Sylvain Schiltz murió de una hipotermia mientras dormía en su coche el
pasado 23 de noviembre, en plena ola de frío en Francia. De no haber sido
así, Schiltz se hubiera despertado, como cada día laborable en los últimos
cuatro años, para ir a trabajar en una empresa de recogida de basuras. Un
empleo tan precario que no le permitía hacer frente por más tiempo al
alquiler de su vivienda, de la que fue expulsado por impago tres semanas
antes de su fallecimiento.
El
caso de este soltero de 38 años, y de los otros seis vagabundos que
perecieron en Francia a causa del frío en las mismas fechas, sacó a la luz
el problema de los trabajadores de día y SDF (Sin Domicilio Fijo, como se
denominan en este país a los “sin techo”) de noche, y rompió en pedazos el
estereotipo del hombre que duerme en la calle, aislado de la sociedad y con
problemas de alcoholismo.
“Este fenómeno se conoce desde hace treinta años, pero se ha amplificado en
los últimos cinco”, explica Xavier Emanuelli, presidente del Samu Social, el
servicio público de asistencia social. Varias asociaciones humanitarias
calculan entre 33.000 y 50.000 el número de personas en el país con empleo,
pero sin hogar. O lo que es lo mismo: tres de cada diez SDF, según los
resultados de un informe de 2003 del Instituto Nacional de Estadística (INSEE).
Los hombres en esta situación trabajan generalmente en los sectores de la
construcción, el transporte o la limpieza, mientras que las mujeres (el 25
por ciento de los casos) lo hacen en la restauración o como asistentas en
casas de particulares, señala el informe. Otro estudio, éste de diciembre de
2004, eleva al 42 por ciento el número de personas que recurrieron a estos
albergues nocturnos y que disponían de un contrato.
Bajos salarios, altos
alquileres
“La crisis de la vivienda (Francia sufre desde hace años un importante
incremento del precio del alojamiento), el aumento de la precariedad laboral
y la reducción de la solidaridad tradicional explican su llegada masiva a
los centros de emergencia”, señala el director de la asociación Vivienda y
Humanismo, Pierre Mercier. Es lo que el director del Observatorio de las
Desigualdades, Louis Maurin, define como “efecto tijera” entre “salarios
cada vez más bajos y alquileres cada vez más altos”, en una entrevista en
L΄Humanité, el diario del Partido Comunista Francés (PCF).
Por lo general se trata de hombres solos, lo que supone un inconveniente
añadido. En un país en el que se piden habitualmente diversas garantías al
arrendatario -entre ellas un aval de que alguien responderá con su dinero en
caso de impago-, un salario regular y decente no siempre garantiza encontrar
un techo bajo el que dormir.
El
estudio del INSEE muestra además que el problema, en ocasiones, no es la
duración del contrato, sino el salario en si mismo, ya que un 30 por ciento
de los SDF con empleo trabajan desde hace más de un año en la misma empresa,
e incluso -en un tercio de estos casos- desde hace más de tres.
Un mes de acogida
Cuando las cinco primeras muertes ocupaban portadas y editoriales
de la prensa gala, el primer ministro francés, el conservador Dominique de
Villepin, se desplazó hasta uno de los centros de acogida y pidió que los
SDF que dispongan de un empleo puedan ser acogidos en los albergues sociales
de urgencia durante al menos un mes. Anteriormente estos centros sólo
permitían a sus huéspedes alojarse un máximo de una semana.
La medida fue acogida de forma desigual por las asociaciones
implicadas. Mientras Emanuelli aseguraba a la agencia France Presse (AFP)
que los poderes públicos habían por fin tomado conciencia de una realidad
preocupante, otros advirtieron del “riesgo de marginar aún más” a los sin
techo que no tienen trabajo -al acogerles menos tiempo que los que sí lo
tienen-, como señaló Fabien Tuleu, delegado general de la asociación Emmaus
Francia, quien recordó que “los centros de acogida de urgencia son
precisamente eso, un último recurso, y no una solución a largo plazo”.
Patrick Doutreligne, secretario general de la Fundación Abbé
Pierre, se unió a las críticas al señalar a la AFP que la medida “avala el
hecho de que se puede tener trabajo sin disponer de domicilio fijo”, cuando
“el problema de los trabajadores no es tener un alojamiento de urgencia sino
uno estable”. Además, añadió Doutreligne, “es dirigirse, sin dar medios
suplementarios, a asociaciones que están haciendo malabares para alojar de
urgencia”.
Más allá de los datos y las responsabilidades, la nueva realidad de
los SDF con trabajo en Francia muestra la progresiva pauperización de
distintas capas de la sociedad en los países desarrollados. Personas que
tradicionalmente se encontraban fuera del perfil del vagabundo o del mendigo
son hoy también carne de cañón y cada vez más gente sin un techo bajo el que
dormir reconoce que nunca pensó que a él también le pudiera pasar.
Paula Lego
Agencia de
Información Solidaria
27 de
diciembre de 2005