Crisis social y crisis ambiental
El vapuleado desarrollo
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La
propuesta del "desarrollo" sobrevivió más de 50 años gracias
a algunos retoques que renovaron su carisma, pero la crisis
social se hizo cada vez más grave y se le agregó una crisis
ambiental. El "desarrollo sustentable" puede correr hoy una
suerte similar, si no se percibe que ambas crisis son
consecuencia del mismo modelo y, por tanto, se resuelven en
conjunto o, por separado, se seguirán agudizando.
A fines de los años 40 y comienzos de los 50, a la palabra
“desarrollo” se le atribuyó un significado similar al que
tenían hasta entonces los términos progreso y modernización.
Este concepto de desarrollo fue utilizado para impulsar la
adaptación de la economía, las finanzas y el comercio
internacionales al capitalismo de la posguerra.
En verdad, el “modelo de desarrollo” era una copia de la
experiencia estadounidense, tomada como ejemplo de la
modernidad. Supuestamente, las sociedades eran duales, con
un sector tradicional y otro moderno. La fase y la velocidad
del tránsito del primero hacia el segundo definía el estado
y al avance del “desarrollo” en cada país.
Así eran “desarrolladas” las naciones capitalistas de
Europa, Estados Unidos y Japón, seguidas por el campo
socialista, con un importante grado de industrialización.
Luego estaba el resto de los países y las ex-colonias recién
independizadas, denominadas Tercer Mundo, por no ser parte
del Primero (capitalista) ni del Segundo (socialista).
Los eufemismos usados hasta entonces para calificar a estos
países, como “coloniales” o “atrasados” fueron sustituidos
por “no-desarrollados” primero y por “subdesarrollados”
después. Más adelante volvieron a ser cambiados por
expresiones más suaves, como “menos desarrollados”, “en vías
de desarrollo” o “recién industrializados”.
Últimamente, sólo se dice “países en desarrollo” y con el
derrumbe del campo socialista aparecieron las “economías en
transición”. El trasfondo de todas las denominaciones es el
mismo: el modelo a seguir es la economía de mercado de las
grandes potencias capitalistas y el resto del mundo vendría
atrás en la carrera hacia el progreso.
Desarrollismo y dependencia
La CEPAL (Comisión Económica para América Latina de la ONU)
realizó en 1949 un aporte a esta teoría. Para alcanzar el
desarrollo, los países de la región debían tomar medidas
específicas y colocó en primer lugar el fomento de la
industrialización por medio de una política de sustitución
de importaciones de bienes manufacturados.
Esta corriente fue llamada “desarrollista” porque no
cuestionaba el supuesto básico de la teoría del desarrollo y
asumía que esta industrialización por sí sola superaría los
desequilibrios en el comercio internacional y las mayores
desigualdades sociales. La crisis económica de los años 60
se encargó de echar por tierra ese supuesto.
En ese marco surgió la teoría de la dependencia, enfrentada
a la teoría del desarrollo, al desarrollismo de la CEPAL y a
las concepciones de la izquierda marxista tradicional de la
región. “Los puse a todos en el mismo saco, porque pese a
sus diferencias, todos compartían la visión de que el
subdesarrollo era original o tradicional”, dijo Frank .
La tesis central de la dependencia fue que el subdesarrollo
y el desarrollo tal como se conocían entonces no eran fases
distintas de un proceso en el cual el primero precede al
segundo, sino productos simultáneos, en relación de
dependencia e inherentes al desarrollo a escala mundial de
un sistema integrado y único: el capitalismo.
Por lo tanto, la salida del subdesarrollo, para llegar al
anhelado desarrollo, no era viable a través de reformas
graduales dentro de ese sistema. Sólo “el socialismo es el
escape de la explotación y el subdesarrollo”, explicó Frank.
La teoría de la dependencia sirvió de fundamento para la
izquierda más radical o revolucionaria de la época.
Autocrítica desde la izquierda
En 1972, en una conferencia en Chile, Frank dijo que, aunque
la dependencia seguía vigente, la utilidad política de la
teoría había pasado, por la derrota de los grupos que la
sustentaban y por el retorno de los países socialistas a la
economía mundial, lo cual eliminaba la posibilidad de una
división del trabajo alternativa al sistema capitalista.
Y en una autocrítica, 20 años después , Frank afirmó que la
teoría y la política de la dependencia nunca contestaron la
pregunta de cómo eliminar la dependencia real y cómo llegar
al desarrollo no-dependiente. Revisando sus ideas, concluyó
que “el desarrollo independiente de un Estado Nacional no es
posible en absoluto”.
Fue más lejos y reconoció también que, a pesar de cuestionar
la ortodoxia, no habían abandonado la tesis de que el
crecimiento económico a través de la acumulación de capital
equivale a desarrollo. “Por esta razón, explicó, las
heterodoxias (de la izquierda) se entraban a sí mismas, en
las mismas trampas de la ortodoxia del desarrollo”.
Pero entonces, ¿cuál desarrollo? La nueva propuesta de Frank
fue “un autodesarrollo alternativo” u “otro desarrollo”,
impulsado por los grupos explotados y marginados del mundo
actual, con miras a “un ecodesarrollo diferente y
sostenible”, en lucha contra el “subdesarrollo” y su
contracara, el “antidesarrollo” (el desarrollo capitalista).
Se incluía una variable hasta entonces ausente, el medio
ambiente, dimensión que la Cumbre de la Tierra, en Brasil,
en 1992, asumirá en pleno al reconocer la existencia de una
crisis ambiental y adoptar el concepto de “desarrollo
sustentable”. Ecodesarrollo y desarrollo sustentable pueden
ser sinónimos dependiendo de sus contenidos.
Otro desarrollo, ¿con qué modelo?
Desarrollo sustentable fue el concepto adoptado por la
comunidad internacional, con la adhesión formal de todos los
gobiernos del planeta, para definir el marco de evolución
necesaria de las sociedades humanas que permita alcanzar sus
aspiraciones legítimas de bienestar en armonía con la
preservación del ecosistema del cual dependen.
La definición de la ONU extraída del informe Nuestro Futuro
Común (de la legendaria Comisión Bruntland, 1987) es la
siguiente: “el desarrollo duradero (o sustentable) es el
desarrollo que satisface las necesidades de la generación
presente sin comprometer la capacidad de las generaciones
futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
Nadie cuestiona estas definiciones en los documentos y en
los discursos pero, si nos remitimos a los hechos, la
realidad es muy distinta. La rápida y tendenciosa cooptación
del concepto por algunos es tal que otros ya se han
apresurado, también, a declararlo como un nuevo eufemismo
dirigido a encubrir la injusticia económica y social.
Es que existe un gran uso y abuso del término sustentable o
sustentabilidad. Algunos lo han tomado como un simple
recurso de propaganda (llámese “marketing verde”), para
lavarse la cara y seguir haciendo negocios como siempre.
Bueno, hay que decir con toda claridad que esto es una burda
tergiversación del concepto y de sus fines.
Y se seguirá desvalorizando mientras no se enfrenten algunos
dilemas económicos y políticos cruciales tales como: ¿el
desarrollo económico y social y la preservación ambiental
son aspectos contrapuestos o intrínsecamente relacionados?,
¿el modelo neoliberal dominante es compatible o no con el
desarrollo sustentable?
Esquizofrenia política aguda
Si bien la gestión de los bienes naturales tuvo un carácter
productivista y depredador en toda la historia moderna, sin
variar en esencia de un sistema a otro, en los últimos 30
años el modelo neoliberal llevó simultáneamente el deterioro
de los ecosistemas y de la calidad de vida de las personas a
niveles críticos sin precedentes.
Desde la Cumbre de 1992, cuando se reconoce oficialmente la
existencia de una crisis ambiental planetaria, asistimos sin
embargo a una esquizofrenia política aguda. Por un lado, se
proclaman objetivos y programas de sustentabilidad ambiental
y, por otro lado, se reafirman y acentúan orientaciones que
agravan aun más esa situación.
La “agenda global” de los últimos años, además de los
recurrentes temas de la paz y la seguridad, los derechos
humanos y la democracia, incorporó la cuestión del
desarrollo sustentable y, más recientemente, la de la
pobreza. ¡¡¡Corren ríos de tinta y de dinero en sesudos
análisis y programas para erradicar la pobreza cada vez
mayor!!!
Sería admirable, si no fuera digna de mejor causa, esa
capacidad de las instancias políticas nacionales e
internacionales vigentes para absorber y desvirtuar todas
las conclusiones que apuntan al fracaso del modelo
neoliberal. Esta corrupción intelectual bien puede explicar
las corruptelas de todo orden que campean por doquier.
Existe una profusa literatura y publicidad pagas,
presentadas al público como si fueran “información”,
dedicadas a sembrar enredos conceptuales como el de que sin
inversión no hay desarrollo, por lo que cualquier obstáculo
a la inversión va contra el desarrollo. La preservación
ambiental condiciona la inversión, ergo, va contra el
desarrollo...
Valores de la sustentabilidad
Durante cierto tiempo, y aún hoy en día en ciertos ámbitos,
se ha pretendido separar la crisis ambiental de la crisis
social, pero la crisis social es otro efecto del mismo
modelo de desarrollo. La crisis ambiental y la crisis social
se alimentan mutuamente; por lo tanto, se resuelven en
conjunto o por separado se seguirán agudizando.
Con un mínimo de honestidad intelectual, no se puede ignorar
que tenemos, por un lado, un capitalismo pirata y depredador
y, por el otro lado, formas de inversión con responsabilidad
social y ambiental. Incluso en sectores críticos, como la
minería, las mayores empresas están buscando adaptarse a
normas de sustentabilidad.
La sustentabilidad no es el eufemismo de moda ni moneda de
cambio. El desarrollo sustentable es un principio duro,
difícil, pero ineludible, con cuatro dimensiones:
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La dimensión ecológica implica preservar y potenciar la
diversidad y complejidad de los ecosistemas, su
productividad, ciclos naturales y biodiversidad, para
garantizar la sobrevivencia física y cultural de las
comunidades, sobre todo de las más pobres.
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La dimensión social consiste en reconocer el derecho a un
acceso equitativo a los bienes ambientales para todos los
seres humanos, en términos intrageneracionales e
intergeneracionales, tanto entre géneros como entre
culturas.
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La dimensión económica busca definir las nuevas actividades
económicas a partir de unidades de producción locales y
diversificadas, adaptadas a las características de los
ecosistemas involucrados, para usarlos de manera
sustentable.
-
La dimensión política requiere la participación directa de
las personas en la toma de decisiones del desarrollo, en la
definición de su futuro y en la gestión de los bienes
ambientales a través de formas de gobierno descentralizadas
y democráticas.
La participación es el desafío
En materia de sustentabilidad, existen experiencias
aleccionadoras en varios países, áreas geográficas y
sectores de la producción, con diferentes realidades
sociales y culturales, en diversas áreas de la ciencia y la
tecnología, pero no existen fórmulas. Hoy por hoy, el
desarrollo sustentable es una aspiración y un proceso en
gestación.
La interrelación entre lo local y lo global es absoluta. Por
mayor que sea la escala de un proyecto, su asentamiento será
local y no podrá ser operado en forma sustentable con
prescindencia del gobierno y la comunidad local. Y ningún
proyecto local es sustentable por sí solo, sino que
dependerá del grado de sustentabilidad a escala global.
El diseño y las metas de un proyecto, las tecnologías más
apropiadas, las formas de organización y de gestión, la
relación entre las empresas, las comunidades locales y los
gobiernos locales, regionales y nacionales, no pueden ser
reducidos a una receta única, deben atender las condiciones
de cada lugar y ajustarse sobre la marcha.
Por lo tanto, no hay soluciones predeterminadas, no hay
“dueños de la verdad” o de las decisiones, que afectan a
múltiples actores de muy diversas características, intereses
y poderes. El único camino es convocar a todos esos actores
y dar comienzo al proceso de información, de discusión, de
búsqueda de soluciones y de acuerdos.
Hay que resignificar la política y generar nuevas prácticas
basadas en la participación directa y protagónica de las
personas en la búsqueda de alternativas, que deben surgir de
relaciones horizontales, ajenas a formas centralizadas y
verticales de ejercicio del poder. La sustentabilidad sólo
es posible si devuelve el poder de decisión al pueblo.
Víctor L. Bacchetta
© Rel-UITA
26 de mayo de
2005