Según datos oficiales,
en 2009 los desocupados de entre 15 y 24 años eran un 23,4 por ciento de la
fuerza de trabajo. Más de un millón de jóvenes se ven forzados a buscar
trabajo en lugar de completar su educación. Es uno de los problemas más
graves. Y no es el único. Esa es la realidad chilena. Tarde o temprano, la
burbuja explotará.
“¡Sí, se trata de jóvenes en plena edad escolar!
Si vivieran en Corea, por ejemplo, todos ellos estarían cursando sus
estudios en alguna institución pública gratuita de educación superior. En
efecto, la cobertura en este segmento educacional alcanza allí al 98 por
ciento. El resto de los llamados tigres asiáticos no se queda atrás.
Algo parecido ocurre en cualquier país europeo
-incluidos los ex socialistas-, donde las coberturas de educación terciaria
usualmente superan el 85 por ciento. Incluso en Argentina y
Uruguay, las coberturas en este segmento educacional superan el 70 por
ciento.
En Chile, en cambio, de las cifras
indicadas se puede inferir que hay casi un millón de jóvenes que no están
estudiando o se ven forzados a estudiar y trabajar (…) No se trata de
bajarles el sueldo para que las empresas reemplacen con ellos a otros que
ganan el sueldo mínimo, aunque ese es el enfoque que ha prevalecido”, dice
el economista Manuel Riesco.
A eso se agrega que en Chile la
informalidad y la precarización son los modos predominantes de la
organización del trabajo. Así aumentan sus ganancias las grandes
corporaciones.
Según cifras de diciembre de 2009, el Instituto
Nacional de Estadísticas marca que la fuerza de trabajo chilena está
compuesta por 6,5 millones de trabajadores. La cesantía oficial supera el 9
por ciento. Sólo un 40 por ciento de la fuerza laboral tiene contrato
indefinido, agrega la Universidad de Chile. El resto labora “por
cuenta propia”, sin contratos, a honorarios, a plazo fijo o por faenas,
sobreviviendo con bajos sueldos, sin previsión social ni salud.
“Un 30 por ciento tiene una calidad de empleo
‘más o menos decente’; y sólo el 10 por ciento de ‘alta calidad’. La
subcontratación en actividades económicas principales aumentó de 14,5 por
ciento a 20,7 por ciento. Estimaciones de hace más de una década revelan que
la subcontratación correspondía a 1,2 millones de trabajadores, esto es,
alrededor de un 18 por ciento de la fuerza laboral. La subcontratación
experimenta una ampliación que junto y como parte también de la
precarización, constituye la tendencia hegemónica de la actual fase patronal
de acumulación”, dice el periodista Andrés Figueroa, que asesora a
sindicatos bancarios.
Para la Dirección del Trabajo -que el futuro
gobierno pretende desmantelar-, en 1999 el 43 por ciento de las empresas
“subcontrataban”. En 2004 el porcentaje superaba el 50 por ciento.
Recientemente el Banco Mundial dijo que 14
millones de latinoamericanos “volvieron a la pobreza por efectos de la
crisis”. Felipe Jaramillo, director del BM para Bolivia,
Ecuador, Perú y Venezuela, dijo: “Nos complacía mucho
ver que llevábamos cerca de ocho años seguidos de disminución de la pobreza
en América Latina. La crisis interrumpió eso”.
En 2009, según el organismo, Latinoamérica
volvió a niveles de pobreza de 2007. Así y todo, las autoridades chilenas
sacan a relucir su “manejo frente a la crisis” y se jactan del “importante
ingreso de Chile a la OCDE”. Afirman que, a diferencia de
crisis anteriores, Chile se encontró en mejor pie para enfrentar una
“catástrofe financiera mundial”.
El “cumplimiento riguroso de la meta de superávit
estructural” permitió acumular recursos de los excedentes del cobre que
sirvieron para impulsar un “plan de estímulo fiscal”. De no ser por ese plan
-enfocado al mercado laboral-, la tasa de desempleo superaría el 12 por
ciento.
Pero la crisis sigue ahí con OCDE o sin
ella. Las exportaciones se han derrumbado. Desde marzo de 2008 hasta
diciembre de 2009 cayeron estrepitosamente.
“Dependen completamente del precio del cobre y
los minerales en general. En 1997 el precio del cobre estaba muy deprimido,
en parte importante por la sobreproducción generada desde Chile, pero
ello cambia radicalmente a partir de 2003, cuando los principales
productores mundiales, Econdida y CODELCO, empiezan a ajustar
su producción a la demanda global.
A ello se suma la acción de los especuladores, lo
cual produce la gigantesca burbuja que se infla en 2006 y 2007. Una vez
reventada la burbuja, las exportaciones totales caen una cuarta parte, para
retornar a sus valores de mediados de 2006”, dice Riesco. Y agrega:
“La fuerte caída de las exportaciones viene a confirmar la gravedad de la
crisis y su especial efecto sobre la economía chilena, una de las más
abiertas del mundo. La caída del comercio internacional ha afectado
seriamente el modelo exportador. Pasarán muchos años antes de recuperar los
niveles de exportación previos a la crisis”, dice.
El gobierno de derecha impulsará más
desregulaciones. “La recesión internacional -que afecta de modo más intenso
a economías como la chilena, fuertemente imbricada en el comercio global-
tuvo un costo no anticipado en relación con las bases programáticas de la
coalición: el congelamiento de la iniciativa política del gobierno para
impulsar cambios en la legislación laboral.
Aunque bajo el mandato de la Concertación se ha
avanzado en la dirección de atenuar la asimetría entre trabajo y capital
heredada de la dictadura, persiste la demanda por un nuevo paquete de
reformas que dé cuenta de la realidad de un país que ha crecido, pero que no
ha logrado redistribuir mejor la riqueza y que, por lo mismo, mantiene una
preocupante brecha de inequidad”, editorializó Riesco hace unos días
La Nación.
Sebastián
Piñera Echeñique, próximo a asumir la primera magistratura, promueve
desregulaciones, más flexibilidad del mercado laboral y más precarización.
Según Riesco, “seguimos permitiendo que
las AFP y compañías de seguros relacionadas con la previsión nos
quiten el 13 por ciento de los salarios, se embuchen ellos mismos uno de
cada tres pesos cotizados y el resto se lo presten a sus compinches, grandes
grupos económicos que lo juegan a la ruleta de los mercados financieros.
Mientras tanto, las pensiones que entregan resultan la mitad de las
equivalentes del sistema público y un tercio en el caso de las mujeres, que
son la mayor parte de los adultos mayores.
Ahora proponen subir las cotizaciones! En 2008
cobraron a sus afiliados comisiones de administración por un total de 678
millones de dólares, un incremento de 9 por ciento real respecto a 2007. A
su vez, este año se había incrementado ¡un 20,5 por ciento respecto a 2006!
El único detalle es que durante 2008 las AFP se las ingeniaron para
perder más de 30 mil millones de dólares del fondo de pensiones, un 60 por
ciento de todo lo que el fondo había ganado desde 1981 hasta fines de 2007”,
dice.
Pero hay otras cifras que evidencian que la
burbuja chilena tarde o temprano reventará: el propio Banco Central reconoce
que entre un 60 y un 70 por ciento de los chilenos está endeudado (deben en
promedio 5.700 dólares cada uno).
“La mayoría de los endeudados proviene de
sectores medios y medios empobrecidos, y sus deudas son con casas
comerciales. Emplean las tarjetas en el supermercado, para comprar ropa o
pagar cuentas de servicios básicos. La deuda total de consumo (bancaria y no
bancaria), a fines de 2008 totalizó más de 22 mil millones de dólares, lo
que equivale a una deuda per capita de alrededor de 1.300 dólares. Esta
cifra no considera las deudas hipotecarias, sólo consumo, y distribuye la
deuda entre 17 millones de personas”, dice Andrés Figueroa.
Por otra parte, la III Encuesta de Previsión
Social (2006), indicó que poco más de un 20 por ciento de los chilenos tiene
“capacidad de ahorro”. Según cifras gubernamentales el 40 por ciento más
pobre destina casi el 70 por ciento de sus ingresos a “pagar deudas”.
La VI Encuesta
Nacional de la Juventud (2009) establece que más de 2 millones de jóvenes
están endeudados. El 57 por ciento está moroso con tiendas comerciales, y el
33 por ciento con tarjetas bancarias. El 17 por ciento de los adolescentes
-entre 15 y 19 años- ya posee deudas.
“La industria del crédito y la deuda, en manos de
la banca y el menudeo más capitalizado, disciplina el régimen laboral en dos
sentidos: por un lado, resuelve a cuotas infinitas lo que no alcanza con el
salario, y por otro, ubica al desempleo en un plano superior a la peor
catástrofe. El fenómeno, naturalmente, explica la mansedumbre de importantes
sectores de trabajadores, funciona como arma antisindical, domestica y
convierte al puesto de trabajo en una suerte de graciosa dádiva. Casi un
favor que hay que agradecer soportando la no reajustabilidad de las
remuneraciones, las horas extras impagas, la multifuncionalidad, la
inexistencia de relaciones contractuales, y, en general, las malas
condiciones de pago y de trabajo.
A ello se agrega que por el mismo trabajo
realizado por un hombre las mujeres obtienen un tercio menos de
remuneración, y los jóvenes, dos tercios menos; la parte de la renta
variable (con metas imposibles) respecto de la fija va en aumento; y la
flexibilidad laboral pone al sueldo mínimo como una cifra de llegada y no de
partida”, agrega Figueroa.
Esa es una de las razones por las cuales el
sindicalismo chileno no levanta cabeza. “El sindicalismo chileno responde a
una organización del trabajo que ya no es la predominante. Hasta entre los
empleados públicos, la consolidación del trabajo a honorarios y el contrato
no indefinido limita persistentemente la capacidad de agrupamiento y
negociación del sector de trabajadores que cuenta con mayor tonelaje
orgánico en el país, y es base de sustentación de la Central Unitaria de
Trabajadores (CUT), la multisindical más numerosa, pero que está muy
lejos de llegar a los dos dígitos de la fuerza laboral existente”, concluye.
|