El más dinámico
movimiento social de América Latina, y uno de los más importantes del mundo,
el Movimiento Sin Tierra (MST), ha emprendido una nueva marcha, seguramente
la más difícil en sus 25 años: la marcha hacia las ciudades, al encuentro de
los pobres urbanos con los que esperan construir una gran fuerza social para
cambiar Brasil.
La reciente conferencia
internacional Pensamiento y Movimientos Sociales en América Latina y el
Caribe,(1) realizada a
mediados de octubre en Niteroi, Rio de Janeiro, es el resultado de la
profundización de relaciones entre el MST y las universidades. En este caso,
se trataba de la Universidad Federal Fluminense, pero el movimiento mantiene
acuerdos de formación con 42 universidades en todo el país, en las que
estudian más de 4 mil militantes. El coordiandor del movimiento, Joao Pedro
Stédile, es tajante: “Lo que nos salvó fue estudiar, estudiar, estudiar.
Tenemos una regla dentro del movimiento: sólo se puede ser del MST si se
está estudiando. Cuando alguien dice: 'Soy militantes del MST', le
preguntamos: '¿En qué curso estás estudiando'”(2)
Una crisis societal
En una situación tan dramática como la que vive la izquierda brasileña,
en la que se está dilapidando la construcción de tres décadas (durante las
que surgieron el PT, la central sindical CUT y el propio MST), sólo una
actitud valiente y capaz de producir virajes de larga duración puede poner a
salvo –si es que aún se puede– alguna parte de ese rico entramado
político-social. Tal vez los sin tierra lo consigan, y con ellos algunos
movimientos urbanos como los “sin techo”, sectores de la iglesia progresista
y algunos intelectuales. Pero para salir airosos de esta crisis, tienen que
cambiarse a sí mismos, dejar de ser los mismos que fueron hasta ahora. De
eso se trata: no es posible seguir existiendo como si “sólo” se tratara de
problemas del gobierno y su partido. Con gran lucidez, Stédile apunta en
Carta Capital que “la crisis es mucho más grave de lo que dice la prensa”.
Sólo estando en Brasil, escuchando a la gente de izquierda, mirándola a los
ojos y dejándose contagiar por esa mezcla de desesperación y rabia, puede
comprenderse la profundidad de una crisis que, como dice el coordinador del
MST, trasciende a la propia izquierda para convertirse en “una crisis
societal”.
Adiós al
gobierno del PT
En una carta difundida en setiembre, el
MST dio un paso muy meditado que habrá de tener consecuencias
durante décadas. “No contamos de ninguna manera con el
gobierno que elegimos en 2002. No tenemos un gobierno de
izquierda ni de centroizquierda: vivimos bajo un gobierno de
centro, mientras la derecha controla la política económica.
Digamos adiós al gobierno del Partido de los Trabajadores y a
sus compromisos históricos”, puede leerse en el documento
El MST ante la coyuntura brasileña.(3)
|
En efecto, con el gobierno Lula se agravaron todos los
problemas creados por 15 años de neoliberalismo. Quizá el más importante, ya
que puede provocar un estallido social, son los 12 millones de desocupados y
los 15 millones de informales, casi 30 millones de personas –y de familias–
en situación de extrema precariedad. Esto separa al sistema de partidos de
la gente común, lo que provoca una crisis de la política asentada en la
representación. Para empeorar las cosas, los movimientos sufren las
consecuencias de la derrota de 1989 con la que se impuso el neoliberalismo.
El primer paso dado por el movimiento, fue tomar distancias del gobierno de
Luiz Inácio “Lula” da Silva, algo que muchos amigos le venían exigiendo.
Cambio de rumbo
En consecuencia, se trata de trabajar a largo plazo.
“Ahora no es hora de plantar alfalfa. No se trata de plantar para recoger en
tres o cuatro semanas. Es hora de plantar árboles. Van a demorar en dar
frutos, pero cuando surjan serán duraderos”, dice Stédile. Para el MST
esto se traduce en cuatro líneas de acción: estimular un debate sobre un
nuevo proyecto de país que supere el neoliberalismo, formar militantes,
impulsar las luchas sociales y elevar el nivel cultural del pueblo. Todos
estos temas fueron debatidos ampliamente en la conferencia internacional de
Niteroi, con la participación de unos 500 militantes sin tierra de los
sectores de Educación y Formación, otros 500 militantes de diversos
movimientos de todo el país y una decena de intelectuales de varios países
del continente. Este evento es parte del esfuerzo por vincularse a los
movimientos urbanos y en particular a la juventud pobre.
En este largo viaje hacia el mundo urbano (Stédile considera
que ahora “el objetivo principal es la juventud de las grandes ciudades”),
los sin tierra cuentan con un pequeño ejército activo: 15 mil militantes
estudiando, 140 mil familias acampadas a la orilla de las carreteras bajo
las lonas; un millón de personas que se pueden movilizar. Además, su base
social son unas 480 mil familias ya asentadas, de las cuales unas 300 mil
están vinculadas al movimiento, y los cuatro millones de campesinos sin
tierra.
Ahora, cuando se decidieron a decirle “adiós al gobierno del
PT” y se proponen trabajar con los jóvenes urbanos, vuelven a mostrar que el
dogmatismo no es su seña de identidad: los desempleados urbanos, recuerda
Stédile, ya no son lumpen, la mayoría tienen estudios secundarios completos
y es posible que “construyan nuevos movimientos”. Y agrega un comentario que
muestra una lectura de la realidad muy diferente de la que tienen los
partidos y los intelectuales: “Un movimiento que se está ampliado y
masificando es el hip-hop. Es un movimiento que, con base cultural, aglutina
a los jóvenes pobres, negros y mulatos de las periferias con ideas en la
cabeza. Esos muchachos no son estúpidos. Y no son lumpen. Y nosotros tenemos
relaciones con ellos”.
Aparecen aquí dos aspectos
en los que vale la pena detenerse. Al considerar al hip-hop como movimiento
social, los sin tierra están dando un paso de gigante: ya no consideran que
los movimientos sociales sean instituciones, colectivos estructurados, sino
“lo que verdaderamente se mueve”, y eso es lo que es capaz de cambiar el
mundo, empezando por el mundo personal. En segundo lugar, muestran la
capacidad de mirar la realidad de frente, sin anteojeras ideológicas.
A fines de octubre fueron una de las fuerzas convocantes de
una gran asamblea popular en Brasilia en la que participaron 8 mil
militantes –sin tierra, sin techo, sin trabajo, hip-hop, iglesias–, con el
objetivo de crear “unidad de lectura de la crisis y unidad de lectura de
las salidas”. Bajo el lema “Trabajo solidario por un nuevo Brasil”,
se trata de la construcción de un proyecto colectivo para salir de la crisis
impulsado por los movimientos sociales, ejerciendo la democracia directa en
un momento en el que la democracia representativa sufre el mayor descrédito.
Durante varios días, miembros de 40 organizaciones compartieron diez grandes
tiendas para debatir, escuchar música, ver cine y bailar.(4)
La
escala de la violencia
Cien personas
mueren en Brasil cada día por armas de fuego; el 40% son jóvenes
de 14 a 25 años, en su inmensa mayoría negros, o sea pobres que
viven en la periferia de las grandes ciudades. Son entre 35 y 40
mil personas al año, una tasa de 21 homicidios cada cien mil
habitantes que, en lugares como Baixada Fluminense, cerca de Rio,
trepa hasta más de 70. |
El encuentro de dos mundos
Hacer trabajo político y social en las grandes ciudades,
luego de 25 años en el campo, supone un desafío inmenso. En este tiempo las
ciudades brasileñas han cambiado mucho: son más desiguales y mucho más
violentas.
Pero los jóvenes también han cambiado. Son ahora mucho más
autónomos, más formados, tiene más iniciativa e identidad. El hip-hop es una
buena muestra de ello. Son jóvenes muy pobres que componen sus propias
letras, se agrupan en colectivos musicales, crean sus sellos, graban y
distribuyen discos por fuera del mercado. El encuentro con estos jóvenes
–politizados pero de otra manera– es un desafío para quienes vienen de
remotas áreas rurales, acostumbrados a enfrentar otra violencia y con
códigos diferentes.
Una buena muestra de la apertura con que está trabajando el
MST, es su respuesta a los cuestionamientos realizados por varios
intelectuales sobre la contradicción entre un discurso duro –muy similar al
de la III Internacional– y una práctica creativa y emancipatoria. Los
cuadros que participaron en el encuentro le entraron al debate, con seriedad
y humildad, reconociendo limitaciones pero afirmándose en la necesidad de la
revolución, o sea, de cambios sociales profundos. Durante el último Foro
Social Mundial en Porto Alegre, Stédile había dicho algo que revela que el
MST no está aferrado a dogmas: “La cuestión del poder no se resuelve
tomando el Palacio, que es lo más fácil y se ha hecho muchas veces, sino
creando nuevas relaciones sociales”.
Si el futuro de Brasil –y
por lo tanto de América Latina– estará de alguna manera vinculado a lo que
hagan los jóvenes pobres de las grandes ciudades, cuando esos chicos negros
y mulatos se rebelen (como lo hicieron antes los de Buenos Aires, El Alto y
Caracas), es seguro que encontrarán el apoyo, la solidaridad y el
acompañamiento de miles de sin tierra que estarán dispuestos a compartir con
ellos éxitos y sufrimientos. Será un nuevo amanecer, que mostrará que los
últimos 25 años no fueron en vano.
Raúl Zibechi
7 de diciembre de 2005
1
Ver
www.uff.br/msalc
2
Entrevista a Joao Pedro Stédile, en
www.cartacapital.com.br
3
El texto puede encontrarse en
www.jornada.unam.mx del 27 de setiembre de 2005.
4
Ver más información en
www.agenciacartamaior.com.br
FOTO: www.redvoltaire.net