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La ciudad, espacio de
encuentro |
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Hace casi 2.400 años, Aristóteles ya sostenía que la ciudad
es una comunidad constituida con el objetivo de un cierto
bien, una entidad formada para satisfacer las necesidades
vitales y para permitir un buen vivir.
Cerca de la mitad de la población mundial vive en las
ciudades y se prevé que, para 2015, habrá 4.000 millones de
habitantes urbanos, según el Programa Hábitat de la ONU. De
los 3.000 millones que viven en las ciudades, un tercio vive
en zonas deprimidas. Los gobiernos tienen el reto de
convertir estas ciudades en un espacio de encuentro para no
tener que albergar grandes focos de conflicto.
La creciente pobreza del campo y los conflictos sociales en
muchos países han empujado a millones de personas hacia las
ciudades en busca de una vida más prometedora. Los gobiernos
de las ciudades están preparados pocas veces para acoger e
integrar el flujo inmigrante y adoptan modelos que excluyen
a las personas. Estos modelos excluyentes son caldo de
cultivo del crimen, la prostitución, la drogadicción y el
narcotráfico.
Aunque es necesario enfrentar los problemas de inseguridad
como medida de supervivencia, hay que tomar medidas
radicales, que vayan a la raíz del problema. No se puede
utilizar la fuerza de forma arbitraria ni se puede luchar
contra la pobreza urbana luchando contra los pobres. Si se
echa a la gente pobre de los centros económicos importantes,
sólo se desplazan hacia otras partes de la ciudad. Quienes
organizan las redes del crimen no son los pobres, sino
aquellos que se aprovechan de su desesperación para
manipularlos, explotarlos y obtener grandes ganancias. Para
que dejen de ser manipulados, son necesarias una educación
adecuada y medidas de integración. No atentarán contra la
sociedad sólo si forman parte integral de ella.
Si se pretende un desarrollo equilibrado de las urbes, las
ciudades deben ser lo suficientemente inclusivas como para
que todos sus habitantes compartan el mismo sentimiento de
ciudadanía. Es necesario un equilibrio entre el desarrollo
urbanístico, la gestión del medio ambiente y aspectos
sociales como la convivencia y la educación.
No sólo se trata de mejorar las condiciones de quienes ya
viven en la ciudad, sino también las de aquellos que viven
en el campo y en pequeñas ciudades para evitar que se
desborden las ciudades. La inmigración repercute de manera
positiva cuando se trata de buscar y encontrar
oportunidades, pero no cuando el ritmo de expansión rebasa
los recursos disponibles.
Anna Tibaijuka, directora de la agencia Hábitat, señala que
se deben tomar dos tipos de medidas:
"Por un lado, deben aplicarse planes preventivos, que
busquen reducir la tasa de urbanización y que permitan un
desarrollo equilibrado del territorio, con ciudades de
tamaño medio, en lugar de ir hacia megaciudades (más de 10
millones de habitantes). Por otro, hay que aplicar políticas
de adaptación, para que la gente que ya se encuentra en los
guetos no tenga que abandonar la ciudad", señala Tibaijuka.
Por eso son necesarios los programas de formación y de
educación, y la garantía del acceso a la vivienda. La
facilitación de pequeños créditos podría provocar la
creación de pequeños negocios.
En varias ciudades grandes de Latinoamérica se ha impuesto
un modelo de desarrollo urbanístico que crea guetos,
ciudades que combinan las residencias amuralladas con las
zonas marginadas en un paisaje esperpéntico, triste y gris.
No hay una barrera lingüística como la que enfrentan las
ciudades europeas. La marginación es socioeconómica. Por
eso, cuando hay tormentas o desastres naturales, suelen
destruirse las viviendas de los pobres, hacinados en las
laderas de los cerros o junto a los ríos que se desbordan.
La noticia no es que mueran miles en un ciclón, un temblor o
una inundación. La noticia es que han muerto porque viven en
una ciudad excluyente. ¿Qué esperanza pueden tener las
personas que viven en una ciudad sin formar parte integral
de ella? No hay esperanza sin una educación capaz de formar
a los jóvenes marginados y sin trabajo. Por eso piden a
gritos que las ciudades los integren. Con educación, con un
intercambio cultural y con un espacio de encuentro común.
Carlos Miguélez
CCS. España
13 de diciembre del 2004
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