Todos los adultos de este mundo tienen
algo en común al margen de su nacionalidad, su condición social, su
etnia, sus costumbres y sus creencias. Todos vieron el mundo a través de
la irrepetible inocencia del niño. Incluso los peores criminales y
asesinos.
Una tercera parte de la población mundial
es menor de 18 años y una décima parte es menor de cinco años. Es decir,
620 millones de niños. Cifras que dicen poco si no tomamos en cuenta las
condiciones en las que vive una gran parte y la incertidumbre que les
depara un futuro cada vez más incierto.
En algunas regiones de África, el 20% de
los niños muere antes de cumplir 5 años a causa del hambre o de
enfermedades causadas por ella. Para aquellos que sobreviven, la
malnutrición ha atrofiado su cerebro, ha mermado su desarrollo
intelectual o ha provocado enfermedades crónicas que los dejan ante un
futuro poco prometedor.
Se habla de alcanzar unos Objetivos del
Milenio, de vacunar a todos los niños del mundo y que no mueran de
enfermedades que se pueden tratar y evitar; de que todos alcancen el
nivel de escolarización mínimo para poder enfrentar un mundo cada vez
más complejo. Se declaran los Derechos del Niño pero algunos países
siguen sin ratificarlos porque eso mermaría sus ejércitos y los dejaría
sin su principal carne de cañón. Las maquiladoras no podrían producir la
ropa de la que tantas personas dependen actualmente. Desaparecerían las
mafias que trafican con niños-esclavos, que los prostituyen y que mueven
millones de dólares que ayudan al modelo financiero de especulación.
Los esfuerzos destinados a mejorar la vida
de los menores no deben quedarse en la supervivencia: vacunas, medicinas
y alimentos. Para garantizarles un futuro más digno se necesita mejorar
las condiciones de vida en sus comunidades para que no se vean forzados
a dejar la escuela primaria y a trabajar para que su familia pueda salir
adelante. Si el éxodo de maestros en África hacia países occidentales es
un problema, ¿por qué no mejorarles sus salarios? Muchos no pueden
comprar los libros elementales para su formación.
Mientras en
algunas regiones de África, el 20% de los niños muere antes
de cumplir 5 años a causa del hambre o de enfermedades
causadas por ella, en el mundo hay un médico cada diez
soldados. |
Se trata a “la infancia” como un concepto,
como una abstracción. La educación infantil protagoniza campañas
políticas pero luego se olvida. Se dice fácil educar a nuestros niños
pero si no les damos de desayunar, ¿cómo podrán aprender? Los índices
tan bajos de analfabetismo en Latinoamérica esconden un alto índice de
analfabetismo funcional. Es decir, muchos niños y adultos leen las
palabras pero no entienden lo que están leyendo.
Si nos desagrada nuestro mundo depredado
por un consumismo feroz e inhumano, por guerras, por hambrunas y por
abusos, ¿por qué no cuidar la semilla que se convierte en hombre? Los
planes que tengamos de futuro los tenemos que implementar a través de
los menores. Lavarles el cerebro y darles un rifle es crear un mundo de
guerra y destrucción. Es precisamente lo que hacen Colombia, Uganda, el
Congo, Sierra Leona, o países tan “desarrollados” como EEUU y el Reino
Unido, que aceptan menores entre sus filas y les instruyen. Algo está
mal cuando hay un sanitario por diez soldados en el mundo.
Lo que no le demos a nuestros niños hoy no
lo tendrán más adelante, se habrá perdido para siempre. Se trata de
ofrecerles oportunidades para que alcancen la plenitud y no se queden en
situaciones marginales que los orillen a la esclavitud, a la
prostitución, al crimen, a la guerra y al hambre. Se trata también de
darles cariño en un ambiente que albergue mayores esperanzas y menos
rapiña, en donde la violencia no sea normal.
En los ojos de cada adulto que miramos
podemos adivinar el niño que fue dueño de esos ojos. Ahora miremos los
ojos de los niños que nos piden crear las condiciones para llevar este
mundo a mejor puerto.
Carlos Miguélez
Centro de Colaboraciones Solidarias
5 de enero de 2006
Foto:
www.apadrina.net