En
estos días se vienen discutiendo ardorosamente las cifras sobre reducción de
la pobreza que habría logrado el gobierno actual. El oficialismo dice que
-entre 2001 y el primer trimestre de este año- la pobreza habría disminuido
en 11,1%, al caer del 54% al 48% de la población total.
Los voceros del
gobierno entrante dicen que aquellos 'mienten' y que tales cifras han sido
'groseramente manipuladas'. De donde seguramente habrán de seguir debates
sin fin -muy útiles por cierto- sobre las diversas definiciones y formas de
medir la pobreza. Sin embargo, mientras los expertos discuten los
sofisticados vericuetos de esa gastronomía estadística, entre ramas y
lianas, se viene perdiendo una visión del bosque. De ahí que intentaremos
presentar una visión panorámica del debate y muy gruesa de las cifras,
asumiendo que los datos divulgados por el INEI son veraces.
Para comenzar, debería
darnos vergüenza ajena que el gobierno considere triunfalmente esa leve
reducción de la pobreza en apenas 6 puntos porcentuales y que prácticamente
la mitad de la población siga sobreviviendo en condiciones miserables, al
margen de la increíblemente desigual distribución del ingreso y de la
riqueza. Porque, en términos absolutos, sobre una población que -entre julio
2001 y el día de hoy- aumentó en 1,9 millones, al subir de 25,7 a 27,6
(asumiendo una tasa de crecimiento demográfico del 1,4% anual), significa,
si creemos en las cifras oficiales, que la pobreza disminuyó de 13,9 a 13,3
y, más precisamente, en escasas 650.000 personas.
¿A qué podemos atribuir esa
reducción? Evidentemente, se dirá, que al espectacular crecimiento económico
de estos años, ascendente grosso modo al 5% anual. ¿Y a qué se debió
esa expansión Producto Interno Bruto (PIB)? Nuestra chocante respuesta es
que se debió, básicamente, a la contribución de esa fracción de emigrantes
que eran pobres. Esto puede sorprender a primera vista, pero veamos algunos
argumentos que podrían sustentar una hipótesis tan insólita.
Comencemos con un estimado
del número de nuestros emigrados, que podemos derivarlo directamente de un
informe del INEI. De ahí se desprende que en el quinquenio 2001-2005 la
emigración neta llegó al sorprendente guarismo de ¡un millón y nueve mil
personas! Y, en lo que va del presente año, hasta mayo, el saldo migratorio
fue de 157.000 personas. Sin duda, durante ningún gobierno se ha alcanzado
una cifra tan elevada, la que por supuesto no podemos achacársela solo a la
gestión gubernamental que fenece en los próximos días. Con lo que
actualmente vivirían fuera del país 2,8 millones de personas (descontando
los que fallecieran desde entonces), es decir, un notorio 10% de la
población total.
Ahora bien, ¿qué tanto han
contribuido los emigrados a la reducción de la pobreza en el Perú?
Obviamente no todos los que emigran son pobres y, mucho menos, pobres
extremos. Estos últimos, si logran migrar, lo hacen a Ecuador, Chile y
Bolivia, mientras que los demás pobres que migran provienen de los estratos
C y D, muchos de los cuales también lo hacen a través de Bolivia que sirve
como 'puente' y, según los datos, es el supuesto destino de la mayor parte
de migrantes. Del millón de emigrados, ¿cuántos son pobres? Es difícil
saberlo por la falta de estudios, por lo que asumiremos que de cada 100
migrantes 54 son pobres, derivando esta cifra de otra que nos dice que el
54% de nuestros emigrados son 'peruanos en situación migratoria irregular'
(según RREE). Lo que significa que durante el último quinquenio salieron del
país 540.000 pobres. Es decir, si le añadimos los emigrados no detectados y
la contribución de las remesas al crecimiento económico, se puede llegar a
¡una cifra similar a la de los 650.000 de reducción de pobres durante ese
periodo! De donde podría argumentarse que, más que el gobierno, fueron los
propios pobres los que contribuyeron a reducir la pobreza en el Perú.
En efecto, los emigrados no
sólo contribuyeron a disminuir el número de pobres en forma directa al
migrar, sino que también estimularon el crecimiento económico y, con ello,
en una doble ronda, a disminuir aún más la pobreza. Son varios los
argumentos que podrían llevarnos a sustentar su significativa contribución.
En primer lugar, obviamente, hay que considerar el impacto que sobre el PIB
ejercieron sus remesas en términos de exportaciones, tal como figuran en la
cuenta de 'servicios' de nuestra balanza de pagos. Oficialmente, según los
datos del BCR, las remisiones ascendieron a 4.900 millones de dólares
durante el quinquenio (2001-2005). Pero esta cifra sólo incluye las que se
envían por vías formales. El año pasado, por ejemplo, éstas llegaron a 1.440
millones de dólares, pero las 'informales' fueron de 1.020 (según una
encuesta de Bendixen & Associates de Miami). Por lo que ascendieron a casi
2.500, equivalentes al 14,7% de las exportaciones de bienes (17.200
millones), al 12% de las exportaciones totales (21.000) y al 3,3% del PIB
(que ascendería a 75.000). Utilizando esta relación de remesas informales
sobre las totales (59%), diríamos que las remisiones totales durante el
quinquenio alcanzaron la asombrosa cifra de 10.000 millones de dólares,
equivalentes al 175% del flujo de reservas internacionales netas acumuladas
durante el presente régimen, que llegaron a 5.700. Ligado a lo anterior, en
segundo lugar, también deben haber aumentado las exportaciones 'no
tradicionales' de bienes que demanda esa masa de peruanos en el extranjero,
así como la de los extranjeros que han ido adquiriendo 'hábitos de consumo
peruanos'.
Un tercer impacto evidente
de tales remisiones, quizás el más importante, reside en el hecho de que
permitió aumentar el consumo privado agregado en el país, estimulando el
crecimiento económico a través del efecto multiplicador, en que
presumiblemente solo se ahorró el 10% de lo recibido por sus familiares. Un
cuarto beneficio de la elevada tasa de emigración debe haber actuado por el
lado de la oferta de fuerza laboral (PEA), que -en promedio- debe haber
aumentado menos en unos 200.000 trabajadores por año. Dado que esta creció a
ritmos menores como consecuencia de la migración, debe haber ejercido algún
efecto sobre los salarios de la población. Quinto: dejando el país, los que
se van liberan bocas que alimentar, con lo que mejora la alimentación,
educación y demás de los familiares que se quedan, aumentando
presumiblemente su 'productividad'. A ello habría que añadir lo que los
emigrados envían a sus familias en especie (ropa, conservas, juguetes,
dulces y demás). Finalmente, entre otros muchos factores que actúan en pro
del crecimiento, como consecuencia de la gigantesca emigración, hay quienes
dicen que ha aumentado menos -aunque levemente quizás- la delincuencia, la
drogadicción, la prostitución, etc., en el país.
Evidentemente, a los rubros
anteriores hay que restar aquellos que tienen relación con lo que dejaron de
producir y consumir los emigrados: la producción formal o informal de
quienes se fueron precisamente porque no ganaban lo suficiente o porque
estaban desempleados o porque tenían mejores ofertas fuera (médicos,
profesores, etc.); los componentes importados de la incrementada demanda de
bienes de consumo; el hecho de que un cierto porcentaje de familias peruanas
aún sufragan los gastos de sus hijos emigrados, sobre todo de los que recién
han emprendido esta 'aventura'; y, lo más grave, la pérdida de valioso
'capital humano' que se pierde, entre otros muchos factores.
De manera que, en pocas
palabras, conservadoramente hablando, los emigrantes explican gran parte de
-por no decir, toda- la reducción de la pobreza y contribuyeron con un punto
porcentual o algo más al PIB del Perú en cada uno de estos últimos años. Por
lo que la bonanza macroeconómica se debería a tres eses: la suerte
(por el aumento de los precios internacionales de nuestras exportaciones
primarias), el saneamiento (de las cuentas fiscal y externa) y, sobre todo,
el sacrificio (por la enorme emigración). El costo social es
inconmensurable: desde lo ocurrido a nivel micro, con la destrucción o
separación de las familias, a nivel meso con la pérdida de capital humano
valioso y a nivel macro por los desequillibrios sociopolíticos generados por
equilibrar ortodoxamente la economía. Estamos convencidos que el gobierno
entrante hará todo lo posible por reducir el número de emigrantes pobres,
generando empleo digno. Sería un digno gobierno.
Jürgen
Schuldt
Convenio La Insignia / Rel-UITA
19 de julio del 2006
Foto: www.infocusco.org
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