Guallatire es un pequeño
poblado aymara en el norte de Chile, a 235 kilómetros de Arica y 4.260
metros sobre el nivel del mar. Tiene apenas 50 casas y en él se vive un
infierno.
Emplazado en la actual Reserva Nacional Las
Vicuñas, en sus alrededores hay 28 caseríos. La mayoría de sus habitantes,
indígenas aymara, cría llamas y alpacas y comercializa subproductos como
carne y lana. Aunque la comercialización de la carne de alpaca, actividad
ancestral, hoy está prohibida por las autoridades chilenas, los problemas
más graves son otros. Han sido despojados de su pueblo y no tienen agua a
pesar de las millonarias inversiones del Estado. “Una familia se ha
apoderado de Guallatire. Y pretenden desterrarnos del pueblo de nuestros
ancestros”, dice Clara Blanco Mamani, presidenta del Comité Pro
Defensa del Pueblo de Guallatire.
En los pequeños caseríos alrededor de Guallatire
viven aún unos 30 ancianos, en Chirigualla, Japu, Ancuta, Lliza, Vizcachani,
Pisarata, Misitune, Ungallire, Viluvio y Chivatambo, entre otros. Guallatire
como todo asentamiento prehispánico ordena sus viviendas en apretadas
callejuelas. Como ya no pueden ingresar libremente por sus calles,
lentamente, desaparecen los pastores que sobrevivían en torno a bofedales* y
que acudían al poblado para el carnaval, las fiestas religiosas o los
funerales.
“La familia Sánchez dice tener títulos de
propiedad sobre la comunidad, pero se niegan a mostrarlos. A partir de los
años 80 que se vienen apropiando de terrenos”, dice Rosa Jiménez Mamani,
del Comité de Defensa. “Señalan en las oficinas de Arica e Iquique que, como
‘propietarios’ no admitirán ninguna acción que involucre al pueblo sin su
previo consentimiento”, agrega Luciano Bráñez, otro miembro del
Comité.
Según los dirigentes, la gobernación, el
municipio, la Comisión Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) y la
Dirección General de Aguas (DGA), entre otras oficinas
gubernamentales, están al tanto de las irregularidades cometidas en el
pueblo.
Hasta hoy en Guallatire no cuentan con agua
potable, a pesar de que en octubre de 2004 el Ministerio de Obras Públicas (MOP)
presentó un proyecto de construcción de agua potable rural. Una inversión de
128.279 dólares destinada especialmente a “regularizar el servicio de agua
potable, proveer de un sistema de captación, regulación y distribución bajo
condiciones sanitarias para uso doméstico y de bebida”.
Según las organizaciones aymara el caso de Guallatire no es el
único. Hay antecedentes de problemas similares en terrenos
afectos al Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del
Estado |
Entre los objetivos del proyecto estaba la
organización de los usuarios en un comité de agua potable rural. El proyecto
señalaba que se utilizarían aguas captadas mediante una noria en el lecho
del río Guallatire, próximo a la estación de aforo de la DGA. Incluso
el diseño consideró la entrega de 100 litros de agua por habitante al día.
Nada de eso pareciera haberse cumplido y el pueblo sigue sin agua potable.
“Nos humillaron y nos siguen humillando… Construyeron e instalaron cañerías,
medidores y llaves de agua. Y nada de lo que colocaron funciona. Ahí se
pueden ver los medidores inútiles, las cañerías rotas, los paneles solares
inservibles. Alguien es responsable de esto; nos gustaría saber quién”,
señala la aymara Rosa Jiménez.
Según el MOP el diseño del proyecto de
agua rural para Guallatire consideraba un período de previsión de 20 años
que se cumple en 2024. Incluso se les dijo a los vecinos del poblado que el
primer año el proyecto cubriría las 47 viviendas. Clara Blanco relata
que “Desde hace más de 25 años que venimos soportado una situación
vergonzosa. Nos han quitado nuestro pueblo. Lo peor fue enterarnos de que la
propiedad supuestamente sería ‘privada’. Las autoridades, a pesar de haber
sido informadas, no han hecho nada. La familia Sánchez Medina aparece
como ‘dueña’ y prepotentemente ocupa hoy el pueblo. Pero los indígenas no
validamos ningún documento que le arrebate el pueblo a sus legítimos
dueños”, advierte.
En el poblado ya no quedan muchas familias. “Los
pocos vecinos que permanecen son en su mayoría ancianos”, dice Luciano
Bráñez. La mayoría de los lugareños emigró entre 1987 y 1989, durante
los últimos estertores de la dictadura militar de Pinochet.
El caso está siendo tramitado en la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Diego Carrasco,
abogado y director ejecutivo del Observatorio de Control Americano de los
Derechos de los Migrantes, patrocina a los aymara de Guallatire. “Es
imposible -dice- que una familia se apropie de un pueblo. Guallatire y los
caseríos que le rodean tienen una antigüedad de más de 270 años; por lo
tanto, son un ‘sitio indígena de ocupación ancestral’. Sus habitantes han
construido con sus manos la iglesia, el colegio y prácticamente todas las
obras de allí. El Estado también ha invertido en infraestructura: retén de
Carabineros, sede de Corporación Nacional Forestal, cancha de fútbol, baños
públicos y las ‘obras de agua potable’. Hace poco, el Fondo Nacional de
Desarrollo Regional aprobó una partida de dinero para ‘el agua potable’,
que, por decirlo de alguna forma, ‘aún no ha llegado a Guallatire’”, señala
Carrasco.
Según el abogado, pronto habrá noticias del caso
en la CIDH. “Guallatire está en la reserva natural del Parque Las
Vicuñas, por lo que debiera ser un área protegida. Por lo anterior, no puede
ser objeto de una apropiación particular. La pretendida demanda de una
familia que se ha arrogado derechos de dueña y señora del pueblo, no debiera
ser permitida por las autoridades chilenas”, dice el abogado.
La pretendida demanda de una familia que se ha arrogado derechos
de dueña y señora del pueblo, no debiera ser permitida por las
autoridades chilenas |
“Según consta en relatos y testimonios que
presentamos ante la Comisión Interamericana -agrega- hubo situaciones de
amenaza contra dirigentes indígenas que han sido ‘impedidos’ de circular al
interior de la comunidad y del pueblo. Se les ha impedido ingresar a la
iglesia porque la ‘familia propietaria’ tiene las llaves… El cementerio está
cerrado y no se les permite visitar las tumbas de sus antepasados, etc. No
entendemos por qué el Estado permite esto. Es absurdo que digan que ‘el
pueblo es de ellos’ y que el cementerio y la iglesia estén cerrados… Ni
siquiera pueden reparar sus casas, que se están cayendo, porque no se lo
permiten… Es una situación conocida por las autoridades, por lo que creemos
que hay responsabilidad del Estado en la violación de los derechos humanos
de los indígenas de Guallatire y de los caseríos circundantes”, señala.
Según los indígenas y el abogado Carrasco,
las autoridades chilenas jamás debieron permitir que particulares se
apropiaran de un pueblo que pertenece a la historia de nuestro país, está
sindicado en planos militares y, además, está en territorio de frontera. “Lo
anterior ha sido de conocimiento de autoridades provinciales y comunales
desde mediados de los años 80. Creemos que se ha vulnerado gravemente los
derechos humanos y ciudadanos de la comunidad indígena de Guallatire. Lo que
ha ocurrido con el agua es otra afrenta contra los indígenas”, dice Diego
Carrasco.
¿Cómo es posible que autoridades accedieran a
particulares apropiarse de un pueblo? Se consintieron inversiones y trabajos
estatales en Guallatire, algunos construidos incluso con trabajo
comunitario. Según las organizaciones aymara el caso de Guallatire no es el
único. Hay antecedentes de problemas similares en terrenos afectos al
Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado, en el lago
Chungará y en la construcción de carreteras en General Lagos. Según el
Ministerio de Bienes Nacionales, en General Lagos las tierras aymara
representan el 95 por ciento de la superficie comunal, mientras en Putre y
Camarones apenas son el 45 y 10 por ciento, respectivamente. “Hay varios
pueblos altiplánicos con el mismo problema”, dice Clara Blanco.
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