Motines, estallidos con asesinatos y represión extrema, son frecuentes
en los establecimientos carcelarios de América Latina. El problema, en
verdad, es mundial. Pero la realidad continental es tan grave que la
primera recomendación que se plantea a los gobiernos es que tomen
medidas para que en las prisiones se cumplan la Constitución y las
leyes.
El hacinamiento, el ocio compulsivo, la falta absoluta de privacidad,
el encierro prolongado, a veces con imposibilidad de salir a espacios
más amplios que la celda, la falta de atención médica, las
arbitrariedades y tensiones internas, el enfrentamiento con personal
penitenciario que con frecuencia no tiene la preparación adecuada, hasta
los registros humillantes y el mal trato a los familiares de los
internos, determinan el efecto contrario a la rehabilitación y posible
reintegro a la sociedad. La mayor parte de los presos son jóvenes y
pobres. Y la imposibilidad -por falta de infraestructura edilicia- de
separar a los internos según los diversos tipos de delitos ha hecho de
los establecimientos escuelas de delincuencia.
Ya la
UNESCO
planteó -hace una década- que el drama de la prisión es que engendra más
problemas éticos, psicológicos y económicos que los que resuelve. Hay
experiencias aisladas, sin embargo, que han enfrentado con éxito la
crisis del sistema. En el Parlamento Latinoamericano se ha destacado lo
ocurrido en la cárcel de Bella Vista, en
Colombia.
Dicho establecimiento había llegado a tal situación que la policía ni
siquiera podía entrar, y se registraban varios crímenes por día. La
acción técnica, planificada, de un defensor de los derechos humanos y de
su equipo fue organizando comisiones de los propios internos para que
aportaran soluciones a los enfrentamientos y sugirieran medidas para
superar los problemas. Esa acción transformó lo que era un infierno en
una cárcel modelo.
El actual gobierno uruguayo comenzó su gestión declarando a las cárceles
en situación de emergencia humanitaria. La población de los
establecimientos había aumentado significativamente, las prisiones
estaban desbordadas, registrándose situaciones intolerables de
hacinamiento. El ministro
José Díaz,
luego de realizar consultas con jueces, fiscales, técnicos del Instituto
de Derecho Penal de la
Universidad de la República, entre otras, presentó un proyecto sobre
“Humanización y modernización del sistema carcelario” con importantes
aspectos destinados al respeto de los derechos humanos de los presos,
que abre perspectivas para la rehabilitación y reinserción a la
sociedad.
El doctor
Díaz,
que comenzó por señalar que es imprescindible una acción permanente
contra las múltiples causas del delito, planteó la necesidad de dejar
atrás el camino de multiplicar las penas con la finalidad de contener el
crecimiento del número de delitos, política que, según ha demostrado la
experiencia, ha sido un fracaso. El proyecto puso el acento en el ser
humano “buscando la seguridad para todos desde una perspectiva solidaria
y preventiva, en lugar de las clásicas soluciones de corte represivo que
atacan solamente a los sectores más vulnerables de la sociedad”.
La iniciativa, que finalmente resultó aprobada fundamentalmente con los
votos del partido de gobierno, busca cumplir a fondo con el artículo
constitucional que establece que “en ningún caso las cárceles servirán
para mortificar y sí sólo para asegurar a los procesados y penados,
persiguiendo su reeducación, la aptitud para el trabajo y la profilaxis
del delito”. Además de un sistema excepcional de libertades para los
delitos menos graves de personas que hubieran cumplido la mitad o los
dos tercios de la pena -según los casos- se contempló especialmente las
situaciones de reclusos y reclusas cuya salud se encuentre gravemente
comprometida por cáncer o
SIDA
en etapas terminales, permitiendo su reclusión en otro establecimiento
de atención, o incluso en su propio domicilio, posibilidad que abarcó
también a las mujeres embarazadas.
Entre las normas realmente novedosas se estableció la redención de la
pena por trabajo o estudio, lo que permitirá rebajar un día de reclusión
por cada dos de trabajo o estudio. Eso ha determinado ya la necesidad de
contar con mayor número de maestros y apuntar especialmente a la
creación de granjas, para lo cual se están seleccionando terrenos del
Ministerio del Interior.
Otro aspecto de la modernización apunta la creación de un “Centro de
Atención a las víctimas de violencia y otros delitos”, de acuerdo a la
doctrina moderna, que ha destacado la ignorancia que en el proceso
tienen la víctima del delito o sus familiares. Se crearon, además,
comisiones para atender distintos aspectos del sistema carcelario. Con
el nuevo gobierno comenzó, además, su trabajo el doctor
Álvaro
Garcé,
comisionado parlamentario para el sistema carcelario, que fue
seleccionado con el mayor rigor y garantías entre quienes se presentaron
al llamado público realizado por una comisión especial de la Asamblea
General Legislativa.
Los miembros de la misma analizaron con especial cuidado los méritos,
trayectoria y documentos presentados por todos y cada uno de los
aspirantes, y en sucesivas votaciones en las que se acordó resolver por
unanimidad, se fue seleccionando al comisionado, sin tener en cuenta la
posición o puntos de vista políticos de los aspirantes. El primer comisionado
parlamentario para el sistema carcelario contó, además, con
el voto unánime de los legisladores integrantes de la Asamblea General.
De inmediato el doctor
Garcé
recorrió todos los establecimientos penitenciarios del país, evaluando
sus graves carencias y dificultades. Esa inmensa tarea, que ha venido
cumpliendo con especial dedicación, exige constante presencia en las
cárceles, contacto con los internos, con los familiares, y sobre todo
una actitud abierta a recibir inquietudes. Con frecuencia, entrevistado
por los medios de comunicación, ha planteado la necesidad de que la
sociedad asuma posición en una realidad que ha sido valorada como una
vergüenza nacional. Tanto, que una delegación de Médicos del Mundo que
visitó años atrás el país y recorrió los principales establecimientos de
Montevideo y el departamento de Canelones, expresó que “Uruguay
no merece las cárceles que tiene”.
El cumplimiento de la Ley de Humanización y Modernización del sistema,
la creación de granjas de trabajo para los internos y la tarea del
Comisionado deberán necesariamente ser complementados con la separación
de las cárceles de la órbita del Ministerio del Interior. En la Comisión
de Derechos Humanos de la Cámara de Representantes hay dos proyectos
(uno del ex diputado
Daniel Díaz Maynard
y otro del ex ministro
Stirling)
que crean un Instituto Nacional de Rehabilitación, servicio
descentralizado que evitará que la policía se encargue de funciones que
no le son inherentes. Los propios policías admiten que están, en
realidad, sometidos “a media pena”, en un clima de frecuente
confrontación y violencia. Ambos proyectos establecen, además, todas las
garantías para la formación del personal. La aprobación del Instituto no
deberá demorarse. Es lo que aconsejan los criminólogos más prestigiosos
del mundo.
En Montevideo, Guillermo Chifflet
© Rel-UITA
17 de
abril de 2007
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