El poder neocolonial

en Kenia

 

 

La influencia de los poderes coloniales sobre las élites de los países africanos que sustituyeron a los antiguos “amos”, resultó clave para el mantenimiento del control extranjero sobre las riquezas del continente.

 

Esa influencia ha determinado los males endémicos que afectan a muchos países de África: la dependencia y la inestabilidad.

 

El apoyo de las metrópolis a gobiernos corruptos, la creación de nuevas élites dispuestas a sustituir a las fuerzas coloniales aunque manteniendo un sistema que posibilita la tiranía, la opresión y la pobreza a partir del divide et impera que se impuso aprovechando las divisiones étnicas, está en las raíces del dominio colonial.

 

A las matanzas en diversos poblados han seguido campañas mediáticas que ahondan las divisiones demonizando al enemigo.

 

Las frustraciones de grandes sectores sociales son explotadas por políticos al servicio del colonialismo. El gobierno ha fracasado en la lucha contra la corrupción, no ha cumplido sus promesas de redistribución de la riqueza. Los jóvenes con mayores niveles de educación comprueban, con desesperación, que no tienen oportunidades para aplicar sus conocimientos.

 

Por otra parte, la población observa cómo los beneficios se reparten entre pocos, mientras la mayoría vive por debajo de la línea de pobreza, puesto que el 60 por ciento debe subsistir con menos de dos dólares por día.

 

Un analista keniano ha denunciado que las élites de cada una de las etnias viven a expensas de las masas pobres de las mismas.

 

Las élites postcoloniales, por otra parte, han utilizado el sistema colonial para asegurarse el control de grandes extensiones de tierras. La mayoría de la población de Kenia está sometida a esa clase de política, que es la de sus aliados internacionales.

 

Nadie opta por desarrollar estructuras y fórmulas que permitan un cambio profundo del país. La lucha para tener acceso al Estado, controlar su maquinaria y “llenarse los bolsillos” es lo que mueve a la mayoría de los políticos del país, y para ello no dudan en utilizar las diferencias étnicas.

 

Actualmente hay una situación de crisis, debido a que el presidente Mwai Kibaki, aliado de la política estadounidense en la región, no ha sido capaz de cumplir sus promesas. Y según los observadores la alternativa que dice ofrecer la oposición de Raila Odinga y su movimiento democrático naranja (ODM, por sus siglas en inglés) significaría más de lo mismo.

 

Un documento confidencial, que fue conocido en setiembre pasado, informa la estrategia de ese movimiento. Plantea la necesidad de utilizar el sentimiento contra la etnia kikuyu, la frustración de las clases desfavorecidas hacia el gobierno, plantear una actitud pro-occidental, aprovechar el distanciamiento entre los países occidentales y el presidente Kibaki y utilizar todos los medios para conseguir la victoria; “incluso con campañas sucias”, se anuncia, y profundizando el control de los medios de comunicación.

 

El resultado de todo esto ha sido la destrucción, el caos y las muertes violentas registradas últimamente, que se pretenden presentar como el resultado de diferencias étnicas.

 

En realidad, la lucha es por el dominio de las riquezas del país, sobre la tierra y sobre un abanico de temas que los sucesivos gobiernos y sus oponentes no han querido solucionar.

 

Las transformaciones que necesita el continente africano deben estar en manos de la mayoría de la población (que debe ser protagonista de los cambios) y no del poder de sectores políticos corruptos o de los intereses de los agentes del colonialismo.

 

Sólo así se podrá lograr un cambio real y una transformación que beneficie a los pueblos del continente.

 

  

En Montevideo, Guillermo Chifflet

Rel-UITA

22 de febrero de 2007

 

 

 

Ilustración: Wikipedia.org

 

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