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El valor del trabajo del inmigrante
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En Estados
Unidos se vive una ola de rechazo a los inmigrantes. Pero
esta vez es más aguda y agresiva que hace 10 años, cuando el
entonces gobernador republicano de California, Pete Wilson,
agitó el tema para lograr su reelección.
Ahora, además de la retórica de costumbre, se han llevado a
cabo acciones precisas: en Arizona se aprobó una propuesta
que limita los beneficios sociales de los indocumentados, y
un grupo de vigilantes voluntarios patrulla la frontera con
México. El actual gobernador californiano, Arnold
Schwarzenegger, aplaude a los vigilantes y los invita a
expandirse por toda la frontera.
Los argumentos son los mismos: el costo social de esta
inmigración. Y se exhiben cifras aparentemente convincentes,
como el supuesto costo en materia de salud en comparación
con los impuestos que pagan los indocumentados. En otras
palabras, reciben más de lo que pagan.
Esto ocurre no sólo en Estados Unidos. La migración de la
mano de obra a centros de mayor desarrollo económico es un
fenómeno viejo. Este desplazamiento de trabajadores puede
ocurrir dentro de un mismo estado, o cruzar fronteras
internacionales; la ley de oferta y demanda de mano de obra
no se preocupa por fronteras.
El argumento del precio económico de la inmigración es una
manipulación: se oculta una parte fundamental del aporte de
esta mano de obra. No se trata solamente de los impuestos
que pagan ni que realizan las tareas que otros no quieren
hacer. Se trata de la plusvalía que aportan a la sociedad,
algo que deliberadamente se omite.
Tomemos un ejemplo. Una cuadrilla de 10 obreros construye en
California una casa en tres meses que tiene un valor de
mercado de 300.000 dólares. Cada uno aporta 30.000 dólares,
pero recibe un salario de 8.000; es decir: cada obrero
contribuye con una plusvalía de 22.000; y además, paga
impuestos. Si este mismo obrero trabaja todo el año, puede
ayudar a construir cuatro casas iguales y recibir un salario
anual de 32.000 dólares, de los cuales pagará unos 7.000
dólares de impuestos; pero su aporte real a la economía
sería una plusvalía de 88.000 al año.
Los grupos antiinmigrantes solamente consideran el aporte
impositivo de los obreros (en nuestro ejemplo, 7.000 al
año), pero dejan de lado, de forma intencionada, ese
detalle. Si lo tuvieran en consideración, se podría
constatar que aportan mucho más de lo que dicen sus
enemigos. Y hay más.
En nuestro ejemplo, el obrero de la construcción que aporta
una plusvalía de 88.000 dólares y sólo recibe 32.000 al año,
debe comprar comida, ropa, rentar una vivienda, ir al
médico. Naturalmente, deberá pagar por estos servicios,
incluyendo más impuestos. A su vez, contribuye al ingreso
económico de aquellas personas ligadas a estos servicios,
quienes también hacen circular el dinero y pagan impuestos.
Esta cadena económica es en realidad mucho más compleja que
en nuestro ejemplo, pero puede dar una idea del aporte real
de los trabajadores.
Y este aporte es característico de todos los trabajadores,
independientemente de su nacionalidad o pasaporte. Pero el
carácter de "ilegal" de la mano de obra inmigrante agrega un
atractivo adicional para las empresas: es más barata, sirve
para controlar los salarios y las demandas sindicales y de
servicios.
El trabajador "ilegal" vive con el temor a ser deportado,
por eso es casi "invisible", no se queja, participa poco en
sindicatos, no exige sus derechos. En otras palabras, es el
trabajador ideal. Entonces, ¿por qué las quejas? Es una
situación que se produce cada vez que la economía entra en
recesión. Se contrae, no crece y por lo tanto, se toman
medidas políticas poco populares, como recortar el
presupuesto educativo, y entonces hay que echarle la culpa a
alguien. Es el momento que aprovechan los activistas
antiinmigrantes: los indocumentados son usados como excusa.
Y sin coste político.
Otro de los argumentos usados contra la inmigración
indocumentada es que al cruzar la frontera, incumplen la ley
y por lo tanto no merecen "perdón". Como mencionamos antes,
la mano de obra va donde están los trabajos. Los empresarios
conocen perfectamente este movimiento, incluyendo el aspecto
legal, del cual se benefician. En 1986, la reforma a la ley
migratoria establecía sanciones para empresas que
contrataban indocumentados. Este aspecto legal apenas se
desarrolló, y en las nuevas propuestas ni siquiera aparece.
Pero a fin de cuentas, ¿quién hace las leyes?
Como en otros tiempos, la actual corriente contra la
inmigración no sólo busca responsabilizar a los
"indocumentados" por los problemas económicos del momento;
también tiene otros objetivos a largo plazo: en primer
lugar, crear las condiciones para una nueva ley migratoria
"dura", por ejemplo la llamada ley de trabajadores
huéspedes; por medio de ésta, los trabajadores podrán venir
a trabajar en condiciones fijadas de antemano y después de
cumplido en contrato, tendrán que volver a casa. Y éste es
el segundo objetivo a largo plazo: controlar el crecimiento
de la población hispana, evitando que los trabajadores
temporales o indocumentados se establezcan en el país y, más
aún, que traigan a sus familias.
Las proyecciones estadísticas que afirmaban que hacia el año
2050 los hispanos serían mayoría en California preocupó
seriamente a determinados sectores del poder, que no
perdieron tiempo. Ocultar el valor del aporte a la sociedad
de los inmigrantes es parte de esa campaña.
Eduardo Stanley
Convenio La insignia / Rel-UITA
6 de junio del 2005