Henri Claude, en un
libro que tituló “De la crisis económica a la guerra mundial”,
demuestra que la supervivencia de la miseria, la continuación de las luchas
sociales, así como el origen de nuevas guerras están directamente
relacionadas con el régimen capitalista, es decir, con un régimen cuyo motor
esencial es la ganancia, o beneficio. Sostiene, además, que la misma
revolución que llevará la paz al mundo, le dará el pan y la libertad.
Meditar sobre estos temas es pensar sobre la raíz de los problemas de la
humanidad. Avanzar hacia las soluciones posibles es superar desafíos que se
plantean en la peripecia humana.
En el régimen
capitalista, tanto el patrón como el obrero (los jefes como las tropas)
obedecen en diversos grados al mismo amo: la ganancia. Todos ellos están
encadenados. Para unos la cadena es corta. Para otros más larga. Pero en
ningún caso el que manda es el ser humano. En todas partes el que ordena es
el régimen.
Y los hechos demuestran
que la humanidad no hallará la libertad más que desembarazándose del yugo
capitalista. Ahora bien, corresponde plantear quién o quiénes, o más
concretamente, ¿qué clase social puede cumplir esa tarea histórica?
Lógicamente, no la
podrán realizar los dueños de los medios de producción. No la podrá realizar
la clase capitalista. Porque los dueños de los medios de producción se
aferran al régimen como una ostra a la roca.
El régimen se mueve por
la ganancia. Pero el elemento activo de la liberación humana no está en la
clase capitalista sino en el proletariado. Henri Claude plantea: ¿no
es natural que sean aquellos cuya cadena es más pesada los que quieran
desembarazarse de ella más pronto?
Al sustituir el juego de
las fuerzas materiales por las leyes de la razón, la revolución socialista
no libera sólo a una clase sino a todos los miembros de la sociedad,
incluyendo a las clases dirigentes. En otras palabras: el proletariado, como
sostuvieron Marx y Engels, es la única clase que, al liberarse
a sí misma libera, a la vez, a todas.
Junto con la paz, el
socialismo se propone traer al mundo la libertad, al liberar al hombre de la
servidumbre de las necesidades materiales. El hombre aspira a la libertad y
la economía socialista se presenta, por sus objetivos, como la expresión más
alta de la libertad humana.
El dilema “ser o no ser”
se define en lo social de esta manera: la esclavitud o la libertad, la
miseria o la dicha, la guerra o la paz. Pero la realidad del mundo actual es
la polarización extrema. La riqueza se concentra y la miseria se multiplica.
Según informa
Naciones Unidas el ingreso total de los 500 individuos más
ricos del mundo es superior al ingreso, sumado, de los 416
millones más pobres. 500 ricos tienen más riqueza que 416 millones.
La riqueza se
concentra y la pobreza se multiplica. Este es un
hecho irrefutable. Y un análisis sereno de esa
realidad permite concluir que el verdadero mal del
continente está en la pobreza, en la falta de
mercados y de educación. |
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Los 2.500 millones de
personas que viven con menos de dos dólares por día, es decir, el 40 por
ciento de la población mundial, obtiene sólo el 5 por ciento del ingreso
mundial. Paralelamente, el 10 por ciento más rico consigue más de la mitad
(54 por ciento) del ingreso de los países poderosos.
Apenas un poco más del
1,5 por ciento del ingreso del sector más rico de la población mundial, que
alcanza a unos 300 mil millones de dólares, permitiría que mil millones de
personas superaran el umbral de la pobreza extrema, que las obliga a
sobrevivir con apenas un dólar por día.
Naciones Unidas
se ha fijado entre sus objetivos para el milenio, la disminución de la
mortalidad infantil, reduciendo la pobreza a la mitad. Pero los resultados,
proyectados indican que el número de personas que viven con un dólar por
día, o con menos, habrá aumentado en 380 millones hacia 2015.
Tampoco se alcanzarán
los objetivos trazados para la enseñanza, pues si se mantienen las actuales
tendencias, en 2015 habrá todavía 47 millones de niños sin concurrir a la
escuela. El mundo se encamina así hacia un desastre. O, en el mejor de
los casos, a una revolución de los heridos por la adversidad.
Las brechas en materia
de desarrollo humano al interior de cada país resultan tan amplias como las
que se registran entre algunas regiones del mundo. Y cada país, como la
humanidad en su conjunto, debiera apuntar a cumplir la Declaración Universal
de Derechos Humanos, que está en la base de los Objetivos del Milenio. Y ese
es el camino para que no queden atrás los pobres y desfavorecidos.
La seguridad colectiva
–explica el último informe de Naciones Unidas sobre Desarrollo
Humano– depende de la capacidad de superar las causas de la pobreza y la
desigualdad. Sin embargo, por cada dólar destinado por los países ricos a
ayuda, se gastan diez con fines militares.
Si el aumento del gasto
militar desde 2000 se hubiera destinado a ayuda, el avance habría sido muy
importante. Pero el mundo sigue demostrando inmadurez. El gasto destinado a
combatir una enfermedad como el SIDA, que cobra 3 millones de vidas
por año, equivale a tres días –sólo tres días– de lo consignado a gastos
militares.
Se necesitarían 7.000
millones de dólares para proveer de agua limpia a 2.600 millones de
personas, cifra inferior a lo que los europeos gastan anualmente en
perfumes, cantidad que si se destinara al cuidado de la salud podría
salvar unas 4.000 vidas diarias.
La ayuda, además, suele
estar condicionada a adquisiciones obligatorias de productos del país
donante y no a compras donde los países receptores entiendan más
conveniente, lo que disminuye, por cierto, el valor de esa ayuda.
El periodista y escritor
Jorge Abbondanza informó el año pasado que los ricos son, en el mundo
actual, cada día más ricos. Destacó que la revista Forbes ha indicado
que el primero de esos potentados es Bill Gates, que por décimo año
consecutivo ha encabezado la lista de fortunas estimadas en más de 50.000
millones de dólares. Además, se calcula que a medida que pasa el tiempo las
fortunas de 793 individuos que tienen patrimonios superiores a mil millones
de dólares se va concentrando cada vez en menos manos, y también aumenta: la
fortuna de esas 793 personas creció 18 por ciento en 2005 con respecto al
año anterior.
La riqueza se concentra
y la pobreza se multiplica. Este es un hecho irrefutable. Y un análisis
sereno de esa realidad permite concluir que el verdadero mal del continente
está en la pobreza, en la falta de mercados y de educación.
Estas son realidades a
analizar, sobre las que hay que meditar para profundizar en las propuestas
para un mundo mejor. La manera más eficaz de promover esa lucha es aportar,
comprender la realidad, analizar los mecanismos del sistema, lo que
facilitará el conocimiento de los caminos para el cambio.
En Montevideo, Guillermo Chifflet
© Rel-UITA
6 de setiembre de 2007
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Foto: populo.weblog.com.pt
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