Uruguay

Prensa, periodismo y poder

 

“La tiranía de la comunicación” expone la relación cada vez más directa entre el poder y los medios de comunicación

 

Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, en un documentado libro que tituló “La tiranía de la comunicación” expone la relación cada vez más directa entre el poder y los medios de comunicación. Esta realidad ha llegado a ser tal, que los tres poderes clásicos (Legislativo, Ejecutivo y Judicial) han sido superados. Hoy, el primero de todos los poderes es, sin dudas, el poder económico. El segundo es el poder mediático. El poder político –observa Ramonet- ha quedado relegado a una tercera posición.

 

Si analizamos los problemas de la comunicación en el actual mundo de la globalización neoliberal, no es difícil comprobar que “en los tiempos de la cultura global y de los mensajes a escala planetaria, las tecnologías de la comunicación juegan más que nunca un papel ideológico de primer orden”.

 

Si bien todos conocemos el poder de la “media”, término que incluye la prensa escrita, radio, televisión y cine, importa observar esa relación entre los medios de comunicación, los poderes y la opinión pública.

 

La mentalidad de una época es –como enseñaron Marx y Engels- la mentalidad de la clase dominante. En reconocimiento de esa verdad los grandes centros del poder mundial disponen del poder de la información.

 

El conocimiento de esa realidad ha creado en muchos ciudadanos, como resorte de defensa, una sagrada desconfianza sobre lo que vemos en televisión, lo que trasmiten los grandes medios de comunicación, la información de las agencias internacionales y en especial lo que suelen trasmitir los noticieros.

 

No son pocas las personas que, gracias a esa desconfianza que lleva a mirar la televisión o a leer la prensa con ojo crítico, superan las deformaciones que ofrecen los intereses que se esconden detrás de los medios de información.

 

No obstante, los poderes que actúan detrás de cadenas y agencias saben que, en la cantidad, hay un buen porcentaje de lectores y espectadores que se orientan por sus mensajes.

 

Ramonet explica que los poderes no ignoran los efectos de algunas imágenes sobre los espectadores, lo que ha hecho que en caso de conflicto armado se ha llegado a controlar el recorrido de las cámaras impidiendo filmar libremente.

 

Aunque en la última invasión estadounidense a Panamá, por ejemplo, el número de muertos alcanzó a varios millares de civiles, nadie habló del genocidio panameño, porque el ejército invasor no permitió filmar escenas de guerra. Y una guerra invisible no impresiona, lo que evita el repudio de la opinión pública. Los crímenes del imperio cuentan, así, con el manejo de la información, lo que asegura su impunidad.

 

Importa reducir, el tema general, a un enfoque más local y plantearnos: ¿qué papel juegan los medios (y la prensa escrita en particular) en nuestro país? ¿Contamos, en todos los casos, con libertad de prensa, o asistimos sólo a libertad de empresa?

 

No es habitual, en los diarios, que haya periodistas con libertad plena. En muchos casos la libertad no pasa de los límites del punto de vista del propietario-director.

 

Hay ejemplos que ayudan a la reflexión. Un periodista nos preguntó, hace algún tiempo, sobre las declaraciones de un integrante del Frente Amplio que había atacado a otro sector del mismo partido.

 

Como consideramos “bajar la pelota al piso” y proponer caminos de entendimiento, mi respuesta no se publicó. Y el colega, con toda lealtad, me explicó que el director no había considerado interesante publicarla, porque lo que había pretendido en la entrevista es que yo echara “leña a la hoguera”.

 

Hace algunos años la táctica era ignorar a la izquierda. Más de una vez Emilio Frugoni y José Pedro Cardoso calificaron a esa actitud como “conspiración del silencio”.  Un diputado comunista, Rodney Arismendi, fue invitado por primera vez a la televisión por un programa llamado “Frente a Frente”, un espacio que realizábamos con Eduardo Galeano. Y de ese espacio pudimos disponer como pago de la deuda que un canal había contraído con el diario Época.

 

Por esos años, los candidatos a la Presidencia de las diversas fuerzas políticas tradicionales eran filmados por los canales hablando en actos públicos junto a informaciones sobre el mitin, el público asistente, etc. Un día nos sorprendió que un canal trasmitiera un fragmento del discurso que pronunciara Tabaré Vázquez en el Velódromo con motivo del aniversario del Frente Amplio. Pero apenas trasmitido un pequeñísimo tramo de sus palabras se ofreció amplio espacio para las críticas (en algún caso agravios) de sus adversarios políticos, lo que habitualmente no se hacía con los demás candidatos.

 

Ante un estilo periodístico de esas características importa destacar la conducta, más amplia y democrática, de otros medios, en especial de alguna prensa del Interior del país.

 

Tanto el panorama general de las relaciones entre el poder económico y la información, como los ejemplos menores pero concretos de las modalidades actuales para desinformar, tienen que llevarnos a valorar las necesidades de los sectores que apuestan al cambio. Porque es necesario sumar esfuerzos –pobreza con pobreza- para ir alcanzando los medios para, en competencia con los grandes poderes, encontrar los caminos para aportar voces a los sin voz.

 

   

En Montevideo, Guillermo Chifflet

© Rel-UITA

8 de noviembre de 2007

 

 

 

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