todos, sino que obedece a leyes
naturales. La naturalización del proceso económico y social
anuncia simplemente la negación de la calidad del sujeto
histórico del hombre. El bien común deja de ser importante.
El sistema capitalista globalizado ha salido beneficiado por
una extraordinaria sucesión de revoluciones tecnológicas. La
creación de un ciberespacio permite la aceleración de la
circulación del dinero y del crecimiento de los beneficios.
Según el Banco Mundial, en 2004, las 500 sociedades
transcontinentales privadas más grandes controlan el 52% del
producto planetario. Es imposible no reconocer, al mismo
tiempo, la fuerza del modo de producción capitalista, que es
sin duda el más creador y el más inventivo que jamás haya
conocido el hombre. Debido a la velocidad de su circulación,
y a la impunidad de los “cosmócratas” que dictan sus leyes,
el capital se emancipa progresivamente de toda normativa
nacional, olvidándose de circunstancias locales y
nacionales.
Sólo atendiendo a la situación de cada país, y poniendo el
empeño en utilizar los avances tecnológicos para el bien de
todos, se podrá acabar con el silencioso enemigo del Sur, el
hambre. Una lucha diaria de la que nos olvidamos en cuanto
hayamos damos el primer mordisco.
Jorge Ramírez Escudero
Centro de Colaboraciones Solidarias
30 de setiembre de 2005
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